No tengo Patria

No, no tengo. Estoy agradecida por ello, porque de esa manera, estoy donde quiero estar y porque quiero. No tengo Patria, sí una huella indeleble a la que no alcanza ni transgrede ningún voceras de la vida política. Es otra patria, no la que ellos dicen y malgobiernan. Es una patria tan amplia que abarca hasta donde el firmamento se funde con las galaxias desconocidas y, si me apuras, hasta traspasarlas a todas. Siempre más allá...

Es una suerte tener al universo por bandera, una suerte sentirte del sitio a donde vas, porque el respeto te obliga a mirar con cariño lo desconocido, otras culturas, otras voces. No entiendo a qué tanta separación, si somos lo mismo: personas. Si nos moviesen los intereses de los afectos y del corazón, la Patria estaría allí, en el interior de nosotros, lo malo, lo terrible, lo escandaloso, es cuando la megalomanía de algunos, o la imperiosa necesidad de controlar parcelas de la Justicia, para ocultar desfalcos o corruptelas varias, requieren mucho más poder, más intocable, más controlador, con el único fin de ocultar y librarse del yugo de lo legal, de lo que nos es permitido.

No, señores, no: no tengo Patria. Cuando estoy en París, me siento la más feliz de las parisinas y si estoy en Hammamet, me perfumo con los aromas de Oriente, y bien podría sentirme beduína, saharáui  o de cualquier lugar del Atlas. Esto sólo me trae ventajas; disfruto con todo y con todos y, por otro lado, no me pueden lavar el cerebro aquellos que piensan que, esgrimiendo patrias inventadas, nacionalismos maquillados, e insolidaridades manifiestas, vayan por donde me digan y por el camino que ellos tracen. Y, aunque mi apellido pueda dar lugar a equívocos, no pertenezco a ningún rebaño y, por consiguiente, no necesito ningún pastor.

Por todo ello, mi Patria es la Libertad, que tienen un corazón tan grande, tan inmenso, que da cabida a todos.