Salud para todos
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Ahora el nuevo gobierno, enarbolando un espíritu humanitario, por cierto tan necesario en la situación de este mundo mundial al que hemos llegado por la feroz hambruna de los intereses económicos de unos pocos, el nuevo gobierno, digo, abre las puertas a la Sanidad Universal. El derecho a la vida lleva implícito el derecho a tener una buena vida, lo que implica, en primer lugar, tener una salud saludable. Es un axioma absoluto. Es un bello y hermoso primer gesto de una legislatura para con los más necesitados. Es algo que nos pide el corazón y las entrañas. Es lo que siempre tuvo que ser y no ha sido. Es el principio básico de una sociedad higiénica. Es una sensación de protección vital que nos conforta y relaja nuestras angustias frente a las dolencias presentes y futuras. ¡Qué buen comienzo!
Pero yo me pregunto, no sin cierta sorpresa, cómo tiene pensado el gobierno resolver esta bonita intención. Estamos como los últimos de Filipinas. Dicho de otro modo, o a modo Rajoy, como los últimos de Filipinas estamos. Es un chascarrillo que no me he podido aguantar. Me refiero que el gobierno se posiciona en defensa de unos ideales que a mi inocencia en el campo de la economía y administración pública le parece tremendamente difíciles de cumplir.
Teniendo en cuenta que se están cerrando continuamente camas en los hospitales por falta de personal; que se están rescindiendo continuamente contratos en el campo de la Sanidad, que se están dando larguísimos tiempos de espera a los enfermos; que los pasillos de urgencias están abarrotados; que la calidad de la Sanidad ha empeorado muchísimo; que todo el mundo protesta: los médicos protestan por sus condiciones precarias de trabajo; los enfermos protestan por la deficiente atención que reciben; el Ministro protesta porque no tiene dinero para más…
En fin, teniendo en cuenta la deteriorada situación en la que se encuentra la Sanidad yo me pregunto dónde, cómo, cuándo y con qué medios se va a atender a todos estos nuevos concurrentes a los que se les abre las puertas de la tan necesaria atención médica. Si antes de poner en marcha las buenas intenciones no se hace una reestructuración del sistema sanitario y una reestructuración del sistema financiero del país, no me hago a la idea de cómo vamos a ser cuidados en nuestros achaques.
Ya estamos mal atendidos los que somos y si ahora, sin más medidas previas, se aumenta considerablemente la afluencia a dicha atención médica, va a ser interesante que la gente empiece a conocer otra medicina alternativa, la medicina naturista, y empiece a utilizar otro tipo de terapias menos agresivas para su sanación como, por ejemplo, la neuropatía, la osteopatía, la homeopatía, la acupuntura, el reiki, la meditación, las infusiones de hierbas, y muchas otras terapias alternativas más, mal que le pese al nuevo Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque. Que, por cierto, por mucho astronauta que sea, y por mucha tecnología que sepa, me parece que no es de su competencia, ni muy correcto, el arremeter de una manera tan poco científica, como es el insulto y desprecio público, contra las distintas terapias de la salud. Más bien me ha parecido el portavoz de marketing de la Gran Industria Farmacéutica (que todos sabemos, sin necesidad de ser muy ilustrados, que es la que mueve el mundo porque controla la salud mundial a su antojo, es decir, al antojo de sus finanzas).
Tampoco hay que ser fanático e intolerante. Para unos casos será mejor unas terapias y para otros casos otra. El problema es que estas terapias alternativas que están en funcionamiento con muy buenos, buenos y menos buenos resultados (como pasa en la medicina tradicional) (pero en este caso sin efectos secundarios) no están subvencionadas por el Estado y le cuesta al bolsillo particular. Por eso la gente se lo piensa y acaba yendo a su médico asignado y comprando las recetas que la Seguridad Social le proporciona y subvenciona. Sobre todo las personas mayores, jubilados, que consideran que por ser mayores tienen que atiborrarse a fármacos. Parece que les da más garantía de vida aunque lo que tomen tengan efecto placebo o lo que les arregle unas pastilla les desarregle otras. Y, en muchos casos, lo que les anima a medicarse tanto es que sólo pagan el 10% de su coste, el resto lo paga el Estado. Qué bien.
Pero se me ocurre que si en este nuevo cambio existencial de la Sanidad Pública y Universal se considerara el arropar económica y estatalmente a estas terapias alternativas, a las que cada vez hay más personas sensibles e interesadas y que, además, ya tienen su pequeña estructura montada por lo que el desembolso estatal no sería demasiado grande, se conseguiría desviar la excesiva afluencia de los ambulatorios y hospitales a las consultas de la medicina naturista, y se aliviaría así el sistema, y todos estaríamos mejor atendidos.
Ahí desembucho mi idea. Sanidad para todos y que todos podamos elegir el tipo de sanidad. La naturista sería mucho menos costosa para el erario público y quienes creemos en ella mucho más benéfica para los dolientes. Podría contar numerosos casos empíricos de la buenísima efectividad de estas terapias, pero sería un libro. Salud.
O témpora o mores.
Ahora el nuevo gobierno, enarbolando un espíritu humanitario, por cierto tan necesario en la situación de este mundo mundial al que hemos llegado por la feroz hambruna de los intereses económicos de unos pocos, el nuevo gobierno, digo, abre las puertas a la Sanidad Universal. El derecho a la vida lleva implícito el derecho a tener una buena vida, lo que implica, en primer lugar, tener una salud saludable. Es un axioma absoluto. Es un bello y hermoso primer gesto de una legislatura para con los más necesitados. Es algo que nos pide el corazón y las entrañas. Es lo que siempre tuvo que ser y no ha sido. Es el principio básico de una sociedad higiénica. Es una sensación de protección vital que nos conforta y relaja nuestras angustias frente a las dolencias presentes y futuras. ¡Qué buen comienzo!
Pero yo me pregunto, no sin cierta sorpresa, cómo tiene pensado el gobierno resolver esta bonita intención. Estamos como los últimos de Filipinas. Dicho de otro modo, o a modo Rajoy, como los últimos de Filipinas estamos. Es un chascarrillo que no me he podido aguantar. Me refiero que el gobierno se posiciona en defensa de unos ideales que a mi inocencia en el campo de la economía y administración pública le parece tremendamente difíciles de cumplir.
Teniendo en cuenta que se están cerrando continuamente camas en los hospitales por falta de personal; que se están rescindiendo continuamente contratos en el campo de la Sanidad, que se están dando larguísimos tiempos de espera a los enfermos; que los pasillos de urgencias están abarrotados; que la calidad de la Sanidad ha empeorado muchísimo; que todo el mundo protesta: los médicos protestan por sus condiciones precarias de trabajo; los enfermos protestan por la deficiente atención que reciben; el Ministro protesta porque no tiene dinero para más…
En fin, teniendo en cuenta la deteriorada situación en la que se encuentra la Sanidad yo me pregunto dónde, cómo, cuándo y con qué medios se va a atender a todos estos nuevos concurrentes a los que se les abre las puertas de la tan necesaria atención médica. Si antes de poner en marcha las buenas intenciones no se hace una reestructuración del sistema sanitario y una reestructuración del sistema financiero del país, no me hago a la idea de cómo vamos a ser cuidados en nuestros achaques.
Ya estamos mal atendidos los que somos y si ahora, sin más medidas previas, se aumenta considerablemente la afluencia a dicha atención médica, va a ser interesante que la gente empiece a conocer otra medicina alternativa, la medicina naturista, y empiece a utilizar otro tipo de terapias menos agresivas para su sanación como, por ejemplo, la neuropatía, la osteopatía, la homeopatía, la acupuntura, el reiki, la meditación, las infusiones de hierbas, y muchas otras terapias alternativas más, mal que le pese al nuevo Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque. Que, por cierto, por mucho astronauta que sea, y por mucha tecnología que sepa, me parece que no es de su competencia, ni muy correcto, el arremeter de una manera tan poco científica, como es el insulto y desprecio público, contra las distintas terapias de la salud. Más bien me ha parecido el portavoz de marketing de la Gran Industria Farmacéutica (que todos sabemos, sin necesidad de ser muy ilustrados, que es la que mueve el mundo porque controla la salud mundial a su antojo, es decir, al antojo de sus finanzas).
Tampoco hay que ser fanático e intolerante. Para unos casos será mejor unas terapias y para otros casos otra. El problema es que estas terapias alternativas que están en funcionamiento con muy buenos, buenos y menos buenos resultados (como pasa en la medicina tradicional) (pero en este caso sin efectos secundarios) no están subvencionadas por el Estado y le cuesta al bolsillo particular. Por eso la gente se lo piensa y acaba yendo a su médico asignado y comprando las recetas que la Seguridad Social le proporciona y subvenciona. Sobre todo las personas mayores, jubilados, que consideran que por ser mayores tienen que atiborrarse a fármacos. Parece que les da más garantía de vida aunque lo que tomen tengan efecto placebo o lo que les arregle unas pastilla les desarregle otras. Y, en muchos casos, lo que les anima a medicarse tanto es que sólo pagan el 10% de su coste, el resto lo paga el Estado. Qué bien.
Pero se me ocurre que si en este nuevo cambio existencial de la Sanidad Pública y Universal se considerara el arropar económica y estatalmente a estas terapias alternativas, a las que cada vez hay más personas sensibles e interesadas y que, además, ya tienen su pequeña estructura montada por lo que el desembolso estatal no sería demasiado grande, se conseguiría desviar la excesiva afluencia de los ambulatorios y hospitales a las consultas de la medicina naturista, y se aliviaría así el sistema, y todos estaríamos mejor atendidos.
Ahí desembucho mi idea. Sanidad para todos y que todos podamos elegir el tipo de sanidad. La naturista sería mucho menos costosa para el erario público y quienes creemos en ella mucho más benéfica para los dolientes. Podría contar numerosos casos empíricos de la buenísima efectividad de estas terapias, pero sería un libro. Salud.
O témpora o mores.