Redacción
Domingo, 25 de Noviembre de 2018
ENTREVISTA / María José Díez Alonso, psicóloga

"Las adolecentes, a no ser que surja alguna situación muy grave, no identifican que están siendo víctimas de violencia de género"

Entrevistamos a María José Díez Alonso, psicóloga del Programa de Atención del Violencia de Género de la Junta de Castilla y León, el pasado jueves una hora antes de que comenzara su conferencia 'Violencia de género y adolescencia: Nuevas violencias' en el Teatro Gullón de Astorga. Llegó relajada después de una mañana atendiendo varios casos de mujeres víctimas de maltrato. Con el Palacio de Gaudí de fondo, escuchábamos con atención cómo nuestras y nuestros adolescentes viven buena parte de sus días en el universo virtual de las nuevas tecnologías, donde la violencia hacia las chicas se envuelve en un mundo pegajoso como de tela de araña del que no es fácil zafarse porque traspasa la frontera virtual para invadir el mundo real.

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¿Qué debemos entender de la realidad en la que se desenvuelven en la actualidad nuestros y nuestras adolescentes para saber cómo intervenir en el caso de que detectemos algún tipo de violencia de género?

 

Es la población más sensible porque no nos debemoss olvidar que en la adolescencia se establecen las primeras relaciones de pareja como parte de la búsqueda de independencia emocional del núcleo familiar. Las relaciones entre iguales pasan no sólo en el colegio, el institituto, en las plazas o en diferentes actividades sino que en este momento cuando se van para casa no se corta la relación porque los dispositivos digitales les permiten constantemente estar en contacto y es algo que ellos demandan. Todo lo que haya en esa relación on line que se establece en las redes sociales luego se perpetúa en el off line donde se relacionan directamente y viceversa.

 

 

¿Qué debemos tener muy claro? 

 

Es importante diferenciar qué es la agresión, el delito y la violencia. Una cosa es un delito, que es lo está tipificado en el Código Penal, otra cosa son las conductas violentas que no siempre están tipificadas pero sí que pueden ser agresivas y hacer daño. Hay que tener muy claro que es necesario educar y saber diferenciar lo moral de lo legal. Después tenemos que diferenciar muy bien la violencia de género de otros tipos de violencia. Yo voy un poco más allá porque el Código Penal dice que la violencia de género es entre personas que hayan tenido una relación afectiva de pareja o parecida a la pareja y que hay una desigualdad por ambas partes, a mí este tipo de violencia me parece que es cualquiera que vaya contra la mujer o las niñas, desde la mutiliación genital a la trata de personas y otros tipos de violencias como el uso de las mujeres en los conflictos, como arma de guerra. Y en nuestro entorno en un mundo, aparentemente, sin conflictos bélicos graves, el tema que más nos preocupa es la violencia de género que comienza cuando los jóvenes inician sus primeras relaciones de pareja.

 

 

¿Cómo se da la violencia en la adolescencia?

 

A través del control. Nos encontramos con los mitos que forman parte del amor romántico, el amor todo lo puede, la idea de la media naranja, si no tiene celos no te quiere, el amor todo lo cambia, cuando un chico, un hombre, se pone celoso y agresivo lo que hace es justificar su comportamiento en base al que tiene la chica porque es sexy, se viste de determinada forma, sin embargo cuando se aleja de ese estereotipo femenino también se convierte en algo peligroso porque cuando la chica deja de arreglarse para que él no se enfade o deja de utilizar determinadas prendas de vestir, el  agresor también lo utiliza para humillarla y para decirle que quién va a estar contigo más que yo. Primero es el control y después es el aislamiento. Es raro que entre adolescentes haya agresiones físicas, que es lo que más llama la atención y con lo que más concienciados estamos, pero previo a un maltrato físico siempre está el psicológico, primero en forma de control, de aislamiento, de culpabilizar, de menospreciar, de minimizar los comportamientos violentos del hombre y basarlos en que es la mujer la que provoca esas situaciones. Esto se produce igual en las relaciones entre adultos que entre adolescentes.

 

 

Los y las adolescentes de hoy son hijos e hijas de padres de una generación que ha tenido acceso a información que cuestiona los contravalores que siguen perpetuando la violencia de género. ¿Por qué la sociedad no es capaz de erradicarlos? ¿Están tan enraizados que no es posible borrarlos de nuestro ADN social?

 

Esos contravalores les siguen llegando a través del proceso de socialización, en la familia, en la escuela y en las relaciones entre ellos, ¿por qué? porque en las casas todavía no se educa con una auténtica igualdad, aunque seamos mujeres modernas, que trabajamos, no hacemos el esfuerzo de transmitirlo a nuestros hijos. Depende de los niveles culturales, en la actualidad tienen más riesgo de sufrir violencia de género las chicas cuyo origen social y cultural es más bajo, pero también la escuela es una transmisora de valores y muchas veces se da por hecho que ese papel lo hacen otros. Yo creo que es fundamental que haya una asignatura de valores porque esto no solamente es violencia de género, es violencia. Ahora también se transmiten valores a través de las redes sociales y en todo lo que tiene que ver con la educación afectivo-sexual está educando más la pornografía que los padres y el contexto educativo. Muchas chicas en sus primeras relaciones se sienten como auténticos trapos y lo dicen ellas y lo hemos visto estos días en el reportaje que pudimos ver en La Sexta. Yo lo veo en la consulta y es algo que las chicas lo hablan, lo perciben y lo sienten así. En la relación entre iguales, todo lo virtual ha desnaturalizado las relaciones humanas. Todo lo que se graba, todo lo que se capta a través de un dispositivo móvil se comparte y no ven que se está dfundiendo la intimidad de una persona. Es una deshumanización.

 

 

¿Estamos en una situación preocupante?

 

A mí me preocupa mucho porque hay una generación que está perdida en el sentido de que no saben dónde están, no tienen claro qué es violencia, qué no lo es, sólo lo detectan cuando se encuentran mal. Los chicos no perciben que lo que están haciendo es violencia de género y ellas, como cualquier mujer que se encuentra en esa situación, no identifican esos comportamientos como maltrato.

 

 

Danos una pautas de cómo enseñar a nuestros hijos e hijas a detectar esas situaciones.

 

Lo primero es que los chavales no pueden tener acceso a un teléfono móvil o a una tableta en cualquier momento y a cualquier hora y sin ningún control. Deben tener una edad y cuando se les da hay que enseñarles y educarles poco a poco en su manejo. Los padres no podemos permitir que tenga Facebook, Twitter, Instagram, Wathsapp sin ningún control, porque no es legal que los menores estén en esas redes sociales, pero sin control el problema lo van a tener los padres porque todo lo que los hijos hagan a través de esos medios va a ser responsabilidad de los padres si tienen menos de 16 o 18 años, dependiendo del delito que cometan. Eso se debe tener claro. 

 

Los dispositivos hay que tenerlos configurados para garantizar la seguridad y la privacidad con adecuados antivirus, contraseñas, a la mínima señal de que alguien intenta hackear la cuenta ponerlo en comunicación de la Policía y no callárselo. Hay que saber lo que es el sexting, grooming, ciberbullying, etc, y no aceptar amistad ni que te sigan personas a las que no se conoce porque es probable que haya un troll detrás que trate de engañar, lo hemos visto estos días con la noticia de la niña que sufrió abusos durante 24 horas en Madrid y que había conocido a su abusador a través de un juego en redes sociales para mayores de 18 años a través de una falsa identidad para contactar con la niña. 

 

Otro consejo es observar los cambios de comportamiento y estado de ánimo como el aislamiento, el absentismo y la bajada de rendimiento escolar, la falta de interés por actividades que son de su gusto, cerrar puertas de habitaciones.... Hay que estar atentos y ante cualquier duda respecto a este tipo de comportamientos hablar con la Policía o con un especialista, un psicólogo, porque tenemos herramientas para valorar este tipo de situaciones. 

 

La mejor herramienta es la educación tanto para los padres como para los profesores, los agentes educativos y los chavales. Esto no se puede quedar en jornadas aisladas, tiene que ser algo transversal a la eduación igual que se tratan otros aspectos de conciencia social que son fundamentales como la salud mental e incluso la vida.

 

 

 

¿Cómo deben reaccionar los padres y madres ante una sospecha de este tipo? ¿Cómo hay que establecer una relación con una hija que esté siendo víctima de este tipo de violencia?

 

Hay que hablar con ellos. Nos preocupan las chicas pero a mí también me preocupan los chicos, los agresores, igual que con los hombres, nos interesamos por las mujeres y los hijos ¿y al agresor le dejamos que siga haciendo lo mismo? Deberemos ayudarle y hacerle ver que está haciendo un daño que tampoco es bueno para él porque esa persona tiene un problema de control de impulsos, de autoestima, probablemente tenga alguna adicción, también hay que saber dónde ha aprendido a ser así porque hay una parte de la violencia que sin duda es aprendida.

 

Por lo tanto, hay que hablar con ellos y darles información, pero tomando el problema con calma. Hay que explicarles lo que en realidad existe dentro de las redes sociales, de ese mundo virtual y de las relaciones afectivas que se establecen utilizando estos medios. No hay que mostrar el susto aunque estemos asustados y no ser alarmistas. A partir de ahí, darles a los chavales unas pautas para que se reeduquen en el uso de esas tecnologías, así como con el alcohol o las drogas tenemos que eliminarlas porque no son necesarias, sin embargo las tecnologías sí van a ser necesarias para su vida. Yo confío más en la educación, en el diálogo, en mostrarles la realidad de las cosas más que en asustar, castigar o retirar. 

 

 

¿Cómo pueden preparse los padres para este reto?

 

Tienen que aprender habilidades digitales, saber manejar todas las redes sociales, los dispositivos móviles y ponerse al día para ir a la par que ellos, porque los dispositivos digitales son una prolongación de las manos de los chavales que sabiéndolos usar son una herramienta magnífica pero si se utiliza mal cuanto más potente sea el arma que utilizan más daño pueden hacer.

 

 

Eres la psicóloga del programa de atención de violencia de género de la Junta, estás en primera línea, en una posición privilegiada para para entender esta problemática.

 

El Colegio de Psicólogos de Castilla y León tiene un grupo de actuación en emergencias que es una referencia en España. Llevamos trabajando desde 2004 en violencia de género con la Junta de Castilla y León. También trabajamos en prevención del suicidio que en muchas ocasiones está relacionado con los distintos tipos de violencia, además tenemos un grupo de trabajo de nuevas tecnologías donde vemos cómo las redes sociales es el mundo donde habitan nuestros jóvenes y nos llegan muchas problemáticas a nuestras consultas relacionadas con la falta de habilidades sociales, de comunicación y resolución de conflictos provocados por la frialdad y el anonimato que dan las redes sociales, ahí se generan muchos conflictos que se solucionan en este mundo virtual pero cuando surgen en la vida real a nivel familiar, de pareja o laboral la persona no tiene herramientas. Ese es el problema con el que se va a encontrar esa población que está en la franja de edad entre 10 y 24 años.

 

 

 

¿En el programa atendéis más adolescentes que mujeres adultas?

 

Más mujeres adultas porque las adolecentes, a no ser que surja alguna situación muy grave, no identifican que están siendo víctimas de violencia de género. Yo lo detecto a veces cuando tengo una consulta por problemas familiares o escolares y en esa intervención en el o la adolescente veo la problemática de control, aislamiento, de problemas emocionales y cuando hurgo ahí me encuentro violencia de género.

 

De los casos que he atendido esta mañana [la entrevista se realizó el jueves de esta semana] ninguna se ajusta al perfil de mujer víctima, todas tienen estudios, algunas son profesionales liberales, todas de un origen social medio o medio alto que se han visto envueltas en una situación que ni ellas mismas, hasta que no se han visto muy mal física o psicológicamente, lo han percibido. Las consultas de los médicos de Atención Primaria están llenas de mujeres hiperfrecuentadoras que van mucho al médico, hipermedicadas porque les duele la cabeza, tienen problemas de insomnio, de concentración, hormonales, dermatológicos, apatía, ... eso está enmascarando muchas veces la exposición a la violencia. 

 

Yo no puedo olvidarme de Ana Orantes, esa mujer que fue la primera que se atrevió a dar su testimonio públicamente, ¿cuántas habría en el año 1997 como ella y ninguna dijo nada?

 

 

Tampoco nos podemos olvidar de María Isabel Alonso, la mujer asesinada este año en Astorga, donde existen entre 12 y 15 mujeres en el programa Viogen de vigilancia y seguimiento de violencia de género. ¿Los entornos, las familias, los vecinos qué responsabilidad tienen?

 

Toda y ninguna. Hay que denunciar este tipo de situaciones pero cuando la víctima no quiere denunciar y lo hace alguien de su entorno y ella no lo ratifica, cuando vuelve a la casa con el agresor las estamos dejando en una situación de desprotección total porque ni el juez ni nadie va a poder tomar medidas, como mucho se empezará un seguimiento pero si pasa algo ¿de quién es la responsabilidad, de quien ha denunciado, del juez, de quién? Me da pánico la propuesta de que los trabajadores sociales comuniquen a Fiscalía los casos que detecten, hay que estar en el lado de la intervención y de conocer los procedimientos y los protocolos. Un juez puede dictar una orden de protección teniendo pruebas, pero no se puede limitar la libertad de movimiento de una persona sin tener pruebas y si la mujer no se ratifica ¿cómo se va a obtener la prueba? Ahí no vale el ojo clínico, un psicólogo puede tener hipótesis de trabajo y barajar esa y la contraria, pero los jueces no, a ellos se les plantea un hecho que es una denuncia y hay que demostrarlo. Cuando se detecta una situación de este tipo hay que hablar con la mujer y dirigirla a los servicios sociales para que los coordinadores profundicen y se les vayan dando todas las orientaciones y recursos que la mujer puede necesitar, lo primero es asesoramiento jurídico y un acompañamiento psicológico para que si no denuncia salga de esa relación.

 

 

¿Eres pesimista?¿Crees que se va a reducir la problemática?

 

Soy optimista porque creo sobre todo en la persona, a quien hay que enseñarle y darle herramientas y habilidades para solucionar sus problemas, poder adaptarse y relacionarse de una forma adecuada. El día que deje de creer en las personas me dedicaré a otra cosa.

 

 

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