La entrevista

-¿Cómo es una buena entrevista?

-No voy a decir depende porque no quiero dejar la impresión de ser pesado ni de ser un sabelotodo. Le diré que si me va a grabar, por ejemplo, pasan dos cosas: a) yo me relajo  b) siempre que lo editemos juntos.

-Gracias.

-Podemos hablar, además del formato, del tema. Si quiere hablar de mi nuevo libro y a mí mi nuevo libro me apasiona, no me pregunte sobre la escasez de sushi en Yemen. Y procura saber algo de mi libro sin basarse en ideas espurias sobre mi nuevo libro a base de libros míos si leídos pero anteriores. Puede, si es inteligente, versátil y sabe bailar entre lo general y lo particular aludir a mis libros anteriores siempre que no pierda de vista que me ha llamado para hacerme preguntas de mi nuevo libro. El actual, si realmente es el motivo de la entrevista.

-Contundente.

-Si resulta que soy una persona charlatana en el más caritativo sentido de la palabra y me lo pide de antemano, igual hablo del tema que surja, pero es bonito, educado y eficaz avisarme de antemano- insisto (aunque me repita) -para aclarar los cauces de la entrevista antes de realizármela.

-Oiga, una pregunta.

-Dígame.

- ¿De qué va esto?

-De cómo se debería hacer una entrevista para un medio escrito en el siglo 21 sin contar con las losas de la publicidad engañosa ni de la promoción fácil. He leído muchas entrevistas y muchos de los que las hacen, no atienden al tema ni a la persona sino que quieren destacarse ellos mismos como si fueran los entrevistados.

-Efectivamente. Yo creo que-  si puedo opinar-  que eso pasa a menudo porque realmente el entrevistador es más interesante que su presa.

-Sí. Puede ser. Pero en un mundo de fama instantánea de quince minutos yo igualmente reclamo una humildad espontanea y generosa de quince minutos por parte de los entrevistadores. Si yo he escrito un libro o dirigido una película y no me siento coaccionado a hacer la entrevista, sobre todo si no hay presiones comerciales, me siento con el derecho a ser respetado por que usted me ha querido conocer en pos de hacerme preguntas sobre un tema que se supone que le interesa al público de su blog, periódico o cine etc y que no sea yo la diana exclusiva de su interés personal.

-Todo esto suena muy controlado y casi muermo.

-Le doy la razón pero una bien matizada. No estoy en contra de la sorpresa siempre que ella venga de una respuesta. Si usted es poeta y le hago una pregunta sobre sus lecturas en años mozos y me contesta que Rimbaud o Baudelaire, por ejemplo, sí le puede dirigir por el camino señalado por esas respuestas. Podemos diversificar y bifurcar según las respuestas. Pero si usted me dice que su libro ha sido prohibido por Maduro y yo le pregunto por qué y usted por los motivos que sean quiere callar, yo tengo que otorgarle y reconocer su prerrogativa, su exención.

- Muy bien. Si entiendo correctamente, para usted la entrevista es un acto que debe controlar el entrevistado.

-Sí y no. Si las preguntas (y no estamos hablando de los políticos incultos y embusteros) son una muestra de interés por el quehacer de un artista, el que hace la entrevista debe ser una persona con la humildad suficiente para reconocer que está delante de otro ser humano que ha hecho algo que el entrevistador no ha hecho. (No hablo de tertulias entre iguales del mismo gremio, y ellas se dan muy a menudo pero, por desgracia, muy malamente disfrazadas, lo cual es de necios- el público, quitando sálvame deluxe no es tan inocente). Se supone que si es mi libro lo conozco bastante más que la persona que se interesa por él.

- O sea que el entrevistador conceda que está presente por la complicidad del entrevistado y no por ponerle al invitado ni en evidencia ni para pillarle con su propia erudición.

-Exacto. Y que el público, o sea los lectores, decidan. Eso sí… reconozco que la chapuza es humana.

-Gracias, pues.

-De todo.