Jose Miguel López-Astilleros
Domingo, 27 de Enero de 2019

Poetas provincianos a la sombra de la memoria

En heladora noche invernal de la capital de provincias que marca el fin de la meseta y anuncia el comienzo de las montañas, el grupo más escurridizo de escritores, los 'Ultramarinos', acudieron a la presentación de 'Sombrario'. Una visión sobre 'Poetas raros' de postguerra, españoles, si aún quedase alguno, entre los cuales figuran: Andresito González-Blanco, Julio Mariscal Montes, Mario Arnold, Julio Antonio Gómez y Fernández Nieto, y hasta al pobre Vergara del que hablara Crémer.
Los escritores que nos acompañan en el descubrimiento de estos olvidados son: Andrés Trapiello, Juan Bonilla, Bruno Marcos, José Luis Melero y Mario Paz.

VV. AA., Sombrario, manual de ultramarinos, 58 págs., León, 2018

 

 

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Hay que dar la bienvenida a esta nueva publicación de la editorial ultramarinos con especial encomio, puesto que con ella sus responsables han dado un salto cualitativo de importancia, como es pasar de la edición eminentemente artesanal de plaquettes, cuyas hojas estaban unidas con grapas, a la edición en formato de libro, aunque este primero solo tenga 58 páginas. Dicha iniciativa y comienzo permitirá transitar hacia proyectos más ambiciosos sin lugar a dudas.

 

Sombrario se compone de cinco artículos escritos por cinco autores diferentes, que tratan cada uno de ellos sobre uno o varios poetas olvidados de provincias, pertenecientes a distintas épocas, desde finales del siglo XIX al siglo XXI. El acierto del título pone de relieve todo lo que tiene de melancólico el intento de luchar contra el tiempo destructor, al traer a la actualidad estos nombres enterrados en los sedimentos fosilizados de nuestra cultura, así se pone de manifiesto en la cita de José Bergamín que precede al primer texto. Sobre el olvido de estos poetas deberíamos matizar que se trata de un olvido injusto en la mayoría de las ocasiones, ya que de no haber sido así, probablemente no hubiera suscitado la atención de sus autores, siendo así que estos artículos serán de interés para aquellos a quienes apasionan los descubrimientos. Sobre la adscripción de estos poetas al adjetivo “provinciano”, la clave nos la da Andrés Trapiello cuando escribe que la provincia «…es el lugar al que de una u otra forma quieren volver, pese a toda la angostura que les produce, pese al foco que les arrebata.»

 

El libro lo encabeza el artículo de Andrés Trapiello, dedicado a Andrés González-Blanco (1886-1924). En primer lugar repasa brevemente su biografía, para después justificar, con la ironía que caracteriza al escritor, la escasa importancia del poeta en su contexto en razón del diminutivo con el que era conocido en el mundillo literario de entonces, además del tratamiento que le da Cansinos Assens en La novela de un literato. Mantiene Trapiello más adelante que González-Blanco no fue el primero que se ocupó de la provincia, aunque sí «…quien proporcionó a la provincia levítica y episcopal una unidad poética, cerrada y compacta.» No obstante cita algunos precedentes de creadores que trataron sobre la vida en provincias antes que él, para situarlo en el transcurso histórico. Al traer a colación el poemario Horas de ausencia, sin duda el mejor, pretende el articulista «configurar aún más y con mayor nitidez el universo “provincial”». De aquí pasa a analizar brevemente el tono y los temas principales de su poesía. Tras fustigarlo al principio, como muy bien sabe hacer Trapiello, al final redime su obra como Cervantes a sus personajes, cuando concluye «Son mucho más de lo que parecen estos poemas. Son más ellos seguramente que su propio autor, más de lo que el propio González-Blanco imaginó que eran. Tenía el alma de los poetas, pero le tocó vivir una vida bohemia, él, que ni siquiera fue un bohemio.» En definitiva, un buen artículo bien documentado y alejado en su expresión de la pesadez académica.

 

Juan Bonilla en su colaboración reclama atención para el poeta Juan Mariscal Montes, perteneciente a la generación de los años cincuenta del siglo XX. Se refiere Bonilla a la trayectoria vital del poeta y a cómo descubrió por azar su primera obra cuando contaba diecisiete años, además de las otras en años sucesivos. Solo se detiene en Tierra, a su juicio la mejor. Hacia el final del artículo concluye sobre Mariscal «…pugnó con los fantasmas del deseo y de esa pugna extrajo unos cuantos poemas extraordinarios que apenas tuvieron suerte.» No obstante declara tener por todos los libros de Mariscal un afecto leal y sincero.

 

 

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Bruno Marcos en el tercer artículo, apoyándose en los testimonios de Victoriano Cremer, traza la biografía de Vergara, un literato bohemio y mediocre de los años treinta en la ciudad de León. También nos da noticia de otro provinciano bohemio de las letras, Mario Arnold, a quien Cansinos Assens en su célebre La novela de un literato sitúa en el séquito de Armando Buscarini en el Madrid de la época, pero como bien dice Trapiello en su artículo, Cansinos Assens tuvo «…predilección por todos aquellos escritores en los que su ambición o su ilusionismo eran muy superiores a su talento. Diríase que lo único que garantiza la inclusión de un escritor en las memorias del colega sevillano es o que no tenga talento o que no tenga suerte, y mucho mejor, cuando careciendo de ambas cosas ha quemado las alas a la vida en la “llama pura de la literatura”». Hay que señalar que Bruno Marcos ha sido el encargado de seleccionar, y con gran acierto, las otras cuatro piezas.

 

Cuenta el bibliófilo José Luis Melero en su aportación al parnaso de estos poetas olvidados, cómo encontró Al oeste del lago Kivú los gorilas se suicidaron en manadas numerosísimas del poeta Julio Antonio Gómez, apodado “el gordo Gómez”. Este arranque lo conduce a la narración de una breve semblanza biográfica del mismo, así como el estado actual de la publicación de la obra completa del poeta.

 

El último y bien documentado artículo lo firma Mario Paz. Versa sobre el poeta José María Fernández Nieto. Nos da cuenta de sus peripecias vitales más importantes, en cuyo recorrido cobra especial importancia la revista Nubis, cuya presencia fue decisiva en el desarrollo de sus comienzos literarios. Llega así hasta la fundación de la revista Rocamador, en la que mostrará sus «gustos poéticos», respecto tanto a su propia creación como a la de los demás poetas seleccionados para su aparición en esas páginas, así como respecto al contenido teórico y crítico vertido en dicha publicación. Tras ser vapuleado en los años sesenta del siglo XX por su beligerancia contra la estética de la poesía social y publicar varios libros después, en 2012, un año antes de su muerte, le fue concedido el premio de las Artes de Castilla y León.

 

 

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Aunque solo fuera por el descubrimiento de unos cuantos buenos poemas de cada uno de estos poetas olvidados, merecería le pena detenerse en estos excelentes artículos que pretenden contribuir a la revivificación de una obra que jamás ha estado muerta, tan solo silente.  Y por último, merecería incluso la pena acercarse a este libro aunque solo fuera por conocer las sinuosidades, deslumbramientos y fracasos de la letra pequeña con la que se escribe la poesía de una época, de cualquier época, como parte de esa intrahistoria de los poetas que sí merecieron el favor de la crítica y el público de un tiempo ya extinto.

 

                                                          

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