Astorga en vía muerta
![[Img #26940]](upload/img/periodico/img_26940.jpg)
Dice Iván Illich que los vehículos motorizados crean distancias que solo ellos pueden reducir. Una vez que la distancia hubo sido creada el cierre del ferrocarril puede convertir la estación de Astorga en un apeadero.
Ya todo se encuentra cada vez más lejos, la individualización nos aleja de los vecinos, la atomización, de nuestros compañeros de trabajo y cada ‘quisque’ precisa de un vehículo personal para ir al mercado o a la escuela y las carreteras repletas de camionacos.
Es la lógica de la sociedad individualizada, no hay de que extrañarse. Eso sí, en esa lógica Astorga queda desde ahora algo más lejos, con un par de ventanas menos al exterior, lo que la hace un poco más pueblo.
Adif juega a ser empresa capitalista desde su parte privatizada. El capitalismo persigue por encima de todo el beneficio económico y juega sin escrúpulos con la necesidad –que tiene cara de hereje-. Así, medicamentos de última generación indispensables para salvar vidas se cotizan a 25000 euros, cuando es sabido que con 3000 dejarían el suficiente margen de ganancia para ser viables y hasta lucrativos.
Se olvida Adif del servicio que debe a la sociedad cuando decreta el cierre de líneas y la suspensión de trenes. Otro tanto hace la Junta de Castilla y León al suprimir las líneas de autobuses en los pueblos. Un servicio a la demanda en la idiosincrasia campesina leonesa es el tránsito hacia la nada. Ahora no se suplen las bajas de los médicos; y los ancianos -que son los que aún permanecen en los pueblos y los únicos que a no tardando quedarán en Astorga- no tienen medios de ir al ambulatorio y lo que es peor, cuando consiguen llegar los mandan de vuelta a cualquiera que sea el pueblo donde se halle el facultativo.
Si se suprime la estación con el pretexto del ahorro, Astorga será una ciudad más alejada de los cauces de la modernidad, una ciudad cada vez más vieja, que no solo no podrá orientarse hacia el futuro, sino que su pasado habrá ido a parar a una distancia irreductible. Los jóvenes se nos están marchando cada vez más lejos y más rápido, los jóvenes que son los que podrían llegar al futuro y a un pasado más atrás, se saltan los mares, limpian bosques de cedros en Finlandia, y aquí ya ni el encinar nos queda. (Los pinares ardieron no hace mucho)
Una Astorga poblada por algunos niños con sus abuelos, ancianos, incapacitados físicos o psíquicos, personas con escasos recursos económicos o simplemente personas sensibles que entienden la vida de otra manera se quedarán aquí. Los jóvenes, a los que no les importa el experimentar una vida de vaivén, así que dispongan de carnet de conducir, montarán en sus vehículos para no volver jamás.
Pero tal vez tras esa huida y el olvido, si escucharamos alguna de esas otras formas de entender Astorga que aquí se quedaron, podrían surgir formas de vida más independientes de las pujas del mercado. Una cosa tan sencilla como ponerse a pensar entre todos y sin prejuicios sobre la ciudad que queremos; porque la visión del dinero nos va dejando en un apeadero.
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Dice Iván Illich que los vehículos motorizados crean distancias que solo ellos pueden reducir. Una vez que la distancia hubo sido creada el cierre del ferrocarril puede convertir la estación de Astorga en un apeadero.
Ya todo se encuentra cada vez más lejos, la individualización nos aleja de los vecinos, la atomización, de nuestros compañeros de trabajo y cada ‘quisque’ precisa de un vehículo personal para ir al mercado o a la escuela y las carreteras repletas de camionacos.
Es la lógica de la sociedad individualizada, no hay de que extrañarse. Eso sí, en esa lógica Astorga queda desde ahora algo más lejos, con un par de ventanas menos al exterior, lo que la hace un poco más pueblo.
Adif juega a ser empresa capitalista desde su parte privatizada. El capitalismo persigue por encima de todo el beneficio económico y juega sin escrúpulos con la necesidad –que tiene cara de hereje-. Así, medicamentos de última generación indispensables para salvar vidas se cotizan a 25000 euros, cuando es sabido que con 3000 dejarían el suficiente margen de ganancia para ser viables y hasta lucrativos.
Se olvida Adif del servicio que debe a la sociedad cuando decreta el cierre de líneas y la suspensión de trenes. Otro tanto hace la Junta de Castilla y León al suprimir las líneas de autobuses en los pueblos. Un servicio a la demanda en la idiosincrasia campesina leonesa es el tránsito hacia la nada. Ahora no se suplen las bajas de los médicos; y los ancianos -que son los que aún permanecen en los pueblos y los únicos que a no tardando quedarán en Astorga- no tienen medios de ir al ambulatorio y lo que es peor, cuando consiguen llegar los mandan de vuelta a cualquiera que sea el pueblo donde se halle el facultativo.
Si se suprime la estación con el pretexto del ahorro, Astorga será una ciudad más alejada de los cauces de la modernidad, una ciudad cada vez más vieja, que no solo no podrá orientarse hacia el futuro, sino que su pasado habrá ido a parar a una distancia irreductible. Los jóvenes se nos están marchando cada vez más lejos y más rápido, los jóvenes que son los que podrían llegar al futuro y a un pasado más atrás, se saltan los mares, limpian bosques de cedros en Finlandia, y aquí ya ni el encinar nos queda. (Los pinares ardieron no hace mucho)
Una Astorga poblada por algunos niños con sus abuelos, ancianos, incapacitados físicos o psíquicos, personas con escasos recursos económicos o simplemente personas sensibles que entienden la vida de otra manera se quedarán aquí. Los jóvenes, a los que no les importa el experimentar una vida de vaivén, así que dispongan de carnet de conducir, montarán en sus vehículos para no volver jamás.
Pero tal vez tras esa huida y el olvido, si escucharamos alguna de esas otras formas de entender Astorga que aquí se quedaron, podrían surgir formas de vida más independientes de las pujas del mercado. Una cosa tan sencilla como ponerse a pensar entre todos y sin prejuicios sobre la ciudad que queremos; porque la visión del dinero nos va dejando en un apeadero.






