Sánchez Dragó y los griegos
![[Img #40961]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2018/2589_670sanchez-darago-002.jpg?27)
La Casa Panero acogió, no para dignificarla, al escritor Fernando Sánchez Dragó. No es que uno tenga nada contra la libertad de expresión es que en este caso tiene más fuerza la libertad de admiración al imaginar la sala llena con público que nunca ha asistido a las sesiones celebradas en esa misma sala dedicadas a autores verdaderos, con algo sincero que decir, que ha habido muchos.
En este caso se trataba de su público, que es el que suele acudir a las presentaciones de sus autores, a los que admira y cuyos libros compran como fetiches para no leerlos. Juego maravilloso del mercado de los ‘famosos’ y sus fieles. Ambos quieren gozar más que del placer, del prestigio que reconocen que se deriva de los libros. Sobre Sánchez Dragó no hay que tener en cuenta que de marxista-leninista haya devenido en puro machista, ni que de antifranquista ande buscando ahora la momia para resucitarla. Nada de eso importa. El se dirige a su público, que le escucha con una sonrisa bobalicona como autor provocador, sin darse cuenta de que son ellos, los bobalicones, los estafados. Desde su auténtica condición –sin que ser culto sea nada pero peor es ser su remedo- que ocultan de rijosos o libertinos culturales y consentidores. Como él, que se ha vanagloriado con descaro de sinvergüenza haberse llevado a la cama a niñas, complacidas por sus encantos.
El mismo Sánchez Dragó se ha autodefinido como un anarco-individualista, cuando en realidad su pensamiento es una amalgama de confusiones y creencias entre griegas y orientales y sofisofías que le llevan a proclamarse como apátrida cuando en realidad tiene una, a la que se rinde y admira, que es él mismo. Maestro de todo y enseñante de nada, alguien así también tiene que hacerse pasar como poeta.
De la escuela económica falsamente liberal, porque no es nada más que una escafandra para camuflarse con la que nada a sus anchas bajo la tutela de Esperanza Aguirre, engañabobos oficial del sistema en su práctica de corruptora de mayores, que convergían en el lugar común en el que desaparecen las ideologías, el del culto al dinero. Ella lo daba, era público y de todos, y ellos se lo llevaban. Negocio redondo. Los que la manejaban como una marioneta, bajo su apariencia de alevines, sea su nombre Jiménez Losantos, Joaquín Leguina, Garci o Albert Boadella, independientemente de su grandeza profesional o personal. Lo único que han hecho es acogerse a llenarse el bolsillo embaucando a ignorantes a los que hacen creerse sabios. Como hace la municipalidad astorgana, que recibe a sus invitados según el patrón de la fama, sea buena o mala y así les agasaja.
El fulgor de Sánchez Dragó llegó en 1979 cuando le concedieron el premio Nacional de Ensayo por su ‘Gárgoris y Habidis’, texto apoyado en más de mil citas, falsamente eruditas, en el que construía una falsa historia mágica de España. Como muy bien anticipó Astorga Redacción y como mejor ejemplo, puede servirnos su visión de Astorga en la que desvaría con datos como hacer a Habidis el fundador de la ciudad, el más antiguo enclave urbano, que también la fundó Astur y cuyo nombre de Astorga, en un imposible cronológico, lo hace provenir de Astu, ciudad y orgía, ceremonia sagrada. Cuenta como Cadmo se echó a los mares para encontrar a su desaparecida hermana Europa y así llegó a Astorga, en donde encontró un alfabeto nuevo. Pone en boca de otros autores, tan confundibles y confundidos como él, el origen común para la misma Astorga, Troya y Tebas y afirma que los curetes -¿A cuáles se refería?- llegaron a la ciudad.
Da un origen incierto de las reliquias orientales de Santo Toribio que acabaron en Astorga y desde allí llegaron a Liébana y Valladolid. Alude al sitio de Astorga por el rey aragonés Alfonso el Batallador con una turba de facinerosos, en pugna con su amada Urraca. Así como formula variadas y estrambóticas hipótesis referidas al origen de los maragatos.
Los papanatas, –expresión suave para calificarles- encantados. Para eso son su público. Es verdad que se trata de una obra trasgresora y osada que ha alcanzado más de setenta ediciones pero ahí está lo que decíamos al principio. ¿Cuántos de esos compradores la han leído o le han entendido?
La razón para invitarle se justificaba neciamente por ser un hombre que ha mantenido tantos años programas de crítica literaria en la tele. Sin importar el cómo. No hace falta ir tan lejos con el cántaro a buscar agua. Si se quiere encontrar algo de Astorga con sustancia, escrito con corrección y sabiduría está mucho más cerca la obra de un paisano, -La misma concejalía la presentó en la Ergástula y acudieron al acto el presentador y dos personas-. La escribió Luciano Claro, Chano, inicialmente zapatero remendón, con otros cien oficios a sus espaldas, pero actualmente docto en la materia que en su ‘Por las cumbres de Europa’ ha dejado una magnífica historia mágica nuestra.
Eso a los fieles de Sánchez Dragó no les interesa. Les puede hacer pensar y prefieren los fuegos fatuos, esos que dicen que se producen entre los muertos. Les interesan más las apariencias de algo, aunque todo sea falso y solamente aparente como el oropel. No quiere esto decir que no sea escritor y brillante. Acaso más de los segundo que de lo primero. Con algo de malditismo y mucho de máscara, demasiada, porque la hace necesaria para justificarse a sí mismo, eje y protagonista de su propia obra, que la ha llevado al caos y a la confusión para poder escribir en un bucle tautológico, desde la impostura, que es desde donde escribe. Cuando no se tiene rigor ni arte solo queda el palabrismo, que a lo mejor es lo que atrae y lo que vende.
Lo ocurrido en Casa Panero con Sánchez Dragó no es nada nuevo. Ya ocurrió algo similar en el siglo XVII en los tiempos en los que Astorga fue conocida como ‘La Pequeña Atenas’. Un canónigo prestigioso, Pedro de Junco, autor de ‘Fundación, nombres y armas de la ciudad’ apoyándose en los falsos cronicones, ya por entonces se estilaban, –los mismos que afirmaban que en su momento, cuando la Virgen no había subido a los cielos, los astorgano enviaron una embajada a solicitarle que enviara al apóstol Santiago a estas tierras- sostuvo que la ciudad fue fundada por los griegos y que en la antigüedad se llamó Roma. Hubo otro canónigo astorgano, Alonso de la Vecilla, que le contestó en verso: Andáramos todos ciegos, / Buscando lo que antes fuimos / Y nunca nos entendimos. / Como éramos todos griegos.
Hubo otro canónigo que pronunciaba un sermón en la solemnidad de la catedral en la festividad de la Asunción y sin venir a cuento se desvió del tema para ensalzar a su rey amado Fernando VII, el Deseado. Los fieles astorganos que le escuchaban fueron más críticos y le obligaron a callarse y a que bajara del púlpito. Para ellos el rey era el Felón.
Curiosamente Sánchez Dragó vino o fue traído a Astorga. Como Julio César llegó, les hizo un griego a todos, tan prosaico como propio de esas cataduras morbosas, a quienes acudieron a escucharle embelesados porque le entendían al charlatán de los crecepelos y venció. Hablaba para ellos y todos felices y satisfechos. La condición humana triste para aparentar y no ser para sentirse realizados. Entró al trapo en todos los pases y quiebros al respetable vendiéndose el mismo, con tanta experiencia que tiene a estas alturas, que alma o principios ya no le quedan y tan solo necedades ensartadas con oficio, que es lo que vale para los necios conjurados.
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La Casa Panero acogió, no para dignificarla, al escritor Fernando Sánchez Dragó. No es que uno tenga nada contra la libertad de expresión es que en este caso tiene más fuerza la libertad de admiración al imaginar la sala llena con público que nunca ha asistido a las sesiones celebradas en esa misma sala dedicadas a autores verdaderos, con algo sincero que decir, que ha habido muchos.
En este caso se trataba de su público, que es el que suele acudir a las presentaciones de sus autores, a los que admira y cuyos libros compran como fetiches para no leerlos. Juego maravilloso del mercado de los ‘famosos’ y sus fieles. Ambos quieren gozar más que del placer, del prestigio que reconocen que se deriva de los libros. Sobre Sánchez Dragó no hay que tener en cuenta que de marxista-leninista haya devenido en puro machista, ni que de antifranquista ande buscando ahora la momia para resucitarla. Nada de eso importa. El se dirige a su público, que le escucha con una sonrisa bobalicona como autor provocador, sin darse cuenta de que son ellos, los bobalicones, los estafados. Desde su auténtica condición –sin que ser culto sea nada pero peor es ser su remedo- que ocultan de rijosos o libertinos culturales y consentidores. Como él, que se ha vanagloriado con descaro de sinvergüenza haberse llevado a la cama a niñas, complacidas por sus encantos.
El mismo Sánchez Dragó se ha autodefinido como un anarco-individualista, cuando en realidad su pensamiento es una amalgama de confusiones y creencias entre griegas y orientales y sofisofías que le llevan a proclamarse como apátrida cuando en realidad tiene una, a la que se rinde y admira, que es él mismo. Maestro de todo y enseñante de nada, alguien así también tiene que hacerse pasar como poeta.
De la escuela económica falsamente liberal, porque no es nada más que una escafandra para camuflarse con la que nada a sus anchas bajo la tutela de Esperanza Aguirre, engañabobos oficial del sistema en su práctica de corruptora de mayores, que convergían en el lugar común en el que desaparecen las ideologías, el del culto al dinero. Ella lo daba, era público y de todos, y ellos se lo llevaban. Negocio redondo. Los que la manejaban como una marioneta, bajo su apariencia de alevines, sea su nombre Jiménez Losantos, Joaquín Leguina, Garci o Albert Boadella, independientemente de su grandeza profesional o personal. Lo único que han hecho es acogerse a llenarse el bolsillo embaucando a ignorantes a los que hacen creerse sabios. Como hace la municipalidad astorgana, que recibe a sus invitados según el patrón de la fama, sea buena o mala y así les agasaja.
El fulgor de Sánchez Dragó llegó en 1979 cuando le concedieron el premio Nacional de Ensayo por su ‘Gárgoris y Habidis’, texto apoyado en más de mil citas, falsamente eruditas, en el que construía una falsa historia mágica de España. Como muy bien anticipó Astorga Redacción y como mejor ejemplo, puede servirnos su visión de Astorga en la que desvaría con datos como hacer a Habidis el fundador de la ciudad, el más antiguo enclave urbano, que también la fundó Astur y cuyo nombre de Astorga, en un imposible cronológico, lo hace provenir de Astu, ciudad y orgía, ceremonia sagrada. Cuenta como Cadmo se echó a los mares para encontrar a su desaparecida hermana Europa y así llegó a Astorga, en donde encontró un alfabeto nuevo. Pone en boca de otros autores, tan confundibles y confundidos como él, el origen común para la misma Astorga, Troya y Tebas y afirma que los curetes -¿A cuáles se refería?- llegaron a la ciudad.
Da un origen incierto de las reliquias orientales de Santo Toribio que acabaron en Astorga y desde allí llegaron a Liébana y Valladolid. Alude al sitio de Astorga por el rey aragonés Alfonso el Batallador con una turba de facinerosos, en pugna con su amada Urraca. Así como formula variadas y estrambóticas hipótesis referidas al origen de los maragatos.
Los papanatas, –expresión suave para calificarles- encantados. Para eso son su público. Es verdad que se trata de una obra trasgresora y osada que ha alcanzado más de setenta ediciones pero ahí está lo que decíamos al principio. ¿Cuántos de esos compradores la han leído o le han entendido?
La razón para invitarle se justificaba neciamente por ser un hombre que ha mantenido tantos años programas de crítica literaria en la tele. Sin importar el cómo. No hace falta ir tan lejos con el cántaro a buscar agua. Si se quiere encontrar algo de Astorga con sustancia, escrito con corrección y sabiduría está mucho más cerca la obra de un paisano, -La misma concejalía la presentó en la Ergástula y acudieron al acto el presentador y dos personas-. La escribió Luciano Claro, Chano, inicialmente zapatero remendón, con otros cien oficios a sus espaldas, pero actualmente docto en la materia que en su ‘Por las cumbres de Europa’ ha dejado una magnífica historia mágica nuestra.
Eso a los fieles de Sánchez Dragó no les interesa. Les puede hacer pensar y prefieren los fuegos fatuos, esos que dicen que se producen entre los muertos. Les interesan más las apariencias de algo, aunque todo sea falso y solamente aparente como el oropel. No quiere esto decir que no sea escritor y brillante. Acaso más de los segundo que de lo primero. Con algo de malditismo y mucho de máscara, demasiada, porque la hace necesaria para justificarse a sí mismo, eje y protagonista de su propia obra, que la ha llevado al caos y a la confusión para poder escribir en un bucle tautológico, desde la impostura, que es desde donde escribe. Cuando no se tiene rigor ni arte solo queda el palabrismo, que a lo mejor es lo que atrae y lo que vende.
Lo ocurrido en Casa Panero con Sánchez Dragó no es nada nuevo. Ya ocurrió algo similar en el siglo XVII en los tiempos en los que Astorga fue conocida como ‘La Pequeña Atenas’. Un canónigo prestigioso, Pedro de Junco, autor de ‘Fundación, nombres y armas de la ciudad’ apoyándose en los falsos cronicones, ya por entonces se estilaban, –los mismos que afirmaban que en su momento, cuando la Virgen no había subido a los cielos, los astorgano enviaron una embajada a solicitarle que enviara al apóstol Santiago a estas tierras- sostuvo que la ciudad fue fundada por los griegos y que en la antigüedad se llamó Roma. Hubo otro canónigo astorgano, Alonso de la Vecilla, que le contestó en verso: Andáramos todos ciegos, / Buscando lo que antes fuimos / Y nunca nos entendimos. / Como éramos todos griegos.
Hubo otro canónigo que pronunciaba un sermón en la solemnidad de la catedral en la festividad de la Asunción y sin venir a cuento se desvió del tema para ensalzar a su rey amado Fernando VII, el Deseado. Los fieles astorganos que le escuchaban fueron más críticos y le obligaron a callarse y a que bajara del púlpito. Para ellos el rey era el Felón.
Curiosamente Sánchez Dragó vino o fue traído a Astorga. Como Julio César llegó, les hizo un griego a todos, tan prosaico como propio de esas cataduras morbosas, a quienes acudieron a escucharle embelesados porque le entendían al charlatán de los crecepelos y venció. Hablaba para ellos y todos felices y satisfechos. La condición humana triste para aparentar y no ser para sentirse realizados. Entró al trapo en todos los pases y quiebros al respetable vendiéndose el mismo, con tanta experiencia que tiene a estas alturas, que alma o principios ya no le quedan y tan solo necedades ensartadas con oficio, que es lo que vale para los necios conjurados.






