Lorenzo López Trigal
Domingo, 18 de Noviembre de 2018

Nombres Propios

José Álvarez de Paz. Nombres propios. Fundación Pablo Iglesias-Paradiso Gutenberg, 2018

 

 

 

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Los libros de Historias de vida o Memorias autobiográficas dan mucho juego cara al lector y son muy atractivas, sobre todo si sus autores han sido personas conocidas nuestras, con las que hemos convivido en algún tramo de su curso vital.

 

Hace algún tiempo, reseñaba en La Crítica de León una columna sobre las “Historias de vidas políticas” de algunos amigos que habían publicado su autobiografía (Miguel Cordero del Campillo, Alberto Pérez Ruíz, Luis Aznar Fernández), lo que tiene un especial interés para lectores coetáneos y para los estudiosos del periodo de la Transición, concluyendo en mi reseña “cabe esperar que se sigan reproduciendo nuevas historias de vida que ofrezcan sustanciales revisiones de los actores presentes en esa época…”.

 

Pues bien, hoy quiero referirme a la publicación de Pepe Álvarez de Paz, Nombres propios (Fundación Pablo Iglesias-Paradiso Gutenberg, 2018). Personaje bien reconocido y valorado por las gentes bercianas, pero también en el resto de León y la vecina Galicia, por su actividad profesional polivalente (cura, profesor, abogado) y su actividad política (diputado nacional por León en tres legislaturas, eurodiputado, gobernador de Pontevedra). En esa tarea representativa, coincide con Cordero del Campillo en la candidatura independiente al Senado por León, 1977, y con Pérez Ruíz en la dura etapa de los años 1980 en los avatares de la Federación Socialista Leonesa, como puedo atestiguar personalmente.

 

El libro de Pepe es bien original y ha sido un acierto que haya sido publicado por la Fundación del Partido Socialista, en cuanto que presenta, a lo largo de trescientas páginas, un relato de su propio devenir personal y de muchos otros personajes, a veces locales o anónimos, con los que ha coincidido el autor en su caminar. De ahí el título escogido, aunque como cita en la primera página: “Yo pretendía que fuera esta una galería de ilustres desconocidos muchos de ellos, pero al tratarse de experiencias convividas, es fácil acabar hablando de uno mismo…”. Por tanto, estamos ante un apunte de retratos de personajes, para él significativos o relevantes, a la vez que nos sitúa ante una disección de su propio itinerario de vida y su compromiso militante, primero con la Iglesia católica, después con el Partido Socialista, ajustando los sucesivos capítulos del libro al devenir de su geografía personal: ‘Noceda del Bierzo en el ADN’, ‘los años de formación en Astorga’, ‘párroco itinerante de Viaríz a La Bañeza’, ‘un cura en la Transición’, ‘la Teología de la liberación’, ‘los tiempos de compromiso’, ‘parlamentario por Europa y el mundo’, ‘un gobernador civil pacifista”, para concluir con más retratos de personajes, un álbum de fotos y, de forma intercalada por capítulo, una muestra pictórica de su amigo Cristóbal Gabarrón (con un museo propio, espléndido para visitar, en la villa murciana de Mula).

 

 

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Para mí, guarda un particular interés la descripción incisiva de su estancia (en los años 40 y 50) de seminarista en Astorga, con páginas excelentes de la vida de entonces en el Seminario. Como seminarista que fui de los dos primeros cursos del ciclo de Latín, diez años después, percibo ahora con su lectura que aún permanecía el mismo método de aprendizaje y disciplina, así como el frío de las habitaciones comunales, que sufriera Pepe y sus condiscípulos, o la imagen y animación de 'zoco' que presentaba la plaza del Seminario a la llegada de los seminaristas y sus familiares el día de inicio de curso, portando todos ellos el baúl, colchón, aperos y ropas indicadas por el reglamento. Asimismo, repasa en su estilo una descripción precisa de don Ernesto Fidalgo, don José Centeno, don Faustino o el padre Feraud García o los hermanos Carro Celada.

 

En fin, llama la atención en la lectura su buena memoria, las muestras de buen poeta, como también, hasta cierto punto, el olvido de reseñar en las diferentes entradas a personajes políticos leoneses, a excepción de algún amigo cercano como Pepe Alonso o de otros orígenes provinciales como Demetrio Madrid (prologuista del libro) o Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Pepe nos deja así su huella literaria y sus querencias bercianas y de otras escalas, su buen hacer profesional y político y su ejercicio comprometido siempre en cualquier etapa de su vida. Resta desearle al autor el deseo de una larga vida en la expresión latina más acertada de todas: Salutem plurimam.

 

 

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