Aidan Mcnamara
Sábado, 26 de Mayo de 2018

La Gala A Pagar

 

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Vaya semana, vaya quincena, vaya época. Pero estoy de muy buen humor. He pasado todo el día con DeNiro y Pacino, mis gatos. Hay tanta locura que ha decidido morirse Philip Roth para juntarse con Vázquez Montalbán e irse de copas en el paraíso trisquel para reírse de los de la Academia Sueca, disfrutar del sexo de los ángeles y jugar al futbolín celestial con Bin Laden. “Calma, calma”, dicen DeNiro y Pacino, “apestas a histeria”. Tienen razón. Son gatos kurdos. No están para bromas. “Oye, ¿por qué no nos cuentas algo que no saldrá en la cadena ser”?. “Cadena Ser, querríais decir”, digo yo. “No, no. Con minúsculas, que es más poéticamente veraz. Venga. Adelante”. Bueno, anda. Vale.

 

Érase una vez una familia perfecta. Los Galápagos. Astuto y Santina y sus hijos gemelos Ikea Y Bonsái. Y los dos perros, Iñigo y Tuit. Vivían lejos de la gran ciudad, en una colonia nudista rodeada de verdor no casposo. Tenían de todo. Comida natural, vino rico de la tierra y un coche ecológico para urgencias, un Opel Zaplana. Eran felices, cordiales, cultos, comprometidos, buenos vecinos, unidos pero discretos. Trataban a sus empleados, una criada filipina Bescansina y el jardinero catalán Quim, con mucha honra y generosidad, cumpliendo los convenios laborales vigentes y permitiéndoles el uso de la piscina y la biblioteca en sus días libres. Era una familia muy querida y respetada por todo el mundo incluyendo el alcalde, aunque éste no entendiera su estilo de vida, su afán naturalista, su transparencia, su forma de ser. Pero, de todos modos, las malas lenguas del pueblo (muy pocas porque se había aprobado una ordenanza municipal contra la envidia) decían que el alcalde no tenía muchas luces, que solo sabía contar hasta 154…

 

  • Y cómo se llamaba el alcalde, pregunta DeNiro.
  • Bildu Valls Esteban.
  • Ah. De acuerdo. Sigue.

Pues, como os podéis imaginar, Los Galápagos, que era gente sensible, a veces se preguntaban y se cuestionaban: qué suerte, qué felicidad, qué buena fortuna, qué salud…pero qué miedo si nos pasa algo a nosotros o a nuestros retoños. Tantas preocupaciones y los motivos detrás de ellas…que si el clima, que si la guerra entre Italia y Túnez sobre los refugiados, el terrorismo separatista en Ibiza, el inminente colapso de la UE, las nuevas bacterias, los robots, el populismo del centro, la pornografía animal, los hackers de siete y ocho años…¡qué mundo les espera! Y si pasa algo antes de que se hayan independizado o si morimos nosotros primero…  

 

  • Algo tiene que pasar, dice Pacino (que tiene un máster en lo obvio por la Universidad de Pyongyang), porque es un cuento y no un microrrelato tipo posmoderno, un género inventado por y para vagos sin mucha gasolina creativa ni siquiera para escupir un aforismo medianamente decente y lúcido… He visto hasta tatuajes más locuaces en Magaluf en los tobillos de los turistas que van de seres humanos los días laborales.
  • Correcto. Algo pasa. Ten paciencia. Y deja de generalizar. O cenas pienso a secas.
  • Claro. Perdón. Pero solo una cosa más, porfa, porfa, una cosita. ¿No vas a dejar caer una referencia mordaz para con los de Ciudadanos?
  • Hoy no. Anoche soñé con Albert y Pablo Casado de cita a ciegas en un capítulo de First Dates y tuve que buscar una lupa y llamar a mis abogados.
  • Pues mejor que yo. Lo mío fue una pesadilla. Álvarez Cascos con Carmena…
  • Calla, calla. ¿Sigo?
  • Sí. Si.

Un día los hijos se presentan delante de sus padres en la cocina donde Santina se encuentra con su marido peinando la coleta fuerte pero algo canosa de éste.

 

  • ¿Qué os pasa, cariños? Tenéis unas caras muy largas. Venga, soltad.
  • Bueno. Nos damos cuenta, dice Ikea, que ya no somos niños, quiero decir niña y niño, y que ya es hora de que…es que no somos felices aquí.
  • ¿Cómo? ¿Qué os pasa?
  • Estamos hartos de estar en la sierra. No hay nada aquí. No tenemos los amigos que queremos. El transporte público es una mierda. Fomento lleva treinta años prometiéndonos un tren nocturno en condiciones. Peor que en Murcia. Nos perdemos todas las manifestaciones, los mítines y los escraches de la ciudad, y los museos, el teatro, el cine en versión original en pantallas de verdad, las charlas,  las fiestas, los bailes, el botellón, las drogas de diseño, el sexo copioso de todo tipo hasta grupal siempre que haya consentimiento mutuo y protección adecuada, el activismo en general, la diversidad étnica, y la oferta de sushi del pueblo deja mucho que desear.

A Santina se le cae el peine y una lágrima. A su marido, una autobiografía de Maduro edición/formato paquete de Ducados.

 

  • Pero aquí estamos en la gloria, en el paraíso. Y tenemos fibra óptica con Streaming óptimo, dice Astuto. Vaya manera de mostrar vuestra gratitud.
  • Papá, dice Bonsái, ya tenemos dieciocho años. Queremos mudarnos a la ciudad. Podemos visitaros los domingos como el abuelo y la abuela. Hemos encontrado un hueco en una casa de okupas en Vallecas regentada por nuestro amigo, Kichi Junior.
  •  

Astuto y Santina se miran con algo de consternación mezclada con tristeza y Santina dice:

 

  • ¿Y cómo vais a vivir sin trabajo, sin estudios, en fin, sin dinero?
  • Pues hemos pensado en pedir un préstamo.
  • ¿A quién? ¿Sin aval? ¿Cómo?
  • A vosotros. Ya no os hace falta tener servicio. Podríais alquilar esas habitaciones a los sirios y de todos modos ya es hora de buscarnos la vida.
  • ¿Y echar a la calle a Doña Bescansina y Don Quim?
  • Tendrán sus pensiones,……………………. ¿no?

Miro a mí alrededor y noto que los gatos están durmiendo, Pero no me enfado. Seguro que han oído este cuento miles de veces. Me sirvo una cerveza marca 15M y pienso en mis padres, George Orwell y la UCO. Yo también me quedo frito. La realidad quema. Pero los sueños caducan.

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