Redacción
Domingo, 09 de Abril de 2017

"La multitud salía, toda alegre, feliz, confusamente"

Después de dos años en que los astorganos se quedaron con las ganas de poder disfrutar de una de las procesiones más entrañables de la Semana Santa, debido a la lluvia, por fin este año 'La Borriquilla' ha lucido como nunca a hombros de los braceros. Esta vez no podía fallar, es el 25 aniversario del nuevo trono con el que la cofradía firmaba el resurgimiento de la hermandad del barrio de Rectivía. Completamos la crónica de la procesión con los recuerdos del escritor y periodista del barrio José Antonio Carro Celada durante el pregón que ofreció en 1985 y parte del poema de Rubén Darío titulado 'La entrada en Jerusalén'

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Sin duda mi primer recuerdo data del año en que se estrenó 'La Borriquilla' de mi natal parroquia de Rectivía. Estaba yo muy enfermo, el domingo de su primera salida a la calle. Aquel paso era la atracción de Astorga. Yo me iba a perder la ocasión de acompañarlo con mi pequeño ramo de olivo, pero lo pude ver cruzar por Puerta Obispo desde el balcón de casa. La estampa borrosa y lejana, arremolinada de niños, me ha acompañado siempre. He visto muhcas veces, muy de cerca, el paso. Cubierto con lonas bajo las pesas del reloj de la catedral, donde antaño Valentina alquilaba los reclinatorios para las misas pontificales y para las pausadas novenas catedralicias. Lo he tocado reverentemente en el cabildo de la antigua iglesia de San Pedro, he observado con detalle la tierna mirada de Jesús sobre el asnillo gris y la alegría contenida de aquellos niños que parecen 'ninots' de falla, pero que tienen mi edad, son niños desde que yo lo fui y en ellos me reconozco siempre.

 

José Antonio Carro Celada. Pregón de la Semana Santa 1985

 

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La entrada en Jerusalén. Rubén Darío

 

(...)

Tenía los cabellos

sobre la frente en crenchas divididos. 

En círculos armónicos y bellos

trenzando danzas, con bullicio y ruidos, 

le seguían mujeres sonrientes

cubiertas de mil ramos floridos.

Los infantes llevaban en las manos

ramas verdes y frescas, bienolientes,

y capullos lozanos;

y de todos lugares,

de los campos, las chozas y palmeras,

de los bosques obscuros,

y de Jerusalén, de cuyos muros

la mole se veía,

la multitud salía,

toda alegre, feliz, confusamente.

 

(...)

 

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