Tomás Valle Villalibre
Domingo, 30 de Diciembre de 2018

Deseos de Navidad

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Pueden ser las luces, los villancicos, los anuncios emotivos, las reuniones con familiares y amigos, o quizás todo junto. Pero lo cierto es que la Navidad para muchos de nosotros es una época llena de emociones y sentimientos hacia la familia, hacia nuestros seres queridos, hacia nuestros amigos. Nos hace sentir más alegres, empáticos y generosos. La Navidad es sobre todo un ritual familiar. Un ritual en el que siempre recordamos con añoranza a los seres queridos que hemos perdido y que provoca en nosotros una mezcla de sentimientos de tristeza, nostalgia y alegría, entremezclados con lágrimas y sonrisas.


La Navidad es un periodo cargado de tradiciones, cuentos y leyendas que se han venido transmitiendo a través de generaciones. Pero también puede ser el momento de plantearnos un cambio de ritmo y rumbo en nuestras vidas, intentando hacer algo diferente a lo que hemos hecho hasta ahora. Cambiando nuestra arquitectura cerebral  e iniciando con grandes dosis de optimismo e ilusión una búsqueda de lo positivo, que nos pueda acercar a metas más saludables.


En estas fechas, me gusta hacer una pausa en mi vida y retroceder en el tiempo sobre las huellas imborrables que la Navidad ha dejado en mí, desde que era niño. 


Aquella interminable espera a la llegada de los Reyes Magos, la cabalgata, la Noche Buena con villancicos junto al modesto Belén que montaban mis padres, las doce uvas junto al televisor en blanco y negro, la campaña de Caritas en la que mi familia aportaba algunas pesetas que más tarde necesitarían, la visita a los ancianos del asilo. 


La satisfacción a través de los años por mantenernos una familia unida, de disfrutar con los que quedan y recordar a los que faltan para que nadie los olvide, los abrazos y los besos, la alegría de compartir con mis hijos y mis nietos un menú navideño basado en emociones positivas, llenas de afecto y alegría.


Puede sonar trasnochado y sé que para los detractores de estas fiestas será difícil de entender, pero la Navidad desde que, como diría mi madre “asenté la cabeza”, me sirve como estímulo para buscar armonía a través de pensamientos, emociones y sentimientos adecuados, constructivos y resolutivos que me ayudan a encontrar mi camino e intentar resolver los contratiempos que se presenten, que no son pocos.


Por eso me gustaría que esta Navidad, que considero de esperanza; el pasado nos enseñe, el presente nos abrace y el futuro nos traiga ilusión. Deseo que cese la violencia contra las mujeres. Que éstas sean fuertes y no tengan miedo a defenderse; deseo que los hombres las respetemos y entendamos que “no es no”. 


Deseo montañas de risas y mares de felicidad. Me gustaría bailar contigo.


Quisiera que la mentira no convenciera a nadie, que el cinismo no cosechara votos y que los caraduras no pudieran entrar en política. Que nadie tenga que huir de su país por guerras o hambre. Que ningún bote naufrague repleto de angustia.


Que el campo fuera más verde, el aire más puro y los ríos y el mar más limpios. Deseo que los niños aprendan en libertad y no sean  adoctrinados. Me gustaría que desapareciera de nuestra ciudad el gueto donde decenas de niños con sus familias viven entre ratas y miseria. Que se premie el esfuerzo y el entusiasmo y se castigue a los mentirosos y corruptos.


Me gustaría encontrar comprensión en la mirada ajena y calma en la propia, menos culpa y más perdón. Quisiera que los kilos de más se me adapten con gracia y que mis arrugas sean amables. Deseo seguir haciendo preguntas y recibiendo más respuestas. Más comunicación real y menos virtual. Quiero que el amor esté por encima de todo. Deseo escuchar el sonido del silencio.


Feliz Navidad 
Feliz Año Nuevo

 

 

 

 

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