Roberto Prada Gallego
Viernes, 22 de Junio de 2018

Un poco de fútbol

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Que este Mundial lo podemos ganar es tan cierto como que si Lopetegui no hubiera firmado por el Real Madrid sino por otro club seguiría siendo nuestro seleccionador. Nada tengo contra Rubiales, al contrario, falta hacía en la Federación personas que no se creyeran que aquella es su casa. Y, en consecuencia, que actuaran como si lo fuera. Sin embargo, al igual que no se es mejor por el hecho de ser joven, ser nuevo y lo anterior caduco y anquilosado no nos salva de que sea peor que lo que ya existía. El ex del Levante se ha visto con el poder en las manos y como si de un Pedro Sánchez cualquiera se tratara ha decidido mover los huesos de Lopetegui a otro espacio. “Mentir, follar y morir” como quedó escrito Céline; primero fue la propia Federación española la que dijo que habían estado al tanto de las negociaciones del humillado seleccionador, para después en una deplorable rueda de prensa afirmar que lo habían hecho para salvar la cara al nuevo entrenador de Real Madrid. Por si fuera poco, la presentación del entrenador del equipo blanco fue inmaculada y elegante, un poco como jugaba el anterior ocupante del banquillo. No piensen que esto va a ser una cruzada de los madridistas hacia nuestra selección, que cualquiera sabe que el fútbol hace más por vertebrar nuestro país que muchos presidentes de Comunidades Autónomas que tienen sueños húmedos con naciones soberanas y hasta piden más y más y que les miren todo el tiempo. Tampoco quisiera caer en la politización del fútbol, que para eso ya estuvo Galeano y me parece un ejercicio realmente estomagante. El fútbol es algo intrascendente, pero que cumple una función social: nos mantiene entretenidos. De qué otra forma íbamos a pasar el verano sino viendo partidos a las dos, a las cinco y a las ocho, programados de tal manera que podamos levantarnos a secarnos un poco la espalda que se quedó pegada al sofá y vuelta al siguiente. Si es que duran más los anuncios de las películas de Antena 3. De qué vivirían todos esos sesudos analistas y periodistas si no fuera por ese peinado nuevo del Neymar de turno, esa mano sospechosa de Ronaldo en el cuádriceps o ese futbolista que se besa el escudo como pidiendo una renovación por su buen hacer y su amor a los colores. 

 

                                                                                 

 

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