El mercado de la salud. De nuevo la Bayer
![[Img #40820]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2018/424_1543006038-img-7-desktop.jpg?29)
Voy a contar una historia que sucedió hace unos años. Sería en 1994. Yo tenía un vecino llamado Enrique. Era un chileno ya no joven, viudo, afable, discreto. Desde su viudez se resentía de su soledad. Su ámbito social era francamente reducido. Trabajaba desde hacía años en una reconocidísima multinacional farmacéutica. En un momento determinado la empresa le hace un regalo insólito: un año sabático. Es decir, un año cobrando el sueldo sin ir a trabajar. Un comportamiento empresarial bastante extravagante teniendo en cuenta que en ese momento la empresa estaba reduciendo plantilla a base de despidos. El hecho de no tener que ir al trabajo le sumía en una mayor sensación de soledad así que Enrique cogió la costumbre de venir a mi casa después de cenar a disfrutar de un rato de calor humano y familiar.
Vivíamos en casas con jardín, en una pequeña urbanización a las afueras de Madrid, y su casa estaba a dos minutos de la nuestra. Llegaba cuando la familia estaba ya retirada, acostada. Enrique tenía necesidad de hablar, de comunicarse, y hablaba. Yo le escuchaba con la atención que él necesitaba. Estaba muy sorprendido por esa generosidad de la empresa, un año sin ir a trabajar cobrando el sueldo entero, un premio que él no había pedido, ni tampoco querido, pues su vida no tenía mayores alicientes que le llenaran el día a día. No lo entendía porque además no le habían aclarado el motivo de tan alta gratificación. Me hablaba de su trabajo que era fundamentalmente en el ordenador. Me reveló, con cierto secretismo, que había entrado por casualidad, siempre esas cosas son por casualidad, en unos archivos confidenciales, o secretos, de la empresa. Me confesaba que se había enterado de cosas terribles de su empresa que no se atrevía a contarme. Lo que sí me aseguraba era el hecho de que todas aquellas muertes, más de 1.100, y aquellos 60.000 españoles afectados por envenenamiento en el año 1981, que oficialmente atribuyeron al terrible aceite de colza adulterado como causante del inolvidable drama nacional, no había sido en absoluto el tal aceite la causa de la tragedia sino una inmensa partida de fertilizantes de su empresa que les había salido en mal estado y como suponían una la enorme cantidad de dinero que no que no querían perder, decidieron venderlo a las extensas plantaciones de Almería. Esta afirmación confirmaba la teoría de aquel doctor Maduro que desafiando a la opinión establecida, defendió pública y científicamente, que no era la colza sino los tomates de Almería los que habían causado esa tragedia nacional. Aquella científica declaración le costó al doctor Maduro aparecer muerto en extrañas circunstancias al día siguiente de su publicación.
Enrique tenía todos los datos sobre este obscuro e inquietante tema de la gran empresa en la que trabajaba: las enormes cantidades de tanques de fertilizantes malogrados, el mal estado del producto, la enorme pérdida económica que suponía su eliminación, la distribución del mismo... Esta era una teoría que se susurraba entre los más aplicados en investigar aquella tragedia, pero la multinacional implicada tuvo la grandísima suerte de que al mismo tiempo que su gran fechoría mortal corría por el mundo de las fechorías había otra fechoría menor también en danza, la de la venta de un aceite de colza adulterado. Un aceite en el que, según los laboratorios que lo analizaron de distintos países de Europa y USA, no encontraron, por más que buscaron, ningún elemento tóxico en su composición. Pero la fuerza del poder económico invalidó esos resultados y consiguió dirigir hacia La Colza toda la culpabilidad. La multinacional encontró un estupendo chivo espiratorio.
En los interminables juicios sobre La Colza, salieron a la palestra declaraciones de La Bayer, a la que en algún momento se dirigieron las miradas. La Empresa llegó a afirmar que sus productos químicos los vendían en España porque había muy poco control sanitario. De hecho reconocieron que los experimentos sobre los productos nuevos que creaban los hacían en huertos españoles y luego esos productos sobre los que se habían hecho los experimentos químicos salían libremente al mercado. Y, a pesar de esas impactantes revelaciones un gran pacto de silencio oficial, incluido el de la OMS (Organización Mundial de la Salud), protegió y salvo a la multinacional de conocerse su implicación en la terrible tragedia de La Colza.
Mi amigo Enrique era muy meticuloso y concienzudo, y una vez en su casa trasladaba todas sus averiguaciones al papel. Escribía y escribía todo cuanto descubría y averiguaba. Estaba impresionado y asustado. Las dimensiones de lo que había descubierto decía que eran espantosamente gigantescas.
Enrique, inocentemente me decía: “si yo contara todo lo que sé de la Empresa me matarían”, “sería un gran escándalo y el fin de la Empresa”, “tengo tanta información comprometedora que me da miedo”. Y temía por su vida. Había detectado en algún momento que le seguían, le vigilaban.
Un buen día Enrique, todavía en su insólito periodo sabático, no acudió a su cita ni dio ninguna señal, algo que nos extrañó sobremanera. Tratamos de comunicar con él pero fue imposible. Nos preocupamos. Ya bien entrada la noche fuimos a su casa… pero no había señales de que estuviera allí, ni él ni su perro. Nos fuimos a dormir con enorme preocupación y desconcierto por tan grande incógnita. Al día siguiente la asistenta entró temprano a limpiar, con su llave como era habitual, y se quedó petrificada al encontrar la cabecera de la cama y la mesilla de noche llena de sangre, pero ni rastro de Enrique ni de su perro doberman negro. La pobre señora, asustadísima, llamó a la policía. Pasaron varios días sin que supiéramos nada, Enrique desaparecido. Mientras, la policía le buscaba y se llevaba de su casa cajas y cajas de archivos. Más de veinticuatro horas sacando cajas. Por fin, al tercer día, Enrique apareció, pero enterrado en el jardín de su casa con un tiro en la nuca. El perro nunca apareció. La versión oficial fue que era un mafioso chileno, traficante de drogas, y que acabó en un ajuste de cuentas. Acusación muy fácil y efectiva ya que no tenía parientes ni amigos (más que nosotros) Pobre Enrique. Era una bellísima persona y totalmente inocente. Secreto de sumario. Nunca más se supo nada.
No pude por menos que salir al paso de todas las mentiras publicadas sobre mi amigo escribiendo un artículo en un periódico nacional explicando la verdadera situación en la que Enrique se encontraba. El nombre de la multinacional en la que Enrique trabajaba y de la que sabía tantísimas cosas no lo publicaron, naturalmente no se atrevieron. Yo también tuve miedo. Estuve controlada y perseguida, sin ningún tipo de disimulo, durante un tiempo. ¿Una manera de asustar? Finalmente la Colza cargó con el muerto, más exactamente con los muertos, la internacional empresa química se fue de rositas y siguió siendo respetada, y mi amigo Enrique quedó enterrado en su jardín con sus averiguaciones y con un tiro en la nuca.
Ahora sale a la luz mundial la mangancia de las prótesis. Un escándalo de proporciones formidables. Dispositivos de todo tipo que no se someten previamente a una revisión adecuada antes de su implantación en el paciente. Empezamos a conocer el verdadero mercado de la salud. Y, cómo no, la famosa, importante, universal y siempre presente Bayer participa también activamente en este gran mercado. Me acordé de Enrique. A través de su filial californiana Conceptus inc. La Bayer tiene en circulación un anticonceptivo llamado ESSURE, el “anticonceptivo más seguro del mundo” que ha resultado ser una pesadilla para las mujeres. Miles de mujeres han sufrido problemas de salud impensables y a alguna le ha llevado a la tumba.
Y aquí estamos, con prótesis de caderas que matan, anticonceptivos que destrozan por dentro, implantes oculares que dejan ciego, pacientes sanos que se convierten en pacientes crónicos…y, mientras estas grandes empresas de la salud siguen manipulando a su antojo y beneficio, las autoridades prohíben practicar el método más antiguo de sanación como es la acupuntura china, o la medicina homeopática, o la osteopatía, u otras terapias que no tiene ningún efecto secundario, o curan o te quedas como estas, pero nunca matan. ¿Qué pasa en el mundo? ¿Dónde está la cordura?
O témpora, o mores
![[Img #40820]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2018/424_1543006038-img-7-desktop.jpg?29)
Voy a contar una historia que sucedió hace unos años. Sería en 1994. Yo tenía un vecino llamado Enrique. Era un chileno ya no joven, viudo, afable, discreto. Desde su viudez se resentía de su soledad. Su ámbito social era francamente reducido. Trabajaba desde hacía años en una reconocidísima multinacional farmacéutica. En un momento determinado la empresa le hace un regalo insólito: un año sabático. Es decir, un año cobrando el sueldo sin ir a trabajar. Un comportamiento empresarial bastante extravagante teniendo en cuenta que en ese momento la empresa estaba reduciendo plantilla a base de despidos. El hecho de no tener que ir al trabajo le sumía en una mayor sensación de soledad así que Enrique cogió la costumbre de venir a mi casa después de cenar a disfrutar de un rato de calor humano y familiar.
Vivíamos en casas con jardín, en una pequeña urbanización a las afueras de Madrid, y su casa estaba a dos minutos de la nuestra. Llegaba cuando la familia estaba ya retirada, acostada. Enrique tenía necesidad de hablar, de comunicarse, y hablaba. Yo le escuchaba con la atención que él necesitaba. Estaba muy sorprendido por esa generosidad de la empresa, un año sin ir a trabajar cobrando el sueldo entero, un premio que él no había pedido, ni tampoco querido, pues su vida no tenía mayores alicientes que le llenaran el día a día. No lo entendía porque además no le habían aclarado el motivo de tan alta gratificación. Me hablaba de su trabajo que era fundamentalmente en el ordenador. Me reveló, con cierto secretismo, que había entrado por casualidad, siempre esas cosas son por casualidad, en unos archivos confidenciales, o secretos, de la empresa. Me confesaba que se había enterado de cosas terribles de su empresa que no se atrevía a contarme. Lo que sí me aseguraba era el hecho de que todas aquellas muertes, más de 1.100, y aquellos 60.000 españoles afectados por envenenamiento en el año 1981, que oficialmente atribuyeron al terrible aceite de colza adulterado como causante del inolvidable drama nacional, no había sido en absoluto el tal aceite la causa de la tragedia sino una inmensa partida de fertilizantes de su empresa que les había salido en mal estado y como suponían una la enorme cantidad de dinero que no que no querían perder, decidieron venderlo a las extensas plantaciones de Almería. Esta afirmación confirmaba la teoría de aquel doctor Maduro que desafiando a la opinión establecida, defendió pública y científicamente, que no era la colza sino los tomates de Almería los que habían causado esa tragedia nacional. Aquella científica declaración le costó al doctor Maduro aparecer muerto en extrañas circunstancias al día siguiente de su publicación.
Enrique tenía todos los datos sobre este obscuro e inquietante tema de la gran empresa en la que trabajaba: las enormes cantidades de tanques de fertilizantes malogrados, el mal estado del producto, la enorme pérdida económica que suponía su eliminación, la distribución del mismo... Esta era una teoría que se susurraba entre los más aplicados en investigar aquella tragedia, pero la multinacional implicada tuvo la grandísima suerte de que al mismo tiempo que su gran fechoría mortal corría por el mundo de las fechorías había otra fechoría menor también en danza, la de la venta de un aceite de colza adulterado. Un aceite en el que, según los laboratorios que lo analizaron de distintos países de Europa y USA, no encontraron, por más que buscaron, ningún elemento tóxico en su composición. Pero la fuerza del poder económico invalidó esos resultados y consiguió dirigir hacia La Colza toda la culpabilidad. La multinacional encontró un estupendo chivo espiratorio.
En los interminables juicios sobre La Colza, salieron a la palestra declaraciones de La Bayer, a la que en algún momento se dirigieron las miradas. La Empresa llegó a afirmar que sus productos químicos los vendían en España porque había muy poco control sanitario. De hecho reconocieron que los experimentos sobre los productos nuevos que creaban los hacían en huertos españoles y luego esos productos sobre los que se habían hecho los experimentos químicos salían libremente al mercado. Y, a pesar de esas impactantes revelaciones un gran pacto de silencio oficial, incluido el de la OMS (Organización Mundial de la Salud), protegió y salvo a la multinacional de conocerse su implicación en la terrible tragedia de La Colza.
Mi amigo Enrique era muy meticuloso y concienzudo, y una vez en su casa trasladaba todas sus averiguaciones al papel. Escribía y escribía todo cuanto descubría y averiguaba. Estaba impresionado y asustado. Las dimensiones de lo que había descubierto decía que eran espantosamente gigantescas.
Enrique, inocentemente me decía: “si yo contara todo lo que sé de la Empresa me matarían”, “sería un gran escándalo y el fin de la Empresa”, “tengo tanta información comprometedora que me da miedo”. Y temía por su vida. Había detectado en algún momento que le seguían, le vigilaban.
Un buen día Enrique, todavía en su insólito periodo sabático, no acudió a su cita ni dio ninguna señal, algo que nos extrañó sobremanera. Tratamos de comunicar con él pero fue imposible. Nos preocupamos. Ya bien entrada la noche fuimos a su casa… pero no había señales de que estuviera allí, ni él ni su perro. Nos fuimos a dormir con enorme preocupación y desconcierto por tan grande incógnita. Al día siguiente la asistenta entró temprano a limpiar, con su llave como era habitual, y se quedó petrificada al encontrar la cabecera de la cama y la mesilla de noche llena de sangre, pero ni rastro de Enrique ni de su perro doberman negro. La pobre señora, asustadísima, llamó a la policía. Pasaron varios días sin que supiéramos nada, Enrique desaparecido. Mientras, la policía le buscaba y se llevaba de su casa cajas y cajas de archivos. Más de veinticuatro horas sacando cajas. Por fin, al tercer día, Enrique apareció, pero enterrado en el jardín de su casa con un tiro en la nuca. El perro nunca apareció. La versión oficial fue que era un mafioso chileno, traficante de drogas, y que acabó en un ajuste de cuentas. Acusación muy fácil y efectiva ya que no tenía parientes ni amigos (más que nosotros) Pobre Enrique. Era una bellísima persona y totalmente inocente. Secreto de sumario. Nunca más se supo nada.
No pude por menos que salir al paso de todas las mentiras publicadas sobre mi amigo escribiendo un artículo en un periódico nacional explicando la verdadera situación en la que Enrique se encontraba. El nombre de la multinacional en la que Enrique trabajaba y de la que sabía tantísimas cosas no lo publicaron, naturalmente no se atrevieron. Yo también tuve miedo. Estuve controlada y perseguida, sin ningún tipo de disimulo, durante un tiempo. ¿Una manera de asustar? Finalmente la Colza cargó con el muerto, más exactamente con los muertos, la internacional empresa química se fue de rositas y siguió siendo respetada, y mi amigo Enrique quedó enterrado en su jardín con sus averiguaciones y con un tiro en la nuca.
Ahora sale a la luz mundial la mangancia de las prótesis. Un escándalo de proporciones formidables. Dispositivos de todo tipo que no se someten previamente a una revisión adecuada antes de su implantación en el paciente. Empezamos a conocer el verdadero mercado de la salud. Y, cómo no, la famosa, importante, universal y siempre presente Bayer participa también activamente en este gran mercado. Me acordé de Enrique. A través de su filial californiana Conceptus inc. La Bayer tiene en circulación un anticonceptivo llamado ESSURE, el “anticonceptivo más seguro del mundo” que ha resultado ser una pesadilla para las mujeres. Miles de mujeres han sufrido problemas de salud impensables y a alguna le ha llevado a la tumba.
Y aquí estamos, con prótesis de caderas que matan, anticonceptivos que destrozan por dentro, implantes oculares que dejan ciego, pacientes sanos que se convierten en pacientes crónicos…y, mientras estas grandes empresas de la salud siguen manipulando a su antojo y beneficio, las autoridades prohíben practicar el método más antiguo de sanación como es la acupuntura china, o la medicina homeopática, o la osteopatía, u otras terapias que no tiene ningún efecto secundario, o curan o te quedas como estas, pero nunca matan. ¿Qué pasa en el mundo? ¿Dónde está la cordura?
O témpora, o mores






