Venezolanos
![[Img #41505]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2019/9972_venezolanos-en-espana1.jpg)
La actualidad política de Venezuela aparece, de modo intermitente, en las primeras páginas y portadas, desde que hace veinte años el chavismo regenta el poder de ese país hermano. Al principio eran las disputas universitarias y huelgas sindicales enfrentadas al gobierno, elegido en urnas; después, las alocadas decisiones de sus gobiernos, que han derivado en un régimen de autocracia y totalitarismo, sin control de la oposición parlamentaria, combinado con una pésima gestión pública y una elevada corrupción de su entorno, lo que ha arrastrado a esta nación, de un lado, a la decadencia económica y la miseria generalizada, y, de otro, al enfrentamiento civil, la falta de libertades y la inseguridad ciudadana.
Esta situación negativa y explosiva se ha incrementado en los últimos tiempos, si bien la sociedad desigual y el diferencial de rentas es anterior al chavismo, el nuevo régimen no ha sabido hacer frente, originando un mayor malestar en todos los sectores, como pude comprobarlo ya en el año 2000, durante una estancia de dos semanas en Caracas, Mérida y Trujillo. La autocracia estaba en camino, como se constata por los medios de comunicación y me vienen narrando colegas universitarios, angustiados por su situación, y que se explayan más cuando tienen oportunidad de encontrarse en España.
Hace unos días, participaba en el Club de Lectura en Astorga y coincidí con un escritor venezolano, que se mostraba esperanzado con el nuevo presidente del Parlamento, quien pocos días después adoptó la decisión de tirar adelante con la Presidencia de la República. Una semana después de mi visita anterior a Astorga, acudí a una consulta clínica en León y el médico que me atendió era un venezolano, muy pendiente de las noticias que le iban trasladando a su móvil los amigos de allá.
Los venezolanos, de una manera u otra, han estado y están muy presentes entre nosotros. Anteriormente, por lo que nos contaban los emigrantes amigos o de la familia llegados allá en los años 50 y 60. Recuerdo por entonces las cartas llenas de emoción que escribía a mi padre su amigo Lerones, que pasó de funcionario de Correos en Astorga a propietario de finca en los Llanos en menos de una década. O, más tarde, ya de vuelta a España, lo que nos relataban los tíos de mi mujer en su retiro de Gijón, acerca de su trabajo exitoso en la hostelería venezolana.
Esas memorias de emigrantes españoles nos conducen, en los últimos años, a las de los emigrantes venezolanos en España, que sufren día tras día la situación de su país y las dificultades de adaptación a su lugar de destino. Muestran la fuerza de su decisión por ser libres y mejorar su vida, saliendo hacia otros países de América y en menor medida hacia España, donde su número ha crecido exponencialmente: si en 2017 eran 52.385, en 2018 fueron 95.633, que supone que la comunidad venezolana es la que más ha crecido, aunque la estadística no refleja que muchos emigrantes italianos llegados a España son, en realidad, italo-venezolanos, lo que acrecienta el número real de venezolanos de la diáspora, que buscan establecerse aquí a la espera (o no) de su regreso.
¿Hasta cuando?
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La actualidad política de Venezuela aparece, de modo intermitente, en las primeras páginas y portadas, desde que hace veinte años el chavismo regenta el poder de ese país hermano. Al principio eran las disputas universitarias y huelgas sindicales enfrentadas al gobierno, elegido en urnas; después, las alocadas decisiones de sus gobiernos, que han derivado en un régimen de autocracia y totalitarismo, sin control de la oposición parlamentaria, combinado con una pésima gestión pública y una elevada corrupción de su entorno, lo que ha arrastrado a esta nación, de un lado, a la decadencia económica y la miseria generalizada, y, de otro, al enfrentamiento civil, la falta de libertades y la inseguridad ciudadana.
Esta situación negativa y explosiva se ha incrementado en los últimos tiempos, si bien la sociedad desigual y el diferencial de rentas es anterior al chavismo, el nuevo régimen no ha sabido hacer frente, originando un mayor malestar en todos los sectores, como pude comprobarlo ya en el año 2000, durante una estancia de dos semanas en Caracas, Mérida y Trujillo. La autocracia estaba en camino, como se constata por los medios de comunicación y me vienen narrando colegas universitarios, angustiados por su situación, y que se explayan más cuando tienen oportunidad de encontrarse en España.
Hace unos días, participaba en el Club de Lectura en Astorga y coincidí con un escritor venezolano, que se mostraba esperanzado con el nuevo presidente del Parlamento, quien pocos días después adoptó la decisión de tirar adelante con la Presidencia de la República. Una semana después de mi visita anterior a Astorga, acudí a una consulta clínica en León y el médico que me atendió era un venezolano, muy pendiente de las noticias que le iban trasladando a su móvil los amigos de allá.
Los venezolanos, de una manera u otra, han estado y están muy presentes entre nosotros. Anteriormente, por lo que nos contaban los emigrantes amigos o de la familia llegados allá en los años 50 y 60. Recuerdo por entonces las cartas llenas de emoción que escribía a mi padre su amigo Lerones, que pasó de funcionario de Correos en Astorga a propietario de finca en los Llanos en menos de una década. O, más tarde, ya de vuelta a España, lo que nos relataban los tíos de mi mujer en su retiro de Gijón, acerca de su trabajo exitoso en la hostelería venezolana.
Esas memorias de emigrantes españoles nos conducen, en los últimos años, a las de los emigrantes venezolanos en España, que sufren día tras día la situación de su país y las dificultades de adaptación a su lugar de destino. Muestran la fuerza de su decisión por ser libres y mejorar su vida, saliendo hacia otros países de América y en menor medida hacia España, donde su número ha crecido exponencialmente: si en 2017 eran 52.385, en 2018 fueron 95.633, que supone que la comunidad venezolana es la que más ha crecido, aunque la estadística no refleja que muchos emigrantes italianos llegados a España son, en realidad, italo-venezolanos, lo que acrecienta el número real de venezolanos de la diáspora, que buscan establecerse aquí a la espera (o no) de su regreso.
¿Hasta cuando?






