Presentación Ultramarina de LIBROS AND EROS. Greguerías y aforismos
El sábado de mañana, en un ambiente de rastrillo, el león, tuvo lugar la presentación de la novedad ’LIBROS & EROS. Greguerías y aforismos'. El acto comenzó con un recorrido iniciado en la Plaza del Grano siguiendo por la Calle del Barranco, donde se dejó un ejemplar a la puerta de un antiguo lupanar, hasta la plaza de Don Gutierre, donde se hizo el ‘paseo de la busca’ , "el laberinto en fiebre de aventura de la ganga" del mercado callejero de antigüedades y chamarilerías de la Cuesta de Cadorniga hasta llegar al semisotano blasonado del bar Begoña 2. Aquí intervinieron el editor Malabia, el prologuista, algunos de los autores presentes y el epílogista. Seguidamente tuvo lugar la comida de otoño de los ultramarinos.
A continuación ofrecemos el prólogo y epílogo de esta colección de aforismos sicalípticos de Manual de Ultramarinos que solo se podrán adquirir en la librería Galatea de León.
![[Img #40066]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2018/8130_escanear0003.jpg?39)
PRÓLOGO
Quisiera uno escribir aquí una introducción tan enjundiosa como la de El Retrato de Dorian Gray. No me refiero a la apócrifa, impostada por Gómez de la Serna y atribuida a Oscar Wilde, sino al prefacio que este último, gran aforista, pergeñó en un par de espléndidas páginas hilando unas líneas breves, autocontenidas e inspiradas, que comienzan por: “El artista es creador de cosas bellas” y concluyen: “Todo arte es completamente inútil”.
Hay quienes piensan que el género de la greguería, del estallido pletórico, es menor no sólo en longitud, sino incluso en sus pretensiones: un quiero y no puedo. Y si además, citando a CJC, lo ceñimos a la temática de “cachondeos, escarceos y otros meneos” que nos ocupa, entonces el pretendido fogonazo se convierte en coitus interruptus, el desfogue deviene en gatillazo, las salvas resultan ser de fogueo…, y todo queda en pólvora mojada o, peor aún, en polvo a medias.
“Rascar el higo” es el significado literal de sicalipsis atendiendo a su etimología, tan fantástica y extravagante como la pertenencia al santoral de San Cojonciano y San Cucufato, o de las santas meretrices que con mucho desparpajo cita Cervantes en su prólogo al Quijote. ¿No será todo esto un devaneo insustancial, como consejo de arbitrista o erudición huera?
Una lectura sin prejuicios, sin embargo, desengañará de tal apreciación de vanalidad. Manual de Ultramarinos tiene una larga trayectoria en esta línea editorial, y su Colección Sicalípticos cuenta ya con una media docena de títulos que han trascendido con creces su inicial propósito de mero jugueteo literario. Y como casan tan bien “libros y eros”, todos, quien más, quien menos, vamos engrosando (es un decir) el infierno de nuestra biblioteca con ejemplares como el que tenemos entre manos.
Cuando se trata de estos asuntos, siempre me viene a la mente el caso clínico cuyo historial recojo aquí:
![[Img #40065]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2018/5233_exlibriseroticis.jpg?38)
Observación 129:
Bibliofilia erótica, fetichismo
Señor N. N., 41 años, procede de familia con antecedentes neuropáticos. Buen estudiante, nunca estuvo enfermo de consideración. Sentía ya de niño predilección por los libros bien encuadernados, sobre todo por los de cuero fino y papel satinado, porque cuando los acariciaba experimentaba una sensación de excitación libidinosa. Durante años este juego se dio con perfecta inocencia.
Al llegar a la pubertad se dio cuenta de que aquello era inmoral y se obligó a sí mismo a dejarlo. A partir de entonces esas situaciones también se le presentaban en sueños y no tardaron en ir acompañadas de poluciones. Asegura haberse aliviado al principio manualmente hojeando libros y acariciando sus páginas. Al cabo de un tiempo llegó al onanismo psíquico, al representarse situaciones de este tipo y lograr así el orgasmo y la eyaculación. Esto le provocó neurastenia.
Afirma que, por pudor y falta de libido y miedo a contagios, a fecha de hoy, sólo ha consumado el sexus biblium en la intimidad del hogar, nunca en bibliotecas ajenas. El paciente es de constitución delicada y anémico. Su sentimiento de dignidad anda por los suelos.
Se le dan consejos relativos a los daños derivados de su parafilia para el fortalecimiento de los centros sexuales, así como tendentes a la satisfacción de la vita sexualis por medios normales tan pronto como se tengan perspectivas de éxito y ello resulte posible.
A tenor de lo anterior, ¡qué buena literatura médica, tal vez por impremeditada, ha habido de Freud a Sacks, pasando por Kraft-Ebing! ¿Podremos decir lo mismo de la sicalíptica algún día? ¿Ya?
El infierno también está empedrado de buenas intenciones. Adelante, pues. No con otro propósito las páginas que siguen, lejos de pesar como una losa, son leves como los preliminares del cortejo, esperanzadas como una víspera de fiesta, ilusionadas cual Noche de Reyes... Lo mejor está por venir.
![[Img #40062]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2018/7776_016.jpg?38)
![[Img #40063]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2018/1136_070.jpg?27)
ULTRAFORISMOS (EPÍLOGO)
No es fácil definir lo que es el aforismo. Podríamos decir que se distingue de otras paremias por su mayor profundidad, por su carácter elevado, por su tono más filosófico y sentencioso, pero, sobre todo, por ser (o intuirse)la reflexión que lo sustenta fruto de la experiencia personal, única e intransferible, de su autor.
Sobrevuela magistralmente el carácter evidente del axioma o la frivolidad del tuit, e ignora el tono moralizante del adagio, el refrán, el proverbio... En ocasiones se acerca al efecto sorprendente de la greguería, pero cuando es así, ese efecto nunca es intencionado, sino fruto de la casualidad del lenguaje, que no ha podido encontrar otro medio de expresión más exacto para encarnar un pensamiento.
Este carácter profundo lo hace ideal para disciplinas basadas en la observación y la experiencia, como las ciencias, la medicina o la filosofía, como bien podemos constatar en la obra de Heráclito de Éfeso, Hipócrates o Marco Aurelio. También para la literatura. Hay grandes escritores con tendencia al aforismo sin, tal vez, ellos mismos saberlo: Séneca, Borges, Shakespeare, Castelao, Joseph Roth... Por eso son tan fácilmente citables. Baste despiezar sin escrúpulo casi cualquiera de sus obras y, cogidas al azar, las frases sentenciosas afloran como amapolas en mayo, cargadas de esa ajustada dosis de profundidad y coherencia que parece querer cerrar cualquier cuestión desechando toda réplica.
![[Img #40064]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2018/8989_175.jpg?28)
Y sirva esto como propuesta de definición. Aunque quizás no haya mejor manera de definir el aforismo que con otro aforismo: "El aforismo es a la literatura lo que el haiku a la poesía". O bien: "Los aforismos son como ensayos administrados en píldoras". O, en la vertiente sicalíptica que aquí nos ocupa: "El aforismo es a la retórica lo que el polvo exprés al kamasutra".
Pido disculpas por la frivolidad del párrafo anterior. En cualquier caso, en estos tiempos posmodernos en los que prima lo breve, lo fugaz, lo dinámico..., el aforismo se postula como forma literaria dispuesta a hacer patente de una vez por todas ese tan gastado tópico de la muerte de la novela. Al menos los que conforman este libro, pensado para ser leído en la intimidad (no sé si con una sola mano), pues conjugan, con mucha mayor profundidad que los ejemplos anteriores de mi humilde cosecha, las artes literarias y las amatorias para inigualable deleite del (hoy en día ya no tan) desocupado lector. Vale.
El sábado de mañana, en un ambiente de rastrillo, el león, tuvo lugar la presentación de la novedad ’LIBROS & EROS. Greguerías y aforismos'. El acto comenzó con un recorrido iniciado en la Plaza del Grano siguiendo por la Calle del Barranco, donde se dejó un ejemplar a la puerta de un antiguo lupanar, hasta la plaza de Don Gutierre, donde se hizo el ‘paseo de la busca’ , "el laberinto en fiebre de aventura de la ganga" del mercado callejero de antigüedades y chamarilerías de la Cuesta de Cadorniga hasta llegar al semisotano blasonado del bar Begoña 2. Aquí intervinieron el editor Malabia, el prologuista, algunos de los autores presentes y el epílogista. Seguidamente tuvo lugar la comida de otoño de los ultramarinos.
A continuación ofrecemos el prólogo y epílogo de esta colección de aforismos sicalípticos de Manual de Ultramarinos que solo se podrán adquirir en la librería Galatea de León.
PRÓLOGO
Quisiera uno escribir aquí una introducción tan enjundiosa como la de El Retrato de Dorian Gray. No me refiero a la apócrifa, impostada por Gómez de la Serna y atribuida a Oscar Wilde, sino al prefacio que este último, gran aforista, pergeñó en un par de espléndidas páginas hilando unas líneas breves, autocontenidas e inspiradas, que comienzan por: “El artista es creador de cosas bellas” y concluyen: “Todo arte es completamente inútil”.
Hay quienes piensan que el género de la greguería, del estallido pletórico, es menor no sólo en longitud, sino incluso en sus pretensiones: un quiero y no puedo. Y si además, citando a CJC, lo ceñimos a la temática de “cachondeos, escarceos y otros meneos” que nos ocupa, entonces el pretendido fogonazo se convierte en coitus interruptus, el desfogue deviene en gatillazo, las salvas resultan ser de fogueo…, y todo queda en pólvora mojada o, peor aún, en polvo a medias.
“Rascar el higo” es el significado literal de sicalipsis atendiendo a su etimología, tan fantástica y extravagante como la pertenencia al santoral de San Cojonciano y San Cucufato, o de las santas meretrices que con mucho desparpajo cita Cervantes en su prólogo al Quijote. ¿No será todo esto un devaneo insustancial, como consejo de arbitrista o erudición huera?
Una lectura sin prejuicios, sin embargo, desengañará de tal apreciación de vanalidad. Manual de Ultramarinos tiene una larga trayectoria en esta línea editorial, y su Colección Sicalípticos cuenta ya con una media docena de títulos que han trascendido con creces su inicial propósito de mero jugueteo literario. Y como casan tan bien “libros y eros”, todos, quien más, quien menos, vamos engrosando (es un decir) el infierno de nuestra biblioteca con ejemplares como el que tenemos entre manos.
Cuando se trata de estos asuntos, siempre me viene a la mente el caso clínico cuyo historial recojo aquí:
Observación 129:
Bibliofilia erótica, fetichismo
Señor N. N., 41 años, procede de familia con antecedentes neuropáticos. Buen estudiante, nunca estuvo enfermo de consideración. Sentía ya de niño predilección por los libros bien encuadernados, sobre todo por los de cuero fino y papel satinado, porque cuando los acariciaba experimentaba una sensación de excitación libidinosa. Durante años este juego se dio con perfecta inocencia.
Al llegar a la pubertad se dio cuenta de que aquello era inmoral y se obligó a sí mismo a dejarlo. A partir de entonces esas situaciones también se le presentaban en sueños y no tardaron en ir acompañadas de poluciones. Asegura haberse aliviado al principio manualmente hojeando libros y acariciando sus páginas. Al cabo de un tiempo llegó al onanismo psíquico, al representarse situaciones de este tipo y lograr así el orgasmo y la eyaculación. Esto le provocó neurastenia.
Afirma que, por pudor y falta de libido y miedo a contagios, a fecha de hoy, sólo ha consumado el sexus biblium en la intimidad del hogar, nunca en bibliotecas ajenas. El paciente es de constitución delicada y anémico. Su sentimiento de dignidad anda por los suelos.
Se le dan consejos relativos a los daños derivados de su parafilia para el fortalecimiento de los centros sexuales, así como tendentes a la satisfacción de la vita sexualis por medios normales tan pronto como se tengan perspectivas de éxito y ello resulte posible.
A tenor de lo anterior, ¡qué buena literatura médica, tal vez por impremeditada, ha habido de Freud a Sacks, pasando por Kraft-Ebing! ¿Podremos decir lo mismo de la sicalíptica algún día? ¿Ya?
El infierno también está empedrado de buenas intenciones. Adelante, pues. No con otro propósito las páginas que siguen, lejos de pesar como una losa, son leves como los preliminares del cortejo, esperanzadas como una víspera de fiesta, ilusionadas cual Noche de Reyes... Lo mejor está por venir.
ULTRAFORISMOS (EPÍLOGO)
No es fácil definir lo que es el aforismo. Podríamos decir que se distingue de otras paremias por su mayor profundidad, por su carácter elevado, por su tono más filosófico y sentencioso, pero, sobre todo, por ser (o intuirse)la reflexión que lo sustenta fruto de la experiencia personal, única e intransferible, de su autor.
Sobrevuela magistralmente el carácter evidente del axioma o la frivolidad del tuit, e ignora el tono moralizante del adagio, el refrán, el proverbio... En ocasiones se acerca al efecto sorprendente de la greguería, pero cuando es así, ese efecto nunca es intencionado, sino fruto de la casualidad del lenguaje, que no ha podido encontrar otro medio de expresión más exacto para encarnar un pensamiento.
Este carácter profundo lo hace ideal para disciplinas basadas en la observación y la experiencia, como las ciencias, la medicina o la filosofía, como bien podemos constatar en la obra de Heráclito de Éfeso, Hipócrates o Marco Aurelio. También para la literatura. Hay grandes escritores con tendencia al aforismo sin, tal vez, ellos mismos saberlo: Séneca, Borges, Shakespeare, Castelao, Joseph Roth... Por eso son tan fácilmente citables. Baste despiezar sin escrúpulo casi cualquiera de sus obras y, cogidas al azar, las frases sentenciosas afloran como amapolas en mayo, cargadas de esa ajustada dosis de profundidad y coherencia que parece querer cerrar cualquier cuestión desechando toda réplica.
Y sirva esto como propuesta de definición. Aunque quizás no haya mejor manera de definir el aforismo que con otro aforismo: "El aforismo es a la literatura lo que el haiku a la poesía". O bien: "Los aforismos son como ensayos administrados en píldoras". O, en la vertiente sicalíptica que aquí nos ocupa: "El aforismo es a la retórica lo que el polvo exprés al kamasutra".
Pido disculpas por la frivolidad del párrafo anterior. En cualquier caso, en estos tiempos posmodernos en los que prima lo breve, lo fugaz, lo dinámico..., el aforismo se postula como forma literaria dispuesta a hacer patente de una vez por todas ese tan gastado tópico de la muerte de la novela. Al menos los que conforman este libro, pensado para ser leído en la intimidad (no sé si con una sola mano), pues conjugan, con mucha mayor profundidad que los ejemplos anteriores de mi humilde cosecha, las artes literarias y las amatorias para inigualable deleite del (hoy en día ya no tan) desocupado lector. Vale.