Astorga Redacción
Sábado, 14 de Octubre de 2017
Poema inédito de Leopoldo Panero
Hermana guerra
Es ya muy raro encontrar un poema inédito de Panero, después de la publicación minuciosa de sus obras completas a cargo de Javier Huerta. Lo que queda es fragmentario, incipiente, irresuelto.
Publicamos hoy un poema a todas luces incompleto, cuyo título aún no estaría decidido. Si nos hemos lanzado a ello es porque trata de la guerra, una guerra que vuelve y que teme recordar y que supuso para Panero y para tantos otros un desencuentro consigo mismo, una dislocación del ser más coherente, íntimo y esencial; un vendaval que cuando escribe el poema no ha cesado todavía, que “empapa de sombra la mitad de su alma”. Los desastres de la guerra y los desastres del alma. ¡Qué extraño no enloquecer de visión tan iluminada!
![[Img #32656]](upload/img/periodico/img_32656.jpg)
Hermana guerra
Llegó la guerra y comenzó el silencio
mojado por la lluvia en los frentes
improvisados por el alba;
los trenes arrastraban fachadas y balcones;
y los nidos de los pinares,
empujados y sorprendidos,
rodaban,
ruedan todavía,
empapando de sombra la mitad de mi alma.
Los que asistimos al terror, y quedamos,
tememos recordar. ¡Cuántas puertas
sin quicio de repente! ¡Cuántas paredes se cayeron
bajo el silencio de las águilas!
Oh estallido del mal.
Leopoldo Panero (Inédito)
Publicamos hoy un poema a todas luces incompleto, cuyo título aún no estaría decidido. Si nos hemos lanzado a ello es porque trata de la guerra, una guerra que vuelve y que teme recordar y que supuso para Panero y para tantos otros un desencuentro consigo mismo, una dislocación del ser más coherente, íntimo y esencial; un vendaval que cuando escribe el poema no ha cesado todavía, que “empapa de sombra la mitad de su alma”. Los desastres de la guerra y los desastres del alma. ¡Qué extraño no enloquecer de visión tan iluminada!
![[Img #32656]](upload/img/periodico/img_32656.jpg)
Hermana guerra
Llegó la guerra y comenzó el silencio
mojado por la lluvia en los frentes
improvisados por el alba;
los trenes arrastraban fachadas y balcones;
y los nidos de los pinares,
empujados y sorprendidos,
rodaban,
ruedan todavía,
empapando de sombra la mitad de mi alma.
Los que asistimos al terror, y quedamos,
tememos recordar. ¡Cuántas puertas
sin quicio de repente! ¡Cuántas paredes se cayeron
bajo el silencio de las águilas!
Oh estallido del mal.
Leopoldo Panero (Inédito)






