Max Alonso
Domingo, 27 de Enero de 2019

El que no llora

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Hace poco se vivió un hecho vergonzoso pero clarificador. Los niños se quedaron sin una asistencia médica adecuada porque una de las dos plazas de pediatría quedó descubierta. Ninguna culpa de las profesionales, según los usuarios, aunque la que permaneció estaba agotada. Las citas se daban hasta con más de dos meses de demora. La solución la administración trató de venderla como una eficaz gestión cuando se trataba de una situación remediada tan solo cuando las reclamaciones se hicieron clamorosas, en las que tuvo que ver, positivamente, Izquierda Unida. 

 

La única vía que queda cuando la administración trata a la sociedad como niños, con toda la ambigüedad que encierra la frase en este caso, una vez más hizo realidad el refrán de que el que no llora no mama.

 

Algo está mal en la Administración cuando se impone llegar a estos extremos. El nuevo Centro de Especialidades se construyó con toda la parafernalia y una vez levantado se quedó parado. De especialidades las mínimas como si fuera la sociedad la que hubiera cambiado y ya no hicieran falta. 

 

Lo que había cambiado era la situación económica, en la que la administración comunitaria se escudó para justificar sus políticas. Nunca debiera haber sido la sanidad la resentida, porque ahí están las necesidades esenciales de la sociedad de hoy y de mañana. Lo que se registró fue   una interpretación de prioridades pasmosamente errónea de los detentadores del poder. 

 

No se puede hablar con convicción de los problemas de la despoblación cuando desde la Administración no se están aplicando políticas para atajarla sino para inducirla. Como se evidencia en la gestión de la sanidad, en donde en una población dominantemente envejecida como es la de Astorga y su zona no exista la especialidad de geriatría y por mucho que se anuncie una actuación especial para la zona de Astorga para la concentración de consultorios rurales. 

 

Son esta falta de medidas y de soluciones, como la desasistencia o el abandono de los ferrocarriles de proximidad o la discriminación de las tarifas postales, claramente anticonstitucionales y aceleradoras de los agravios de la despoblación, que se dice que se pretende combatir.

 

Cuando las políticas del PP respecto a la Sanidad, tanto a nivel nacional como en la suma de comunidades, especialmente con las actuaciones de Madrid y Valencia,  se han caracterizado por quererla destruir. En la de Castilla y León han alcanzado su culminación pidiendo, en una exigencia generalizada, la dimisión del consejero.

 

Han sido necesarias las primeras sentencias condenatorias de la venta de viviendas sociales de la Comunidad de Madrid a fondos buitres, tamaña aberración, para que se haya empezado a estimar que se había hecho lo que nunca debería haber tenido cabida. Es de esperar que el procedimiento iniciado continúe y  sus responsables no sean exculpados sino debidamente sancionados.

 

Solo no sembrando vientos se evitarán las tempestades. Se siembran cuando se actúa provocando los incendios de tal manera que la sociedad tenga que preguntarse a dónde nos llevan quienes nos conducen. 

 

Para colmo el alcalde Valladolid, que parecía un hombre prudente después de las insensateces de su  predecesor, se descuelga con su solución al gravísimo problema que padecemos de la despoblación. Si, como él dice, lo que hay que hacer es que crezca más Valladolid en detrimento de las demás provincias que apague la luz el último que salga. A él le llamarán el Despoblador. Aragón es el ejemplo. No como modelo sino como antimodelo. Con la cabeza, Zaragoza, hinchada  ya de siglos, y el cuerpo raquítico, para pesar de los aragoneses. Sólo nos vale como inspiración para no hacer lo mismo. Lo contrario de lo  que el alcalde  vallisoletano, socialista significado y equivocado, osa proponer.

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