Hacer jabón
![[Img #31111]](upload/img/periodico/img_31111.jpg)
(Dedicado a mi hermana Mila, que sabe de artesanías y me dio la receta y jabones).
Ingredientes:
-3 kilos de aceite usada o de grasa animal.
-½ kilo de sosa caustica.
-3 litros de agua.
Instrucciones
En un recipiente de metal se echa la grasa o el aceite, la sosa en escamas y el agua hirviendo. Se remueve con un palo largo, siempre en la misma dirección, hasta que espese.
Se echa en una lata de metal o caja de madera y se deja enfriar.
Cuando la masa se endurece se hacen cortes cuadrados con un cuchillo, se vuelcan.
Precaución: Dado que la sosa es una sustancia altamente abrasiva conviene usar guantes, mascarilla, gafas y realizar esta labor en un espacio abierto.
Cierto es que las cosas no son solo lo que a simple vista parecen, sino que connotan otras, como ocurre con el contenido de la simple receta del jabón.
Sí, porque mientras leo las instrucciones para elaborarlo, imagino a una fila de mujeres yendo a lavar al río, la ‘pozaleta’ con la ropa sucia en la cabeza y el tajo bajo el brazo. Las veo llegar, ocupar las orillas, arrodillarse, echar una a una las prendas sucias al agua y restregar fuerte, con brío y recios nudillos, el panal de jabón sobre el tajo, al tiempo que comentan las novedades del pueblo y salen a relucir futuros casamientos y enfermedades y enredos.
Mientras trabajan el griterío de sus voces agudas, cantarinas, es incesante. En verano las veo tender la ropa ya lavada al verde y regar cada poco esa mancha renuente, tenaz, que se resiste a aliarse con el sol. En invierno romper el hielo que formaban las bajas temperaturas pues se decía, y la experiencia empírica había demostrado, que las prendas deslavadas a menos cero grados duraban más tiempo limpias.
Hacer jabón remite a una época en la que no había agua corriente, en la que la gente no se duchaba a diario y, salvo cuatro privilegiados, uno se cambiaba de muda solo una vez por semana. En la que siguiendo una ley natural de compensaciones las cosas costaban tiempo y esfuerzo, pues el dinero era escaso y había que hacer juegos malabares para llegar a final de mes.
Hacer jabón remite a un mundo y a una generación que se extinguen como las vías del tren burra, los palomares, las casillas de camineros, los caseríos, los abejarucos, los chirlones, las oropéndolas, las palabras y faenas olvidadas, (chiscar, espingar, respigar, escular, entresacar), los refranes o las fuentes.
Remite al olor olvidado, un olor a dureza, a aspereza, a austeridad. Jabón que sale de los restos del aceite impuro, de las mantecas del animal y que por acción de la química inmacula, limpia, purifica. Jabón casi inodoro, que de oler huele levemente a grasa.
Remite a una época en la que las cosas no eran biodegradables, ni recambiables, ni tan perecederas como lo son en la actualidad. Y lo mismo que las cosas los sentimientos.
Remite, en suma, a otra manera de vivir, antes se vivía con nada. Pero para eso hay que desprenderse de lo que se paga con dinero, de superfluas vanidades que Sí ocupan lugar, y soltar lastre y crear y creer en otra vida posible dentro de ésta, y darle la vuelta al forro del tiempo retornando al paraíso del -casi- no necesitar. Sin pompas. Sin trampa ni cartón. Desde lo auténtico.
![[Img #31111]](upload/img/periodico/img_31111.jpg)
(Dedicado a mi hermana Mila, que sabe de artesanías y me dio la receta y jabones).
Ingredientes:
-3 kilos de aceite usada o de grasa animal.
-½ kilo de sosa caustica.
-3 litros de agua.
Instrucciones
En un recipiente de metal se echa la grasa o el aceite, la sosa en escamas y el agua hirviendo. Se remueve con un palo largo, siempre en la misma dirección, hasta que espese.
Se echa en una lata de metal o caja de madera y se deja enfriar.
Cuando la masa se endurece se hacen cortes cuadrados con un cuchillo, se vuelcan.
Precaución: Dado que la sosa es una sustancia altamente abrasiva conviene usar guantes, mascarilla, gafas y realizar esta labor en un espacio abierto.
Cierto es que las cosas no son solo lo que a simple vista parecen, sino que connotan otras, como ocurre con el contenido de la simple receta del jabón.
Sí, porque mientras leo las instrucciones para elaborarlo, imagino a una fila de mujeres yendo a lavar al río, la ‘pozaleta’ con la ropa sucia en la cabeza y el tajo bajo el brazo. Las veo llegar, ocupar las orillas, arrodillarse, echar una a una las prendas sucias al agua y restregar fuerte, con brío y recios nudillos, el panal de jabón sobre el tajo, al tiempo que comentan las novedades del pueblo y salen a relucir futuros casamientos y enfermedades y enredos.
Mientras trabajan el griterío de sus voces agudas, cantarinas, es incesante. En verano las veo tender la ropa ya lavada al verde y regar cada poco esa mancha renuente, tenaz, que se resiste a aliarse con el sol. En invierno romper el hielo que formaban las bajas temperaturas pues se decía, y la experiencia empírica había demostrado, que las prendas deslavadas a menos cero grados duraban más tiempo limpias.
Hacer jabón remite a una época en la que no había agua corriente, en la que la gente no se duchaba a diario y, salvo cuatro privilegiados, uno se cambiaba de muda solo una vez por semana. En la que siguiendo una ley natural de compensaciones las cosas costaban tiempo y esfuerzo, pues el dinero era escaso y había que hacer juegos malabares para llegar a final de mes.
Hacer jabón remite a un mundo y a una generación que se extinguen como las vías del tren burra, los palomares, las casillas de camineros, los caseríos, los abejarucos, los chirlones, las oropéndolas, las palabras y faenas olvidadas, (chiscar, espingar, respigar, escular, entresacar), los refranes o las fuentes.
Remite al olor olvidado, un olor a dureza, a aspereza, a austeridad. Jabón que sale de los restos del aceite impuro, de las mantecas del animal y que por acción de la química inmacula, limpia, purifica. Jabón casi inodoro, que de oler huele levemente a grasa.
Remite a una época en la que las cosas no eran biodegradables, ni recambiables, ni tan perecederas como lo son en la actualidad. Y lo mismo que las cosas los sentimientos.
Remite, en suma, a otra manera de vivir, antes se vivía con nada. Pero para eso hay que desprenderse de lo que se paga con dinero, de superfluas vanidades que Sí ocupan lugar, y soltar lastre y crear y creer en otra vida posible dentro de ésta, y darle la vuelta al forro del tiempo retornando al paraíso del -casi- no necesitar. Sin pompas. Sin trampa ni cartón. Desde lo auténtico.






