Luciano de Samósata, un escritor postmoderno
Luciano de Samósata, El sueño o la vida de Luciano. Lucio o el asno. El sueño o el gallo. Lexiufano. Edición de Alfredo Rodríguez López Vázquez, Madrid, Cátedra, 2018, 195 pp.
![[Img #40612]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2018/7214_978843763785-copia.jpg?42)
El sirio Luciano de Samósata (c. 120-180) es sin duda una de las figuras más notables e interesantes del movimiento literario conocido como “Segunda sofística” que floreció en la época de los Antoninos, durante el siglo II. Dotado de una extensa cultura y de una aguda inteligencia, no exenta de ironía y mordacidad, cultivó diversos géneros desde el diálogo filosófico, hasta la sátira menipea o el relato fantástico (en el que sería precursor, por ejemplo, de Verne en su viaje a la luna), casi siempre desde una perspectiva humorística y paródica. Muy apreciado durante el Renacimiento tanto por sus obras como por la pureza aticista y la elegancia de su lengua —que la hicieron particularmente apta para la enseñanza del griego clásico— se ganaría también la admiración Voltaire y Borges.
Cuatro de sus opúsculos —El sueño o la vida de Luciano; Lucio o el asno. El sueño o el gallo; y Lexiufano— han sido reunidos ahora por el profesor Rodríguez López-Vázquez, catedrático de Literatura de la Universidad de La Coruña, en un volumen publicado en la colección “Letras Universales” de la prestigiosa editorial Cátedra. Precede a las obras un extenso y erudito estudio preliminar (pp. 9-70), en el que se analiza —no siempre en el orden más lógico— la obra del autor samosatense, su biografía intelectual, su impronta en la literatura posterior, la transmisión manuscrita de la obra, las primeras traducciones modernas, etc. Entre otras cuestiones asimismo abordadas destaca un apartado sobre la influencia de Luciano en el Lazarillo de Tormes (pp. 42-46). En él, el editor defiende la atribución —ya propuesta por Labarre— de la novela al humanista Francisco de Enzinas, o al menos a alguien inspirado en sus traducciones de la obra lucianesca. Se incluye igualmente un apartado sobre la teoría y la práctica de la traducción (pp. 64-70), en el que se justifica la opción metodológica seguida por el editor.
La primera obra, El sueño o la vida de Luciano (pp. 81-91) constituye en realidad un breve relato alegórico en el que rememora un sueño de su infancia que le reveló su vocación de escritor. En él se confrontan las artes mecánicas, representadas por la escultura, a las que su familia quería encaminarle, con las disciplinas académicas, por las que al final acabó decantándose.
La segunda, Lucio o El asno (pp. 95-140) es una breve novela cuya atribución a Luciano fue muy discutida hasta los años setenta, pero que desde entonces viene siendo comúnmente aceptada. Su notorio parentesco con El asno de oro de Apuleyo, que algunos explican por una dependencia mutua, ya sea como resumen o como ampliación (según se acepte cuál de los dos es el modelo del otro), parece proceder, sin embargo, de una fuente común citada por el patriarca Focio. Su protagonista, transformado accidentalmente en asno con un ungüento mágico, conserva sus facultades humanas, lo que le permite observar la vida y las conductas de los hombres a los que sirve, incluidos unos sacerdotes de Isisis de vida poco edificante. En esa estructura autobiográfica e itinerante con sucesivos amos, es donde se adivina uno de los precedentes de nuestro Lazarillo.
![[Img #40611]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2018/4303_lucciano-copia.jpg?24)
El sueño o el gallo (pp. 143-147), presentado en la versión del humanista Francisco de Enzinas, es un diálogo de transformaciones, género que tanta influencia ejercería en el Renacimiento. Aquí el zapatero Micilo descubre asombrado la facultad de hablar de su gallo, que le desvelará las distintas personalidades humanas adoptadas en sucesivas trasmigraciones: Pitágoras, Euforbo, Aspasia, entre otras. Esta circunstancia le sirve a Luciano para descreditar las doctrinas pitagóricas y otras corrientes filosóficas. Pero luego el blanco de su censura pasa a ser el afán del hombre por acumular riquezas.
Por último, Lexiufano (pp. 177-193) tiene como protagonista al personaje que da título al texto, un literato “aquejado de inflamación léxica” (p. 189) y de “glotonería verbal” (p. 194), lo que le lleva a crear un lenguaje pseudoliterario, artificioso y vacío, cuyo estilo llega a compararse con el de la Alejandra de Licofrón de Calcis, una de las obras más herméticas de la literatura griega. De esta enfermedad tratará de curarlo su interlocutor Licino.
La traducción del profesor Rodríguez López Vázquez trata de reflejar la mezcla de rasgos arcaicos y modernos característica del estilo de Luciano. De ahí que recurra a expresiones como “Enróllate con la criada de Palestra” (p. 99), “chaval” o “esta tía” (p.115) frente a otros términos como “tolondrones” (p. 83), “yacija” (p. 101) o “de contino” (p. 118), tomados del lenguaje del Siglo de Oro. Esta técnica no deja de resultar en algunas ocasiones artificiosa, pues, por ejemplo, solo como un guiño al lector está justificado en Luciano el giro “la del alba sería” (p. 111).
Las notas que acompañan al texto se centran fundamentalmente en cuestiones léxicas, sobre todo relacionadas con la traducción de determinados vocablos o expresiones. Por ello, se recurre de manera frecuente a la confrontación con otras traducciones (no solo españolas sino también latinas, inglesas o francesas) lo que a veces recarga las notas de manera no siempre necesaria.
En definitiva, este pequeño volumen ofrece cuatro obras de un escritor cuyas versiones actuales al español no son tan abundantes como su interés y amenidad merecerían, pues Luciano de Samósata es tal vez uno de los autores clásicos más modernos, sino el más posmoderno de todos.
Luciano de Samósata, El sueño o la vida de Luciano. Lucio o el asno. El sueño o el gallo. Lexiufano. Edición de Alfredo Rodríguez López Vázquez, Madrid, Cátedra, 2018, 195 pp.
El sirio Luciano de Samósata (c. 120-180) es sin duda una de las figuras más notables e interesantes del movimiento literario conocido como “Segunda sofística” que floreció en la época de los Antoninos, durante el siglo II. Dotado de una extensa cultura y de una aguda inteligencia, no exenta de ironía y mordacidad, cultivó diversos géneros desde el diálogo filosófico, hasta la sátira menipea o el relato fantástico (en el que sería precursor, por ejemplo, de Verne en su viaje a la luna), casi siempre desde una perspectiva humorística y paródica. Muy apreciado durante el Renacimiento tanto por sus obras como por la pureza aticista y la elegancia de su lengua —que la hicieron particularmente apta para la enseñanza del griego clásico— se ganaría también la admiración Voltaire y Borges.
Cuatro de sus opúsculos —El sueño o la vida de Luciano; Lucio o el asno. El sueño o el gallo; y Lexiufano— han sido reunidos ahora por el profesor Rodríguez López-Vázquez, catedrático de Literatura de la Universidad de La Coruña, en un volumen publicado en la colección “Letras Universales” de la prestigiosa editorial Cátedra. Precede a las obras un extenso y erudito estudio preliminar (pp. 9-70), en el que se analiza —no siempre en el orden más lógico— la obra del autor samosatense, su biografía intelectual, su impronta en la literatura posterior, la transmisión manuscrita de la obra, las primeras traducciones modernas, etc. Entre otras cuestiones asimismo abordadas destaca un apartado sobre la influencia de Luciano en el Lazarillo de Tormes (pp. 42-46). En él, el editor defiende la atribución —ya propuesta por Labarre— de la novela al humanista Francisco de Enzinas, o al menos a alguien inspirado en sus traducciones de la obra lucianesca. Se incluye igualmente un apartado sobre la teoría y la práctica de la traducción (pp. 64-70), en el que se justifica la opción metodológica seguida por el editor.
La primera obra, El sueño o la vida de Luciano (pp. 81-91) constituye en realidad un breve relato alegórico en el que rememora un sueño de su infancia que le reveló su vocación de escritor. En él se confrontan las artes mecánicas, representadas por la escultura, a las que su familia quería encaminarle, con las disciplinas académicas, por las que al final acabó decantándose.
La segunda, Lucio o El asno (pp. 95-140) es una breve novela cuya atribución a Luciano fue muy discutida hasta los años setenta, pero que desde entonces viene siendo comúnmente aceptada. Su notorio parentesco con El asno de oro de Apuleyo, que algunos explican por una dependencia mutua, ya sea como resumen o como ampliación (según se acepte cuál de los dos es el modelo del otro), parece proceder, sin embargo, de una fuente común citada por el patriarca Focio. Su protagonista, transformado accidentalmente en asno con un ungüento mágico, conserva sus facultades humanas, lo que le permite observar la vida y las conductas de los hombres a los que sirve, incluidos unos sacerdotes de Isisis de vida poco edificante. En esa estructura autobiográfica e itinerante con sucesivos amos, es donde se adivina uno de los precedentes de nuestro Lazarillo.
El sueño o el gallo (pp. 143-147), presentado en la versión del humanista Francisco de Enzinas, es un diálogo de transformaciones, género que tanta influencia ejercería en el Renacimiento. Aquí el zapatero Micilo descubre asombrado la facultad de hablar de su gallo, que le desvelará las distintas personalidades humanas adoptadas en sucesivas trasmigraciones: Pitágoras, Euforbo, Aspasia, entre otras. Esta circunstancia le sirve a Luciano para descreditar las doctrinas pitagóricas y otras corrientes filosóficas. Pero luego el blanco de su censura pasa a ser el afán del hombre por acumular riquezas.
Por último, Lexiufano (pp. 177-193) tiene como protagonista al personaje que da título al texto, un literato “aquejado de inflamación léxica” (p. 189) y de “glotonería verbal” (p. 194), lo que le lleva a crear un lenguaje pseudoliterario, artificioso y vacío, cuyo estilo llega a compararse con el de la Alejandra de Licofrón de Calcis, una de las obras más herméticas de la literatura griega. De esta enfermedad tratará de curarlo su interlocutor Licino.
La traducción del profesor Rodríguez López Vázquez trata de reflejar la mezcla de rasgos arcaicos y modernos característica del estilo de Luciano. De ahí que recurra a expresiones como “Enróllate con la criada de Palestra” (p. 99), “chaval” o “esta tía” (p.115) frente a otros términos como “tolondrones” (p. 83), “yacija” (p. 101) o “de contino” (p. 118), tomados del lenguaje del Siglo de Oro. Esta técnica no deja de resultar en algunas ocasiones artificiosa, pues, por ejemplo, solo como un guiño al lector está justificado en Luciano el giro “la del alba sería” (p. 111).
Las notas que acompañan al texto se centran fundamentalmente en cuestiones léxicas, sobre todo relacionadas con la traducción de determinados vocablos o expresiones. Por ello, se recurre de manera frecuente a la confrontación con otras traducciones (no solo españolas sino también latinas, inglesas o francesas) lo que a veces recarga las notas de manera no siempre necesaria.
En definitiva, este pequeño volumen ofrece cuatro obras de un escritor cuyas versiones actuales al español no son tan abundantes como su interés y amenidad merecerían, pues Luciano de Samósata es tal vez uno de los autores clásicos más modernos, sino el más posmoderno de todos.