De año en año, aquí venimos
![[Img #41204]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2019/8420_puerto-amestoy-jose-ignacio-003.jpg?26)
Hay unos versos tradicionales y anónimos maragatos, que entonaban pastores y mozos en tiempos de petición de aguinaldos navideños, que comenzaban justamente así: “De año en año, aquí venimos”. Los recoge Santiago Alonso Garrote, en su impagable obra titulada ‘El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y Tierra de Astorga’, una obra de principios del siglo XX, revisada y aumentada en esa maravillosa segunda edición de 1947, editada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Porque existimos todos en un tiempo ordenado, tasado, conocido, regulado por la sociedad en la que nos toca vivir. Es un tiempo pautado por los calendarios, en el que ya sabemos de antemano cuándo va a venir cada fiesta, cada celebración, en qué momento del año se celebrará la Semana Santa; cuánto dura el calendario laboral o escolar de cada uno; cuándo vienen las vacaciones…
Eso sí, luego vienen los imprevistos, tanto los malos, como los buenos, que son los que le dan algún atractivo al existir de cada uno y al de todos; porque, de lo contrario, la vida sería una perspectiva rutinaria y consabida, sin interés alguno.
Se van trenzando, así, en nuestras vidas, lo imprevisible y lo previsto, lo consabido y lo inesperado De ahí que, en los ritos que celebramos a principios de cada año, nos deseemos unos a otros salud y suerte, sobre todo, algo que se inscribe en esa perspectiva –ante la que cruzamos unos dedos metafóricos, para que no nos ocurra nada malo– de lo imprevisible o de lo inesperado.
Pero, en ella, hay un término que nos gusta, que es de nuestra total predilección: el de ventura. Que es el que queremos utilizar, en este arranque del año, para desear a todos los lectores y lectoras de ‘astorgaredaccion’ un 2019 lleno de venturas.
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Hay unos versos tradicionales y anónimos maragatos, que entonaban pastores y mozos en tiempos de petición de aguinaldos navideños, que comenzaban justamente así: “De año en año, aquí venimos”. Los recoge Santiago Alonso Garrote, en su impagable obra titulada ‘El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y Tierra de Astorga’, una obra de principios del siglo XX, revisada y aumentada en esa maravillosa segunda edición de 1947, editada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Porque existimos todos en un tiempo ordenado, tasado, conocido, regulado por la sociedad en la que nos toca vivir. Es un tiempo pautado por los calendarios, en el que ya sabemos de antemano cuándo va a venir cada fiesta, cada celebración, en qué momento del año se celebrará la Semana Santa; cuánto dura el calendario laboral o escolar de cada uno; cuándo vienen las vacaciones…
Eso sí, luego vienen los imprevistos, tanto los malos, como los buenos, que son los que le dan algún atractivo al existir de cada uno y al de todos; porque, de lo contrario, la vida sería una perspectiva rutinaria y consabida, sin interés alguno.
Se van trenzando, así, en nuestras vidas, lo imprevisible y lo previsto, lo consabido y lo inesperado De ahí que, en los ritos que celebramos a principios de cada año, nos deseemos unos a otros salud y suerte, sobre todo, algo que se inscribe en esa perspectiva –ante la que cruzamos unos dedos metafóricos, para que no nos ocurra nada malo– de lo imprevisible o de lo inesperado.
Pero, en ella, hay un término que nos gusta, que es de nuestra total predilección: el de ventura. Que es el que queremos utilizar, en este arranque del año, para desear a todos los lectores y lectoras de ‘astorgaredaccion’ un 2019 lleno de venturas.






