Estafas culturales
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        			        			        			        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        			        			        			        			        	
                                
                    			        			        
        
                
        
         
![[Img #32250]](upload/img/periodico/img_32250.jpg)
 
 
Hay quien siempre soltaba la máxima: "...en el Cine Español, el que no hace la típica comedia, no se ‘bautiza’...". Lo cierto es que algunos realizadores se lo tomaban tan a pecho que claudicaban y pasaban por el aro de dirigir lo que a partir de finales de los años noventa se dio por llamar la ‘comedia casposa’... Y lo hacían con tal de darse a conocer y lograr una mejor taquilla, o a la búsqueda de una añorada ‘aceptación popular’, o lo que pareciera que podían demostrar las estadísticas en torno al éxito de una película rodada por estos lares, con la idea de que después pudieran llevar a cabo el tipo de película que siempre habían soñado...
 
Yo soy de los que opina que desde las primeras obras el realizador se define...
 
Otros afirman que este tipo de ‘comedia casposa’ nos retrata, describe el tipo de sociedad que tenemos, a su ciudadano medio... Aunque basta con echar un vistazo alrededor para confirmar cómo últimamente parece retratar más al ciudadano con mayor poder e influencia… Así como la tradicional ‘novela picaresca’ podía conmovernos, si no hacia la empatía, al menos cerca de la simpatía, puesto que procedía de personajes de baja extracción social: un Lazarillo que se ‘buscaba la vida’ para sobrevivir o un Robin Hood capaz de burlar a la temible autoridad del reino para redistribuir la riqueza con un ‘sui generis’ sentido de la justicia…; ahora padecemos la forma opuesta de picaresca en la que el rico roba impunemente al pobre para repartirse aún más ganancia entre sus adláteres… Lo vemos a diario con los abusos laborales (con empresas que han reducido sueldos hasta la ignominia y no contratan, obligando así al trabajador a multiplicar las tareas que antes hacían hasta cuatro empleados con tal de llevarse un mayor margen, y con jornadas maratonianas e intempestivas mientras los inspectores ni se inmutan); en los de los bancos (recordemos el millón y pico de familias estafadas por ‘acciones preferentes’, algunas de las cuales perdieron todos sus ahorros y hasta sus viviendas sin haberlas siquiera suscrito, que cuando quisieron reclamarlo sufrieron un nuevo castigo fiscal y ahora lo recibiremos de nuevo todos los contribuyentes en el fallido rescate a la banca), o en el de la perniciosa y cada vez más despiadada corrupción política…
 
Pero vayamos al tema en cuestión… A tenor de la elevada venta de entradas en taquilla o de la hipotética aceptación social que parece cosechar este tipo de comedia, podría parecer que hay algo de cierto en lo expuesto, aunque para analizarlo con certeza debemos tener en cuenta un dato sumamente importante: la franja de edades que representa al espectador mayoritario en los cines, sin duda muy próxima a la adolescencia e incipiente juventud...
 
El problema surge cuando de cifras hablamos, cuando el diseño de la producción es tan agresivo, tan abrasivo, que no dudan en lanzarlas con inmensas campañas promocionales y un exorbitado número de copias, copando u ocupando así la mayor parte de las salas de los cines, relegando verdaderas joyas cinematográficas que cada año se filman al olvido y al ostracismo, al pase en algunos festivales ‘de prestigio’ cuyos equipos de selección se molestan en visionarlas y reconocerlas, o a algunas salas institucionales cuyos coordinadores detentan verdadera pasión por esta forma de expresión cultural o al menos un cierto sentido cinematográfico...
 
Aún más paradójico resulta sin duda que algunos certámenes o festivales con aspiraciones de prestigio, o instituciones a las que se les presupone salvaguardar el esplendor del Séptimo Arte, decidan además otorgar premios honoríficos a sus responsables...
 
¿Se imaginan a un festival como el de Cannes, Venecia o Berlín, o incluso al de San Sebastián, otorgando un premio a los creadores de subparodias como ‘Hot Shots’ o ‘Scary Movie’...? Su credibilidad caería inmediatamente, el prestigio labrado en otras ediciones desaparecería y apenas podrían levantar el vuelo... Sus propios espectadores reivindicarían ante su jurado o equipo directivo: "Señores... ¡esto no es serio!...". Al año siguiente apenas quedaría el recuerdo de lo que fueron...
 
Y quizá, en el fondo, lo más grave de todo el asunto resida en el tipo de ‘comedias casposas’ que además, deliberadamente, deciden cruzar las líneas rojas cuya transposición supone la vulneración de los derechos humanos más básicos, universales y evidentes: los que tratan de proteger a víctimas inocentes...
 
¡Señores!... No es ético hacer parodia con personajes con síndrome de Down, como afirmaba igualmente una crítica cinematográfica muy reconocida, ni apoteosis sobre el machismo (conducente a la adopción de actitudes proclives a la violencia de género, sobre todo en edades tan delicadas), o con quienes sufren adicciones, e incluso con la trata de seres humanos... Su frivolización y banalización conlleva, irremediablemente, la adopción, más o menos consciente, de actitudes colectivas, propensas a una generalizada aquiescencia, tibieza y condescendencia, hacia semejantes lacras humanas, o incluso nos podemos hallar ante un cierto grado de identificación con los sujetos que las detentan e infligen sobre sus semejantes… Como el tipo resulta gracioso… ¿Lo que hace a los demás también lo es?... 
 
Y aquí, sin duda, no deberían existir medias tintas... Como en otros asuntos de la vida civil o de la administración de justicia...   
 
Era una regla que siempre han respetado los grandes directores de comedia como Billy Wilder, Blake Edwards o Ernst Lubitsch, o incluso con extrema delicadeza Roberto Benigni cuando dirigió ‘La vida es Bella’ sobre una época histórica tan atroz, porque entendían que estos eran los consabidos límites que no debían cruzarse...
 
También lo han respetado directores como David Trueba en sus maravillosas comedias, o Pedro Almodovar en su sátira social, o Fernando Colomo y Fernando Trueba con sus hábiles ironías, o Javier Fesser con su imaginativo surrealismo y sus espléndidos universos oníricos… 
 
¿Cuándo se darán cuenta tanto productores como programadores o directores de eventos, del perjuicio que todo ello provoca, a todos los niveles?... Tanto para la producción de cine entendido como una forma de arte (por la estética y belleza de su fotografía, por el trabajo existente tras una acertada dirección o en las grandes interpretaciones de sus actores, capaces de alcanzar, a veces, el anhelado ‘estado de gracia’, por el interés y la calidad de los guiones, del montaje, o de sus impresionantes bandas sonoras...); como para la consagración de sus propios eventos, o sus lacerantes efectos colaterales en la esfera social? (Humillaciones sexistas, acoso de diversa índole, desde el escolar al laboral, que se tolera e incluso se da alas al que lo ejerce so pretexto de imitar la supuesta ‘gracia’ mal entendida del personaje que lo promueve o su extraña forma de diversión con el prójimo)... Sólo hace falta mirar a nuestro alrededor para confirmarlo.
 
Además, semejantes despropósitos, ¿podrían catalogarse incluso como películas, si tan sólo responden a estrategias de marketing autopromocional y mediático?: individuos cuya popularidad procede de la telebasura ocupan el lugar de los actores para protagonizar ‘sketches’ que exhalan evidente falta de experiencia interpretativa, fallidas secuencias de estética nula e ineficacia narrativa que resaltan el cinismo de sus personajes, perdiendo de vista la humanidad que caracterizaba a las grandes comedias clásicas o contemporáneas.
 
¿No han tenido bastante con adoptar unilateralmente decisiones como las que provocan que semejantes subproductos arrebaten el espacio a otras producciones verdaderamente valiosas y meritorias en las salas y espacios de proyección, como para recibir ahora no sólo el beneplácito, sino también  los máximos honores y galardones de instituciones que deberían apoyar al verdadero cine entendido como manifestación artística y cultural?...
 
No nos engañemos... Algo huele a podrido y no precisamente en Dinamarca...
 
Este tipo de actuaciones, o argucias, quizá tan sólo puedan aumentar el presupuesto de un festival, persiguiendo por tanto un exclusivo interés económico (también resultan muy lucrativos negocios que infringen directamente la legalidad); se hallan más próximas a una estrategia de especulación financiera que a una pretendida promoción cultural o artística...
 
Y sin duda es lo que marca la decadencia definitiva de lo que trata de consolidarse como un certamen o festival cinematográfico...
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                                                                                                                                                                                                    
    
    
	
    
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Hay quien siempre soltaba la máxima: "...en el Cine Español, el que no hace la típica comedia, no se ‘bautiza’...". Lo cierto es que algunos realizadores se lo tomaban tan a pecho que claudicaban y pasaban por el aro de dirigir lo que a partir de finales de los años noventa se dio por llamar la ‘comedia casposa’... Y lo hacían con tal de darse a conocer y lograr una mejor taquilla, o a la búsqueda de una añorada ‘aceptación popular’, o lo que pareciera que podían demostrar las estadísticas en torno al éxito de una película rodada por estos lares, con la idea de que después pudieran llevar a cabo el tipo de película que siempre habían soñado...
Yo soy de los que opina que desde las primeras obras el realizador se define...
Otros afirman que este tipo de ‘comedia casposa’ nos retrata, describe el tipo de sociedad que tenemos, a su ciudadano medio... Aunque basta con echar un vistazo alrededor para confirmar cómo últimamente parece retratar más al ciudadano con mayor poder e influencia… Así como la tradicional ‘novela picaresca’ podía conmovernos, si no hacia la empatía, al menos cerca de la simpatía, puesto que procedía de personajes de baja extracción social: un Lazarillo que se ‘buscaba la vida’ para sobrevivir o un Robin Hood capaz de burlar a la temible autoridad del reino para redistribuir la riqueza con un ‘sui generis’ sentido de la justicia…; ahora padecemos la forma opuesta de picaresca en la que el rico roba impunemente al pobre para repartirse aún más ganancia entre sus adláteres… Lo vemos a diario con los abusos laborales (con empresas que han reducido sueldos hasta la ignominia y no contratan, obligando así al trabajador a multiplicar las tareas que antes hacían hasta cuatro empleados con tal de llevarse un mayor margen, y con jornadas maratonianas e intempestivas mientras los inspectores ni se inmutan); en los de los bancos (recordemos el millón y pico de familias estafadas por ‘acciones preferentes’, algunas de las cuales perdieron todos sus ahorros y hasta sus viviendas sin haberlas siquiera suscrito, que cuando quisieron reclamarlo sufrieron un nuevo castigo fiscal y ahora lo recibiremos de nuevo todos los contribuyentes en el fallido rescate a la banca), o en el de la perniciosa y cada vez más despiadada corrupción política…
Pero vayamos al tema en cuestión… A tenor de la elevada venta de entradas en taquilla o de la hipotética aceptación social que parece cosechar este tipo de comedia, podría parecer que hay algo de cierto en lo expuesto, aunque para analizarlo con certeza debemos tener en cuenta un dato sumamente importante: la franja de edades que representa al espectador mayoritario en los cines, sin duda muy próxima a la adolescencia e incipiente juventud...
El problema surge cuando de cifras hablamos, cuando el diseño de la producción es tan agresivo, tan abrasivo, que no dudan en lanzarlas con inmensas campañas promocionales y un exorbitado número de copias, copando u ocupando así la mayor parte de las salas de los cines, relegando verdaderas joyas cinematográficas que cada año se filman al olvido y al ostracismo, al pase en algunos festivales ‘de prestigio’ cuyos equipos de selección se molestan en visionarlas y reconocerlas, o a algunas salas institucionales cuyos coordinadores detentan verdadera pasión por esta forma de expresión cultural o al menos un cierto sentido cinematográfico...
Aún más paradójico resulta sin duda que algunos certámenes o festivales con aspiraciones de prestigio, o instituciones a las que se les presupone salvaguardar el esplendor del Séptimo Arte, decidan además otorgar premios honoríficos a sus responsables...
¿Se imaginan a un festival como el de Cannes, Venecia o Berlín, o incluso al de San Sebastián, otorgando un premio a los creadores de subparodias como ‘Hot Shots’ o ‘Scary Movie’...? Su credibilidad caería inmediatamente, el prestigio labrado en otras ediciones desaparecería y apenas podrían levantar el vuelo... Sus propios espectadores reivindicarían ante su jurado o equipo directivo: "Señores... ¡esto no es serio!...". Al año siguiente apenas quedaría el recuerdo de lo que fueron...
Y quizá, en el fondo, lo más grave de todo el asunto resida en el tipo de ‘comedias casposas’ que además, deliberadamente, deciden cruzar las líneas rojas cuya transposición supone la vulneración de los derechos humanos más básicos, universales y evidentes: los que tratan de proteger a víctimas inocentes...
¡Señores!... No es ético hacer parodia con personajes con síndrome de Down, como afirmaba igualmente una crítica cinematográfica muy reconocida, ni apoteosis sobre el machismo (conducente a la adopción de actitudes proclives a la violencia de género, sobre todo en edades tan delicadas), o con quienes sufren adicciones, e incluso con la trata de seres humanos... Su frivolización y banalización conlleva, irremediablemente, la adopción, más o menos consciente, de actitudes colectivas, propensas a una generalizada aquiescencia, tibieza y condescendencia, hacia semejantes lacras humanas, o incluso nos podemos hallar ante un cierto grado de identificación con los sujetos que las detentan e infligen sobre sus semejantes… Como el tipo resulta gracioso… ¿Lo que hace a los demás también lo es?...
Y aquí, sin duda, no deberían existir medias tintas... Como en otros asuntos de la vida civil o de la administración de justicia...
Era una regla que siempre han respetado los grandes directores de comedia como Billy Wilder, Blake Edwards o Ernst Lubitsch, o incluso con extrema delicadeza Roberto Benigni cuando dirigió ‘La vida es Bella’ sobre una época histórica tan atroz, porque entendían que estos eran los consabidos límites que no debían cruzarse...
También lo han respetado directores como David Trueba en sus maravillosas comedias, o Pedro Almodovar en su sátira social, o Fernando Colomo y Fernando Trueba con sus hábiles ironías, o Javier Fesser con su imaginativo surrealismo y sus espléndidos universos oníricos…
 
¿Cuándo se darán cuenta tanto productores como programadores o directores de eventos, del perjuicio que todo ello provoca, a todos los niveles?... Tanto para la producción de cine entendido como una forma de arte (por la estética y belleza de su fotografía, por el trabajo existente tras una acertada dirección o en las grandes interpretaciones de sus actores, capaces de alcanzar, a veces, el anhelado ‘estado de gracia’, por el interés y la calidad de los guiones, del montaje, o de sus impresionantes bandas sonoras...); como para la consagración de sus propios eventos, o sus lacerantes efectos colaterales en la esfera social? (Humillaciones sexistas, acoso de diversa índole, desde el escolar al laboral, que se tolera e incluso se da alas al que lo ejerce so pretexto de imitar la supuesta ‘gracia’ mal entendida del personaje que lo promueve o su extraña forma de diversión con el prójimo)... Sólo hace falta mirar a nuestro alrededor para confirmarlo.
Además, semejantes despropósitos, ¿podrían catalogarse incluso como películas, si tan sólo responden a estrategias de marketing autopromocional y mediático?: individuos cuya popularidad procede de la telebasura ocupan el lugar de los actores para protagonizar ‘sketches’ que exhalan evidente falta de experiencia interpretativa, fallidas secuencias de estética nula e ineficacia narrativa que resaltan el cinismo de sus personajes, perdiendo de vista la humanidad que caracterizaba a las grandes comedias clásicas o contemporáneas.
¿No han tenido bastante con adoptar unilateralmente decisiones como las que provocan que semejantes subproductos arrebaten el espacio a otras producciones verdaderamente valiosas y meritorias en las salas y espacios de proyección, como para recibir ahora no sólo el beneplácito, sino también los máximos honores y galardones de instituciones que deberían apoyar al verdadero cine entendido como manifestación artística y cultural?...
No nos engañemos... Algo huele a podrido y no precisamente en Dinamarca...
Este tipo de actuaciones, o argucias, quizá tan sólo puedan aumentar el presupuesto de un festival, persiguiendo por tanto un exclusivo interés económico (también resultan muy lucrativos negocios que infringen directamente la legalidad); se hallan más próximas a una estrategia de especulación financiera que a una pretendida promoción cultural o artística...
Y sin duda es lo que marca la decadencia definitiva de lo que trata de consolidarse como un certamen o festival cinematográfico...






