Samuel Yebra Pimentel
Sábado, 24 de Marzo de 2018

Los polvitos de los Panero

 

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El enfrentamiento o la reclamación por las pertenencias de Leopoldo María Panero se ha aireado como un quítame allá esos polvitos. Nada menos que cuatro cajas con objetos personales, un puñado de cenizas, que si no eran todas de él, al menos en parte sí lo son (hay que descontar las de su ataúd y sus vestimentas, que a la lumbre se hicieron indistintos) y, como no, los derechos de autor…


Seamos serios, esas cenizas son un símbolo y como tal pueden ser atractivo de los posibles fans que recalarían en Astorga. Esas cenizas como caídas del cielo en vaivén helicoidal a la tumba de Leopoldo Panero, donde "esperan" todavía los restos de Juan Panero, ‘Michi’ y los de su queridísima prima Marisa Alonso Panero. La muerte no pone las cosas en su lugar, las descoloca definitivamente.


Qué tienen esas cenizas que tanto valgan: en primer lugar son la pantalla a los derechos de autor, que podrían ser suculentos. Percibimos como un acto de piedad el reclamar el residuo de quien fuera el poeta más maldito y abandonado de las letras hispanas y no el pedir la 'pasta' de su herencia, aunque sea en derecho; que así es, al parecer.


Para la ciudad de Astorga o para su ‘intelligentsia política' poco o nada importa la traición que se hará al poeta al traer sus cenizas a la oscuridad de esa tumba. Carecen de imaginación para ponerse en el lugar de Leopoldo María Panero y sentir que estos lodos (aquellos polvos) se revolverían a la sola mención de su inminente paradero: “Y yo lo oigo como hace de la infamia gloria, de la crueldad encanto”. ¿Será esa la razón, su profecía autoincumplida? Tal vez Leopoldo María, de tener esa propiedad vivificadora que asignamos a sus cenizas, escupiría sobre su propia y enajenada tumba. Lo que de verdad importa a quienes están dispuestos a acoger esos polvillos es su posible valor crematístico. Imagínense a todos los sepultados en la 'tumba Panero' revividos, charlando acompañados en luz a la espera del final del juicio de cuanto amaron. (Papini sea sordo)


Hay más de Leopoldo María en un verso suyo, en una anotación realizada en cualquiera de sus pañuelos que en todas las cenizas del mundo entero, aunque fueren las escorias de su cuerpo en la hoguera: “Así  arderá tu cuerpo / y del Sabbath quedará / tan solo una lágrima / y tu aullido.” Luego de la condena, una carbonilla es siempre igual a otra carbonilla. (Vuelen carbonillas a Astorga, pero que no vengan paneros...)


Lo que viene detrás, lo que oculta esta escenificación es la perversión de su malditismo en aguachirle de vino amargo, con la idea del peregrinaje de los adeptos para adorar las reliquias del santo. Solo algunos pocos se regodearán con la lucha ultratumbana entre unos familiares que se desprecian y pedirían cuentas. Para la política cultural de Astorga otro prestigio cínico y una Meca que supondría un poco más de ocupación hotelera al cabo del año.


En esa tumba no estará jamás lo que quede de Leopoldo María Panero, ni habrá nada suyo. Mejor sería que los herederos donaran algo más mundano y espiritual que esa pizca de guano: las cuatro cajas con sus pertenencias de última hora y sobre todo sus escritos, si los hubiera. 

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