Martes, 28 de Mayo de 2013

Cunita que mece la muerte

MANUELA BODAS / 


Este poema está dedicado a Caddy Adzuba y a todas las mujeres
que luchan en la República Democrática del Congo
por cerrar las puertas del infierno.
Dedicado también a la madre a la que le dieron 
de comer la carne de sus propios hijos
y luego le devolvieron un saco con sus huesos.


Hay una cuna llena de huesos en el bosque de la locura.
Una mujer mece a la muerte en la cuna de huesos.
La mujer vomita carne para rellenar los huesos
que mece en la cuna de la muerte.

Poco a poco los huesos descarnados, toman el color del sol,
se hacen estrellas errantes y se dejan mecer por la mujer,
como hijos que cuida con ternura.
Como hijos que mece cansada de vivir, siendo aún niña.

Las estrellas le borran la memoria a la madre,
no quieren que siga vomitando carne, ni sangre, ni odio.
El bosque llora para lavar los troncos de los árboles,
que como falos gigantes, han servido de verdugos.

Hay una cuna de pétalos azules, meciendo la noche.
Es la noche en la que vendrán los astros, 
a convertir a los hombres en frutos bellos,
en bellos planetas que llenen de risas el bosque.

La cunita que mece la muerte, se ha convertido en ave,
vuela hacia el universo de los afectos.
La madre llena de amor, navega en ella, 
guiando a sus hijos hacia el edén de un mundo nuevo. 
Un mundo de esperanza, de calma, de regazos llenos,
donde las caricias, sanen las heridas a locura.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo

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