La intrahistoria de nuesto cine (II). Pedro Díez
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Durante los años noventa compaginábamos el estudio de nuestras carreras universitarias con la realización de cortometrajes… En medio de aquella colmena rebosante de imaginación creativa, concretamente en la ciudad del Tormes, conocí por vez primera a Pedro Díez.
Fue nada más y nada menos que el responsable de que muchos de nosotros sigamos en este complejo oficio, y más aún cuando tratamos de llevar a cabo y creemos en un cine honesto, de trasfondo social, no exento de reivindicaciones, pleno de sugerencias y que a su vez procure un retrato lo más acertado posible de la sociedad en la que sus personajes se desenvuelven, dentro de la más amplia gama de géneros: no sólo mediante el género de denuncia social sino también en el ‘thriller’, la ciencia-ficción, el melodrama, la comedia, el fantástico…
Sus propuestas siempre resultaban sugerentes y refrescantes… Eran los años noventa… Muchos de nosotros llegábamos a la ciudad del Tormes pletóricos de ideas nuevas y con la necesidad de abarcar conocimientos y experiencias mediante el estudio de diversas carreras, impartidas por universidades como las salmantinas y descubrir, a su vez, nuevas facetas que tanto la ciudad como sus habitantes pudieran ofrecer…
Pedro Díez también admiraba a cineastas como Truffaut, Chaplin, Pagnol, Clemént, Jean Vigo, Berlanga y Bardem, y creía en las pequeñas historias, en cómo las anécdotas sencillas poseían un significado aún más universal, con personajes cuyo comportamiento podía llegar a transformar el medio social en el que vivían… De ahí nuestra sintonía a su vez con cineastas como David y Jonás Trueba, Fernando León de Aranoa, Javier Fesser, Alejandro Amenábar, etc…
Era profesor de Imagen y Sonido en el Instituto Rodriguez Fabrés, de los que estaban convencidos que debían impartir sus clases ofreciendo a cambio prácticas de calidad en forma de cortometrajes que verdaderamente pudieran tener un recorrido por festivales y su visionado superara toda frontera, más allá de la filmoteca del instituto o de otras instituciones locales.
Ahí nació, a su vez, su maravillosa colaboración con la asociación SIMBIOSIS para la promoción de los proyectos del Séptimo Arte y la defensa de los integrantes de sus equipos ante la vulneración de sus derechos. Fueron años de proyectos comunes, realización de muestras de cortometrajes de la asociación en diferentes instituciones y por diversas ciudades, y acuerdos afianzados con prestigiosos equipos técnicos y artísticos para la materialización de numerosos proyectos. La cantera de técnicos de aquél instituto de Imagen y Sonido en esos primeros años resultó magnífica… Muchos de ellos son ahora integrantes activos de equipos de cine y televisión a nivel nacional de indiscutible prestigio.
También fueron los años de realización de nuestro programa “QUÉ GRANDE ES EL CORTO” para la televisión digital con entrevistas y nuestro más firme apoyo a realizadores entonces emergentes, entre los cuales se encontraba un jovencísimo Rodrigo Cortés…
Pedro Díez fue además el Director de Fotografía de mis primeros cortometrajes: su trabajo esmerado y sus aportaciones en los diversos géneros en los que me adentraba, forjaron parte de su profesionalidad, talento y singularidad. No hay que olvidar que cada Director de Fotografía suele especializarse en un género determinado. No obstante, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que Pedro Díez era todoterreno. Recuerdo sus maravillosas aportaciones al ‘thriller’ onírico y su admirable capacidad para plasmar en las imágenes una atmosfera de género negro profusa en contrastes de luces y sombras procedentes del tenebrismo pictórico junto a un portentoso uso de la paleta cromática en ‘Su propio reflejo’; o la atmósfera post-apocalíptica mediante el uso de filtros y gelatinas de color, degradados y máquinas de humo gracias a cuyos efectos era capaz de hacer patentes los saltos temporales y las diferentes perspectivas para la narración de cada personaje en la tragicomedia de ciencia-ficción ‘El habitáculo desocupado’, o la composición colorista, cubista y ‘kitsch’ de ‘Días de vino y maría’, un cortometraje finalista en el Certamen Nacional de Cortometrajes Ciudad de Astorga y que ambos presentamos en el Cine Velasco, etc…
Jamás olvidaré los cortometrajes de Pedro Díez…
Durante los años ochenta vivió enriquecedoras experiencias en lo que ahora se conoce como la ‘movida madrileña’, tratando de plasmar sus propuestas bajo un prisma siempre muy humano, siendo amigo y compañero del realizador, productor y director de la FAPAE Eduardo Campoy.
Bajo el título ‘Candidato al infarto’ trataba de mostrar, en clave de comedia, cómo la nueva sociedad y las conductas que habitualmente se prescriben en el seno de la misma para lograr el supuesto bienestar, terminan enfrentadas con la verdadera esencia del ser humano.
Con ‘Voces de primavera’ nos adentraba en una original y hermosa historia de amor donde lo real y lo imaginado, el realismo y el idealismo terminaban fundiéndose hasta límites insospechados, creando quizá un nuevo estilo que bien pudiera ser bautizado como ‘realismo mágico-romántico’…
Fue de los que luchó porque las proyecciones tuvieran cabida igualmente en la Filmoteca de Castilla y León, sobre todo cuando muchas de ellas estaban ya ganando premios importantes en festivales nacionales y habían resultado finalistas en muchos otros. Él personalmente había logrado los más altos galardones en el Festival de Cine de Lorca y de Motril, con un melodrama tragicómico titulado ‘Sé que estás ahí’, un mediometraje donde yo me iniciaba, a su vez, con mis primeros papeles como actor coprotagonista, aunque terminaría aún más seducido por la realización…
En sus últimos años en activo llegó a dar clase en la Escuela de Cine de Ponferrada, poco antes de que desapareciera definitivamente. Durante aquella época presentó en la Sección Escuelas de Cine del Festival de Cortometrajes de Ponferrada, uno de sus últimos cortometrajes, titulado ‘Todo un poema’, con la participación de Ana Andreu, Fernando Aparicio, Ana Castaño y Antonio Gallardo, en el que narraba cómo la imaginación, convertida en poema, trastoca las frágiles relaciones sentimentales de un grupo de jóvenes estudiantes de secundaria.
Sin embargo, en cuanto pudo se acogió a la jubilación anticipada…
Era un momento en el que determinadas escuelas de cine emergentes, en ocasiones asociadas a universidades, habían decidido ofrecer estos estudios con unas matriculas de precio exorbitado, llamativamente elevado, mientras mantenían a los profesores con sueldos precarios, sin que apenas pudieran costearse su estancia en la ciudad… Quizá se trataba de una nueva forma de desprecio hacia el talento que a su vez podía encubrir otras operaciones especulativas, lucrativas, que respondían a intereses espurios que nada tenían que ver con los nobles del Séptimo Arte, en una tónica generalizada en aquellos momentos de pelotazos inmobiliarios y recalificaciones, una fórmula que se repetiría en determinados centros docentes en los que, evidentemente, y como hemos comentado, se menospreciaba sin pudor la figura de sus profesores… A su vez, los estudiantes eran los que decidían el futuro de sus propios enseñantes, exigiendo a veces la entrada de otro personaje más popular, aunque su paso por la escuela fuera fugaz, incluso de tan sólo un día, y a pesar de que ni siquiera tuvieran conexión alguna con la docencia, sin ser conscientes del todo de cómo aquellos otros realizadores con preparación y verdadera vocación para la enseñanza, eran los que les transmitían toda su experiencia en el trabajo del día a día; aquellos que tenían delante, eran precisamente de quienes más podían aprender o con quienes podían llegar incluso a formar equipo…
En ocasiones, algunos profesores invitados a congresos nacionales sobre cine y teatro que se atrevieron a denunciar la situación, terminaron amenazados seriamente por los directivos de estas escuelas. Como a estos centros a veces se habían sumado instituciones de supuesto prestigio, a algunos les invadió el pánico, pero los más intrépidos se atrevieron a llevarlo a los tribunales logrando míticas sentencias por vez primera ante “sacrosantas” instituciones. El gabinete jurídico de asociaciones como SIMBIOSIS siempre estuvo a favor de estos profesores en situación tan precaria, cuyos conocimientos y habilidades fueron utilizados indiscriminadamente y buena parte de sus proyectos plagiados… Llegaron a participar en su defensa prestigiosos abogados como Nicolás Astiárraga, en otro tiempo legendario productor de películas como ‘Arrebato’.
En su momento, y por otra parte como era de esperar, la prensa oficialista decidió no hacerse eco de la importancia de estos procesos, pero periodistas realmente independientes con medios tan sólo regidos por una vocación genuina y ejemplar de objetividad informativa, algunos de los cuales también nacían al lado de propuestas como los documentales y el cine reivindicativo y de denuncia social (ese año también vería la luz la película ‘Tras la verdad sobre Kike’), se dieron cuenta de su relevancia...
Cuando alguna de estas escuelas cerraban, los que habían formado parte de sus equipos directivos decidían lavar su imagen intentando realizar cortometrajes con algún rostro conocido (como irónicamente se refería Rodrigo Cortés con estas palabras: “Algún famoso, famosillo o ‘famosete’, aunque fueran los de ‘tele-tienda’”), y algunos festivales locales y regionales, a veces con una extraña complicidad, y otras veces para darles algo de ‘color’ ante la pobre realización del momento, optaban por otorgarles los premios de su Comunidad.
Pero esta situación provocó que muchos profesores decidieran emigrar y otros acelerar su retiro… Pedro se encontró en el segundo grupo. Fue consciente de todo ello y de cómo le tocaba vivir en fin de una era…
Pedro era una persona tan humilde y tan poco dada a los reconocimientos, que apenas existen imágenes de su persona, ni se ha prodigado en internet, ni en redes sociales ni en medios de comunicación… Por eso es realmente complicado hallar una imagen púbica suya, salvo las de la foto fija de las películas en las que ha participado bien como director o como director de fotografía. Siempre trabajando, nunca posando…
Su implicación con la obra de otros realizadores, más incluso que con la propia, dice mucho de su persona. Por ejemplo, uno de los proyectos en los que se dejó la piel fue en ‘La visión’, de Ricardo Bellera, que narraba la historia de un ciego que se pierde por parajes de alta montaña y que después de superar todo tipo de obstáculos y peligros, se tendrá que enfrentar por sorpresa a un milagro.
Para la elección del protagonista su director contó con Josetxu, el actor especializado en pantomima más célebre de Salamanca, que hacía de ciego, y con Fernando Saldaña, otro de los mejores actores de la ciudad, que encarnaba al pastor. El mismo Pedro Díez, junto a Antonio Martínez, otro realizador que considero imprescindible, llevaron al alimón la dirección de fotografía, y además en esta ocasión él también actuaba como hombre porteador del burro, y también su hija Lis, que interpretaba a una niña con un papel clave en la resolución de la historia. El director reconocía cómo “La idea de este cortometraje parte de dos influencias: una es la que ejerce sobre el visitante el sugerente paisaje que envuelve el pueblo de ‘San Felices de los Gallegos’ en la provincia de Salamanca y otra los estimulantes efectos de una lectura temprana del mito platónico de la caverna. Esta célebre alegoría describe la búsqueda de la verdad y del conocimiento como una meta que aguarda al sabio más allá de nuestro mundo de sombras. Al final éste alcanza la iluminación absoluta pero a cambio se enfrenta a una más que probable muerte. Esta contradicción verdad/muerte me inquietó a leer por primera vez este mito y fue probablemente el origen de este cortometraje… Escribí ‘La visión’ para reivindicar las sombras (y qué sería del cine sin ellas) y, si acaso, sugerir que, a pesar de la crueldad y de la ironía que atenaza y da relieve a nuestras existencias, no existe otra fuente de sabiduría que no sea la propia vida. Como estaba claro que la idea era algo abstracta, incluso poco cinematográfica, desde el principio me decidí a utilizar un formato, el del cine mudo, que consideré como el más adecuado para una visión mítica de estas características. En la parte dramática escogí a un mimo salmantino (Josetxu) porque pensé que sería el que podría conducir al espectador de la mejor manera y con la mayor identificación posible por los vericuetos de esta historia. Con respecto a la narración escogí la parábola de un ciego que se pierde por un paisaje escarpado y que se encuentra obligado a superar toda suerte de obstáculos.”
Pero de nuevo, lo que ocurrió con ‘La visión’ no tiene nombre. Desde su rodaje (en Kodak Blanco y Negro 500 XX) hasta el estreno en la Filmoteca de Castilla y León, situada en la propia Salamanca, donde él residía y cuyos escenarios urbanos aparecieron retratados en la mayor parte de sus cortometrajes, pasaron casi cinco años… Curiosamente este tipo de decisiones por parte de los representantes de determinadas instituciones, se habían convertido en una tónica general en aquellos tiempos, para con los realizadores que incluso comenzaban a destacar en aquella ciudad…
Sin embargo, el mismo año de su realización se presentó en el 7º Festival Internacional de cortometrajes de Dhaka, en Bangladesh, donde tuvo una maravillosa acogida… Este éxito sobrevenido supuso a su vez una inmensa alegría para el equipo de la película… Y sus autores expresaban con emoción contenida (Pedro siempre era de pocas palabras) cómo lo ocurrido en Dhaka demostraba que “a pesar de los pesares, que en una autoproducción llegaban a ser demasiados, la película había alcanzado, partiendo desde San Felices de os Gallegos, un diminuto pueblo de las Arribes del Duero, los corazones de los bengalíes y que éstos, habían entendido perfectamente las claves de un corto que pretende explicar una historia universal sin hacer concesione a culturas o religiones específicas”.
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Durante los años noventa compaginábamos el estudio de nuestras carreras universitarias con la realización de cortometrajes… En medio de aquella colmena rebosante de imaginación creativa, concretamente en la ciudad del Tormes, conocí por vez primera a Pedro Díez.
Fue nada más y nada menos que el responsable de que muchos de nosotros sigamos en este complejo oficio, y más aún cuando tratamos de llevar a cabo y creemos en un cine honesto, de trasfondo social, no exento de reivindicaciones, pleno de sugerencias y que a su vez procure un retrato lo más acertado posible de la sociedad en la que sus personajes se desenvuelven, dentro de la más amplia gama de géneros: no sólo mediante el género de denuncia social sino también en el ‘thriller’, la ciencia-ficción, el melodrama, la comedia, el fantástico…
Sus propuestas siempre resultaban sugerentes y refrescantes… Eran los años noventa… Muchos de nosotros llegábamos a la ciudad del Tormes pletóricos de ideas nuevas y con la necesidad de abarcar conocimientos y experiencias mediante el estudio de diversas carreras, impartidas por universidades como las salmantinas y descubrir, a su vez, nuevas facetas que tanto la ciudad como sus habitantes pudieran ofrecer…
Pedro Díez también admiraba a cineastas como Truffaut, Chaplin, Pagnol, Clemént, Jean Vigo, Berlanga y Bardem, y creía en las pequeñas historias, en cómo las anécdotas sencillas poseían un significado aún más universal, con personajes cuyo comportamiento podía llegar a transformar el medio social en el que vivían… De ahí nuestra sintonía a su vez con cineastas como David y Jonás Trueba, Fernando León de Aranoa, Javier Fesser, Alejandro Amenábar, etc…
Era profesor de Imagen y Sonido en el Instituto Rodriguez Fabrés, de los que estaban convencidos que debían impartir sus clases ofreciendo a cambio prácticas de calidad en forma de cortometrajes que verdaderamente pudieran tener un recorrido por festivales y su visionado superara toda frontera, más allá de la filmoteca del instituto o de otras instituciones locales.
Ahí nació, a su vez, su maravillosa colaboración con la asociación SIMBIOSIS para la promoción de los proyectos del Séptimo Arte y la defensa de los integrantes de sus equipos ante la vulneración de sus derechos. Fueron años de proyectos comunes, realización de muestras de cortometrajes de la asociación en diferentes instituciones y por diversas ciudades, y acuerdos afianzados con prestigiosos equipos técnicos y artísticos para la materialización de numerosos proyectos. La cantera de técnicos de aquél instituto de Imagen y Sonido en esos primeros años resultó magnífica… Muchos de ellos son ahora integrantes activos de equipos de cine y televisión a nivel nacional de indiscutible prestigio.
También fueron los años de realización de nuestro programa “QUÉ GRANDE ES EL CORTO” para la televisión digital con entrevistas y nuestro más firme apoyo a realizadores entonces emergentes, entre los cuales se encontraba un jovencísimo Rodrigo Cortés…
Pedro Díez fue además el Director de Fotografía de mis primeros cortometrajes: su trabajo esmerado y sus aportaciones en los diversos géneros en los que me adentraba, forjaron parte de su profesionalidad, talento y singularidad. No hay que olvidar que cada Director de Fotografía suele especializarse en un género determinado. No obstante, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que Pedro Díez era todoterreno. Recuerdo sus maravillosas aportaciones al ‘thriller’ onírico y su admirable capacidad para plasmar en las imágenes una atmosfera de género negro profusa en contrastes de luces y sombras procedentes del tenebrismo pictórico junto a un portentoso uso de la paleta cromática en ‘Su propio reflejo’; o la atmósfera post-apocalíptica mediante el uso de filtros y gelatinas de color, degradados y máquinas de humo gracias a cuyos efectos era capaz de hacer patentes los saltos temporales y las diferentes perspectivas para la narración de cada personaje en la tragicomedia de ciencia-ficción ‘El habitáculo desocupado’, o la composición colorista, cubista y ‘kitsch’ de ‘Días de vino y maría’, un cortometraje finalista en el Certamen Nacional de Cortometrajes Ciudad de Astorga y que ambos presentamos en el Cine Velasco, etc…
Jamás olvidaré los cortometrajes de Pedro Díez…
Durante los años ochenta vivió enriquecedoras experiencias en lo que ahora se conoce como la ‘movida madrileña’, tratando de plasmar sus propuestas bajo un prisma siempre muy humano, siendo amigo y compañero del realizador, productor y director de la FAPAE Eduardo Campoy.
Bajo el título ‘Candidato al infarto’ trataba de mostrar, en clave de comedia, cómo la nueva sociedad y las conductas que habitualmente se prescriben en el seno de la misma para lograr el supuesto bienestar, terminan enfrentadas con la verdadera esencia del ser humano.
Con ‘Voces de primavera’ nos adentraba en una original y hermosa historia de amor donde lo real y lo imaginado, el realismo y el idealismo terminaban fundiéndose hasta límites insospechados, creando quizá un nuevo estilo que bien pudiera ser bautizado como ‘realismo mágico-romántico’…
Fue de los que luchó porque las proyecciones tuvieran cabida igualmente en la Filmoteca de Castilla y León, sobre todo cuando muchas de ellas estaban ya ganando premios importantes en festivales nacionales y habían resultado finalistas en muchos otros. Él personalmente había logrado los más altos galardones en el Festival de Cine de Lorca y de Motril, con un melodrama tragicómico titulado ‘Sé que estás ahí’, un mediometraje donde yo me iniciaba, a su vez, con mis primeros papeles como actor coprotagonista, aunque terminaría aún más seducido por la realización…
En sus últimos años en activo llegó a dar clase en la Escuela de Cine de Ponferrada, poco antes de que desapareciera definitivamente. Durante aquella época presentó en la Sección Escuelas de Cine del Festival de Cortometrajes de Ponferrada, uno de sus últimos cortometrajes, titulado ‘Todo un poema’, con la participación de Ana Andreu, Fernando Aparicio, Ana Castaño y Antonio Gallardo, en el que narraba cómo la imaginación, convertida en poema, trastoca las frágiles relaciones sentimentales de un grupo de jóvenes estudiantes de secundaria.
Sin embargo, en cuanto pudo se acogió a la jubilación anticipada…
Era un momento en el que determinadas escuelas de cine emergentes, en ocasiones asociadas a universidades, habían decidido ofrecer estos estudios con unas matriculas de precio exorbitado, llamativamente elevado, mientras mantenían a los profesores con sueldos precarios, sin que apenas pudieran costearse su estancia en la ciudad… Quizá se trataba de una nueva forma de desprecio hacia el talento que a su vez podía encubrir otras operaciones especulativas, lucrativas, que respondían a intereses espurios que nada tenían que ver con los nobles del Séptimo Arte, en una tónica generalizada en aquellos momentos de pelotazos inmobiliarios y recalificaciones, una fórmula que se repetiría en determinados centros docentes en los que, evidentemente, y como hemos comentado, se menospreciaba sin pudor la figura de sus profesores… A su vez, los estudiantes eran los que decidían el futuro de sus propios enseñantes, exigiendo a veces la entrada de otro personaje más popular, aunque su paso por la escuela fuera fugaz, incluso de tan sólo un día, y a pesar de que ni siquiera tuvieran conexión alguna con la docencia, sin ser conscientes del todo de cómo aquellos otros realizadores con preparación y verdadera vocación para la enseñanza, eran los que les transmitían toda su experiencia en el trabajo del día a día; aquellos que tenían delante, eran precisamente de quienes más podían aprender o con quienes podían llegar incluso a formar equipo…
En ocasiones, algunos profesores invitados a congresos nacionales sobre cine y teatro que se atrevieron a denunciar la situación, terminaron amenazados seriamente por los directivos de estas escuelas. Como a estos centros a veces se habían sumado instituciones de supuesto prestigio, a algunos les invadió el pánico, pero los más intrépidos se atrevieron a llevarlo a los tribunales logrando míticas sentencias por vez primera ante “sacrosantas” instituciones. El gabinete jurídico de asociaciones como SIMBIOSIS siempre estuvo a favor de estos profesores en situación tan precaria, cuyos conocimientos y habilidades fueron utilizados indiscriminadamente y buena parte de sus proyectos plagiados… Llegaron a participar en su defensa prestigiosos abogados como Nicolás Astiárraga, en otro tiempo legendario productor de películas como ‘Arrebato’.
En su momento, y por otra parte como era de esperar, la prensa oficialista decidió no hacerse eco de la importancia de estos procesos, pero periodistas realmente independientes con medios tan sólo regidos por una vocación genuina y ejemplar de objetividad informativa, algunos de los cuales también nacían al lado de propuestas como los documentales y el cine reivindicativo y de denuncia social (ese año también vería la luz la película ‘Tras la verdad sobre Kike’), se dieron cuenta de su relevancia...
Cuando alguna de estas escuelas cerraban, los que habían formado parte de sus equipos directivos decidían lavar su imagen intentando realizar cortometrajes con algún rostro conocido (como irónicamente se refería Rodrigo Cortés con estas palabras: “Algún famoso, famosillo o ‘famosete’, aunque fueran los de ‘tele-tienda’”), y algunos festivales locales y regionales, a veces con una extraña complicidad, y otras veces para darles algo de ‘color’ ante la pobre realización del momento, optaban por otorgarles los premios de su Comunidad.
Pero esta situación provocó que muchos profesores decidieran emigrar y otros acelerar su retiro… Pedro se encontró en el segundo grupo. Fue consciente de todo ello y de cómo le tocaba vivir en fin de una era…
Pedro era una persona tan humilde y tan poco dada a los reconocimientos, que apenas existen imágenes de su persona, ni se ha prodigado en internet, ni en redes sociales ni en medios de comunicación… Por eso es realmente complicado hallar una imagen púbica suya, salvo las de la foto fija de las películas en las que ha participado bien como director o como director de fotografía. Siempre trabajando, nunca posando…
Su implicación con la obra de otros realizadores, más incluso que con la propia, dice mucho de su persona. Por ejemplo, uno de los proyectos en los que se dejó la piel fue en ‘La visión’, de Ricardo Bellera, que narraba la historia de un ciego que se pierde por parajes de alta montaña y que después de superar todo tipo de obstáculos y peligros, se tendrá que enfrentar por sorpresa a un milagro.
Para la elección del protagonista su director contó con Josetxu, el actor especializado en pantomima más célebre de Salamanca, que hacía de ciego, y con Fernando Saldaña, otro de los mejores actores de la ciudad, que encarnaba al pastor. El mismo Pedro Díez, junto a Antonio Martínez, otro realizador que considero imprescindible, llevaron al alimón la dirección de fotografía, y además en esta ocasión él también actuaba como hombre porteador del burro, y también su hija Lis, que interpretaba a una niña con un papel clave en la resolución de la historia. El director reconocía cómo “La idea de este cortometraje parte de dos influencias: una es la que ejerce sobre el visitante el sugerente paisaje que envuelve el pueblo de ‘San Felices de los Gallegos’ en la provincia de Salamanca y otra los estimulantes efectos de una lectura temprana del mito platónico de la caverna. Esta célebre alegoría describe la búsqueda de la verdad y del conocimiento como una meta que aguarda al sabio más allá de nuestro mundo de sombras. Al final éste alcanza la iluminación absoluta pero a cambio se enfrenta a una más que probable muerte. Esta contradicción verdad/muerte me inquietó a leer por primera vez este mito y fue probablemente el origen de este cortometraje… Escribí ‘La visión’ para reivindicar las sombras (y qué sería del cine sin ellas) y, si acaso, sugerir que, a pesar de la crueldad y de la ironía que atenaza y da relieve a nuestras existencias, no existe otra fuente de sabiduría que no sea la propia vida. Como estaba claro que la idea era algo abstracta, incluso poco cinematográfica, desde el principio me decidí a utilizar un formato, el del cine mudo, que consideré como el más adecuado para una visión mítica de estas características. En la parte dramática escogí a un mimo salmantino (Josetxu) porque pensé que sería el que podría conducir al espectador de la mejor manera y con la mayor identificación posible por los vericuetos de esta historia. Con respecto a la narración escogí la parábola de un ciego que se pierde por un paisaje escarpado y que se encuentra obligado a superar toda suerte de obstáculos.”
Pero de nuevo, lo que ocurrió con ‘La visión’ no tiene nombre. Desde su rodaje (en Kodak Blanco y Negro 500 XX) hasta el estreno en la Filmoteca de Castilla y León, situada en la propia Salamanca, donde él residía y cuyos escenarios urbanos aparecieron retratados en la mayor parte de sus cortometrajes, pasaron casi cinco años… Curiosamente este tipo de decisiones por parte de los representantes de determinadas instituciones, se habían convertido en una tónica general en aquellos tiempos, para con los realizadores que incluso comenzaban a destacar en aquella ciudad…
Sin embargo, el mismo año de su realización se presentó en el 7º Festival Internacional de cortometrajes de Dhaka, en Bangladesh, donde tuvo una maravillosa acogida… Este éxito sobrevenido supuso a su vez una inmensa alegría para el equipo de la película… Y sus autores expresaban con emoción contenida (Pedro siempre era de pocas palabras) cómo lo ocurrido en Dhaka demostraba que “a pesar de los pesares, que en una autoproducción llegaban a ser demasiados, la película había alcanzado, partiendo desde San Felices de os Gallegos, un diminuto pueblo de las Arribes del Duero, los corazones de los bengalíes y que éstos, habían entendido perfectamente las claves de un corto que pretende explicar una historia universal sin hacer concesione a culturas o religiones específicas”.






