Eloy Rubio Carro. Ilustraciones: Nuria Cadierno
Domingo, 10 de Febrero de 2019

Crudeza

Mario Pérez Antolín. Crudeza; Ediciones Trea Aforismo 2018

 

 

 

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Cuando nos acercamos a una colección de aforismos con ánimo de hacer una crítica surge el temor ante lo inmenso, lo inabarcable, aquello que aterraba a Pascal. Haría falta una revolución copernicana al modo kantiano para reapropiarnos de esa inmensidad y convertirla en “esas formas subjetivas de la percepción del mundo”.

 

Hemos de suponer que esa inmensidad del espacio y tiempo sean de cualquiera para abordar sin temor estos escritos aforísticos.

 

La Sección Tercera, “Una insuficiente cantidad de porvenir”, alude al momento social en el que vivimos con menciones veladas a los sociólogos y filósofos que han escrito en la ‘postmodernidad’: Ulrich Beck, con su sociedad reflexiva y de riesgo; Bauman y la sociedad líquida; Byung-Chul Ham en su caracterización de la sociedad  de vigilancia apóptica. Con otros asuntos muy contemporáneos: la manera como la política ha devenido en empresa “(...) dando la espalda al sin fin de mecanismos de toma de decisiones. El  proceso degenerativo de la democracia: participar, delegar y, por último, ceder” (86), o los peligros de la robótica y la necesidad de que “(...) se modifiquen en profundidad las premisas éticas, ontológicas y existenciales que ahora nos definen. Las  nuevas tablas de la ley para el ‘machine man’”. Las estrategias ante el modelo actual de “la incertidumbre económica generalizada” que puede llevar a la irrelevancia a gran parte de la humanidad, los guetos sociales, la desvinculación del trabajo con el bienestar: “Hemos pasado del ejército industrial de reserva al ejército industrial desmovilizado.” Del dominio de la imagen y del deseo de ser aprobado en las redes sociales con una metamorfosis de lo público, del nomadismo cibernético.

 

 

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Se descubre en esta sección una profusión narrativa en muchos de los aforismos, como si la actualidad no se sintiera cómoda en las maneras aforística y sentenciosas al interpretar el mundo. La actualidad aún no ha podido ser procesada y le conviene la casuística, la forma narrativa próxima a la fábula.

 

También, pero esto es habitual en las otras secciones, se expresa el pesimismo sobre el género humano: “¿Qué somos? Tentativas fallidas que se empeñan en recomenzar hasta conseguir resultados transitorios y precarios.” (80) 

 

Por último unos pocos aforismos ceden a una conceptualización ‘surrealizante’ que desemboca  en ’lenguaracería’, en un abuso evocativo de las resonancias del lenguaje, con la apariencia, dado el género, de lo conceptual: “Un círculo de perplejidades consigue introducirme en una esfera pulida por la suela de un zapato deforme que acaba de girar sobre sí mismo sin que nadie perciba lo perfectamente redonda que es la fenomenología donde chocan como núcleos incontrolables algunas bolas aleatorias.” (80) 


Por supuesto que aquí también encontramos la presencia del límite, de la muerte, pero no pretenderemos contar toda la visión del mundo que se refleja en esta aforística.


“Las Razones de la furia”, es el título de la cuarta tanda de aforismos, con temas de lo más variado. Como el abordar los sentimientos del yo, en un intento por cercarse a sí mismo. Ese yo evasivo, incomprobable en sus manifestaciones, con el fin, suponemos, de llegar a demostrarse vía empírico-metafísica. Entonces, unas cuantas ‘letrillas aforísticas’ comienzan de esta manera: “Cuando entro (...)”. Sirvan de muestra estos ejemplos: “Dame esa vinagrera que contiene melaza rancia y yo te recompensaré como una mantis inamovible (...)” ( 115) “Me inquieta la pugna continua (...)” (115)  “Necesito alejarme de este que aprisiona mis ganas de salida (...)” (113) “Somos muy dados a reclamar destruyendo (...) o “Una vez traicionados mis ideales, solo me queda cumplir mis transgresiones.” (107)

 

 

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Ese yo que se supone en sus manifestaciones, también cree en el mundo y en su relación con el mundo y sobre todo en el mundo humano, del que no deja de opinar, en continuo asedio, también, para entenderlo, o al menos ese mundo que hace suyo. 


Abunda en otras ocasiones el cinismo: “Las  palabras que ellos nos dedican siempre encierran difamación o elogio, y con las que nosotros respondemos han de contener aceptación o resentimiento. La neutralidad es un espejismo para incautos.” La diversidad de opiniones sobre los aspectos del mundo provienen de que encuentra un mundo regionalizado. 

 

En ‘Las razones de la furia’ también encontramos microrrelatos en forma de fábula con ‘cierre aforismado’. Son pocos, pero aún perduran los escritos sobre la contemporaneidad crítica: la intervención tecnológica sobre la vida y la muerte y las dos humanidades que podrían surgir de esta revolución tecnológica acabando con las reivindicaciones de justicia y de igualdad, si no fuera por el consumo. 

 

La  diversidad de los temas es la característica; tal vez sea característica también de los libros de aforismos. Se muestra una moral propensa al sentimiento más que a la razón, y un hurgar en los márgenes (pensándolos). Apología de la tristeza y la quietud por sobre la vida convulsa, además de una estetización de la moral son otros de los temas espigados entre tanta variedad. 

 

Por cierto alguno de sus aforismos podría servir para negar esto que afirmo: “Nada se libra de la repetición. Si nos fijamos bien, desde las estrellas hasta las células, todo está compuesto de patrones y réplicas, de matices y duplicados. Nuestro mundo se asienta sobre la uniformidad serial por más que algunas variantes nos hagan creer en la exuberancia múltiple.”(130)

 

‘Crudeza’ está dedicado a Antonio Colinas y viene precedido de un prólogo de Vicente Verdú. Consta de cuatro tandas de aforismos. La primera, “Eso que la fuerza no consigue y que el placer impone”, es ya autorreflexiva. En el primero de  los aforismos del libro se declara: “Mis aforismos son como miniaturas en un cajón inmenso.”(17)

 

Como una biografía de proyectos incumplidos, lo que podría haber sido y lo que fue parecen apuntar a un solo fin que estaría siempre presente en estos aforismos. 

 

“(...) Acabamos siendo de determinada manera por lo que nos pasó y por lo que no nos pasó: incógnitos y patentes.” (130, 131)

 

Insistencia en manipular el tiempo, hacerlo reversible o al gusto, retornarlo sin freno y marcha atrás, rebobinar la escena. 

 

No deja de abordarse el asunto de la escritura de la que este libro/mundo es un espejo o un secretario tomando notas: “Soy  el que anota. Me limito a observar, comprender y dejar constancia de lo cierto antes de que se tergiverse.” Entiende la poesía como vivencia,  no como género: “Hoy  se hace poesía en todas partes menos en los poemas.” (21) La escritura considerada como un amante arisca.

 

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Vuelve otra vez a la muerte o el miedo a la muerte, asunto que se repetirá a lo largo del libro. La muerte aplazada pero irremediable a la que quisiéramos llegar tarde a la cita: “Nos pasamos la vida excusando nuestras múltiples dilaciones. Tan solo para retrasar la última cita, la inaplazable no somos capaces de encontrar nunca justificación convincente.” Como el mar que siempre recomienza, este es el asunto más repetido y escondido del libro: el paso del tiempo, la vejez y la muerte. En la página 49 esa preparación para la muerte se manifiesta en bienvenida al ‘ángel de la muerte’. (122, 111, 62)

 

La contemporaneidad crítica también aflora en esta primera sección como denuncia de la esclavitud que generan las nuevas formas de producción, que aíslan y atomizan a los trabajadores y los responsabiliza únicamente a ellos de su situación. (25) O la dependencia de la política de la economía, o lo que es peor de los políticos de los amos del dinero, facultando una clientela más que una ciudadanía;  o el control de individuo mediante los usos que haga de Internet (39), o la falta de sentido que propicia que sea el tirón tecnológico el que dirige el mundo humano (39)


Pero también la denuncia de lo descabal y sinsentido en ‘la sociedad red’, viene a desdecirse en uno de los fragmentos del final de la primera parte: “Me identifico con las cosas que carecen de objeto y con los hombres que no tienen propósito y con los transeúntes sin destino y con los seres que perdieron su función y con aquellos que han hecho de la inercia su no-finalidad.” Podría suceder que abominando de las causas no le quedara otra que solidarizarse y padecer con sus contemporáneos.

 

El segundo bloque aforístico es ‘Verdades que asustan incluso dichas.”


Ya casi leído todo el texto ’in media res’, no consigo descifrar la particularidad de estos títulos, cuando lo que se cuecen ellos es muy similar. No son pues las verdades del barquero que han de ser pregonadas, sino además esas otras que quedan ocultas y por eso se tragan sin consciencia.


No que sea más filosófica esta parte que las otras, pero sí se ocupa más de asuntos propios de la historia de la filosofía o de la sistemática: El animalismo, una ley universal entendida como el tránsito de la pujanza al quebranto, la metamorfosis y no la muerte: “Me ataron de pies y manos y como si esto no bastara, pusieron un trapo dentro de mi boca y cinta adhesiva sobre mis labios. Se fueron y me dejaron solo. Tenía la misma sensación que tiene la palmera rodeada de desierto. Cuando el más joven de ellos vino a supervisar el secuestro, yo había desaparecido ya. En mi lugar encontró un grano de arena y un dátil.” (53)

 

 

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Otros temas filosóficos serían el funcionalismo determinista o el destino que marca la humanización de los objetos a quien se avenga a poseerlos, (como la pistola de Meursault en el Extranjero de Camus). Otro aforismo recurre a la oración para rogar respuestas a las preguntas tradicionales de la metafísica: “(...) Tú, que a nadie decepcionas, dime: ¿Por qué me pareces tan sumamente indefenso? ¿Será que yo te incluyo en lo mío mientras que ellos se integran en ti?” (54). O de una especie de empirismo ocamiano con resabios sociológicos al estilo de Bourdieu (55). O cabalgando en la escoba de una bruja nietzschiana, “la raíz profunda de la verdad flotante”. Otros asuntos entresacados son: La relación de Dios con el hombre, ambos en  la misma  soledad profunda. O un Kierkegaard a(n)gustiniano en la desorientación infinita y eterna de su interioridad. O la pauta de Huxley: “Consumo compulsivo, satisfacción inmediata y puerilidad generalizada: los tres rasgos sobresalientes de una sociedad informe, desarticulada y completamente feliz.” (58) O el racionalismo cartesiano que descubre en el mundo la misma ley que rige el pensamiento. Claridad y distinción. (59) Un ‘logos’ sin Heráclito que combina en danza de contrarios. O la lucha de otros contrarios, amo y esclavo, descritos por Hegel. La corrosión del carácter en el mundo que nos toca. La popularización de la filosofía como piedra de toque de su validez (65). Consideraciones morales varias,  emociones, pasiones, quebrantos de amor, quejas de enamorada, el amor puro: “Un amor sin amantes se convierte en amor puro.” Y Hume, con la crítica en desasosiego de la relación causal “(...) Por tanto, no conviene apresurarse a la hora de dictaminar la certeza de algo. La constatación precisa de vías directas. (...)”. Y, cómo no, las emociones que se declaran primordiales en el ámbito de la moral, pero que solo adoptamos tras la terquedad de la razón fracasada. Muy contemporáneo.

 

Y de muchas otras cosas más trata este libro, tal el escrito de Quevedo ‘Libro de todas las cosas’.

 

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