Entre Hipocausto y este digital
PAULINO CORDERO /
Siempre les suelo contar a quienes quieren oírme (escuchar, lo que se dice escuchar, ya ni los búhos), que cuando éramos universitarios, un grupo de colegas entre los que están algunos de los que empezaron con Imagen MAS, fuimos al despacho del entonces catedrático de Historia, Díaz Plaja, para concertar con él que pronunciara una conferencia en Astorga. Incautos y medio ingenuos (la otra mitad un poco “tonteques”), pensábamos que su parentesco con una maragata, nos serviría de algo. “Antes de hablar de horarios, vamos a hablar de honorarios”, nos dijo el entonces colaborador del programa no sé qué mil de Luis del Olmo.
Y nos fuimos del despacho por la puerta (como habíamos entrado), y con la cara totalmente antagónica a la que había aparecido por el umbral, cerrando la puerta por dentro.
Hace muchos años, en el verano de 1985, pergeñábamos la publicación de Hipocausto, una revista con motivo del bimilenario de la Muy Noble, Leal, Benemérita, Magnífica, Augusta y Bimilenaria Ciudad de Astorga. Dos números se llegaron a editar, también con el grupito de Santi, Miguel y compañía. Se nos volvió a ocurrir la idea de “tocar” a un catedrático. Y hablamos, por teléfono y por carta, con Ricardo Gullón, fallecido y recordado: “Lo que queráis, me recordáis a cuando éramos jóvenes nosotros y andábamos redactando las primeras revistas de Astorga”. Y tuvimos lo que quisimos y gustosamente nos envió (guardo los originales por si algún juzgado me los pide).
Ahora empieza este digital y tendría que ir al psicólogo o al psicoanalista para conocer si tengo la misma ingenuidad, ilusión, pericia, complicidad y hasta voluntad, de aquellos momentos “periodísticos” antes contados. No lo sé, y ni me interesa. Pero quiero escribir esto que, visto lo visto, apenas si es mal juntar cuatro letras y mi trabajito me ha costado. Mis colegas saben que les quiero aunque sea un “desaborío”. Suerte.
PAULINO CORDERO /
Siempre les suelo contar a quienes quieren oírme (escuchar, lo que se dice escuchar, ya ni los búhos), que cuando éramos universitarios, un grupo de colegas entre los que están algunos de los que empezaron con Imagen MAS, fuimos al despacho del entonces catedrático de Historia, Díaz Plaja, para concertar con él que pronunciara una conferencia en Astorga. Incautos y medio ingenuos (la otra mitad un poco “tonteques”), pensábamos que su parentesco con una maragata, nos serviría de algo. “Antes de hablar de horarios, vamos a hablar de honorarios”, nos dijo el entonces colaborador del programa no sé qué mil de Luis del Olmo.
Y nos fuimos del despacho por la puerta (como habíamos entrado), y con la cara totalmente antagónica a la que había aparecido por el umbral, cerrando la puerta por dentro.
Hace muchos años, en el verano de 1985, pergeñábamos la publicación de Hipocausto, una revista con motivo del bimilenario de la Muy Noble, Leal, Benemérita, Magnífica, Augusta y Bimilenaria Ciudad de Astorga. Dos números se llegaron a editar, también con el grupito de Santi, Miguel y compañía. Se nos volvió a ocurrir la idea de “tocar” a un catedrático. Y hablamos, por teléfono y por carta, con Ricardo Gullón, fallecido y recordado: “Lo que queráis, me recordáis a cuando éramos jóvenes nosotros y andábamos redactando las primeras revistas de Astorga”. Y tuvimos lo que quisimos y gustosamente nos envió (guardo los originales por si algún juzgado me los pide).
Ahora empieza este digital y tendría que ir al psicólogo o al psicoanalista para conocer si tengo la misma ingenuidad, ilusión, pericia, complicidad y hasta voluntad, de aquellos momentos “periodísticos” antes contados. No lo sé, y ni me interesa. Pero quiero escribir esto que, visto lo visto, apenas si es mal juntar cuatro letras y mi trabajito me ha costado. Mis colegas saben que les quiero aunque sea un “desaborío”. Suerte.
