El odio
![[Img #41865]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2019/110_pilar-dolorosaescanear0010.jpg)
Leyendo semanas atrás cómo la tropa virtual, pletórica de buenos deseos nuevoañeros, se despachaba contra el asesino de Laura Luelmo igual que lo hizo antaño contra los de Diana Quer o Marta del Castillo y, más antaño aún contra las reinas Magas y la carroza de la diferencia``, contra los taurinos o los animalistas, los catalanes y los españolazos, los carnívoros o los veganos, los nacionalistas fachas y los fetén, los ‘maduros’ o los que aún están verdes, los del Sevilla o del Betis, humanos o replicantes… y no de cualquier manera sino con virulencia, amenazas de muerte, admoniciones de quebrantos y torturas y la más variada gama de descalificaciones, pienso en cuántos justos podría salvar hoy de aniquilación ese Dios que no existe o tiene la cara vuelta, que diría Valle Inclán.
He visto a los que insultaban salvajemente a una chica que ofrecía en adopción a su perro por no poderlo atender debidamente.
Desear la muerte más horrible a un niño enfermo que soñaba con ser torero.
Desear una violación en grupo a una adversaria política.
Desear que la hija de doce años de un asesino reciba la misma muerte que la víctima de su padre.
Masticar con odio e incitación al odio palabras como balas: maricón, botifler, puta, fascista, feminazi, machirulo, podemita, español/moro/negro/terrorista/catalán…de mierda, dirigidas a personas a las que no se conoce de nada y que en la mayoría de los casos en nada habían ofendido a los antedichos expeledores de insultos, como no fuera por el mero hecho de existir.
Los ejemplos son interminables. Hieren profundamente.
¿Con qué sensación se irá esa gente a la cama? ¿Cómo besarán a sus hijos, cuán buenas personas se considerarán ante sus espejos enfermos? ¿Con cuánta frustración viven sus pobres vidas?
Son los mismos que acudían en masa a las ejecuciones públicas, que llevaban a sus niños a hombros para que no se perdieran ni una gota de sangre, ni un grito desgarrador, ni una secuencia del descuartizamiento; los que arrimaban leña a la pira, apedreaban a la adúltera, al tonto del pueblo, a los perros culpables de fornicio; los que ahora se agolpan frente a los juzgados para insultar a quienes salen, a quienes entran, más felices si son vecinos o figuras públicas que poder arrojar a patadas del pedestal que ellos mismos contribuyeron a erigir.
Puro ‘La vida de Brian’ pero sin pizca de gracia.
Y son los mismos que, cuando un desgraciadísimo accidente pone a unos padres ante la desolación de perder a otro hijo, buscan puntos oscuros con que saciar su afán de maldad, esparcen bulos para agudizar el dolor, piensan mal sin acertar nunca. O afilan sus colmillos para clavarlos en los cuellos más frágiles en nombre del derecho a la información, tantas veces confundida con la difamación.
Existen. No los veíamos, no los oíamos hasta que las redes les dieron la palabra, pero no la paz.
Triste destino tras tan largo viaje. Como el de los derechos sociales expoliados y la cultura jibarizada hasta la nanoexpresión. Algo tendrá que ver. Y tal vez que callar.
El horror se hizo verbo y habita entre nosotros.
![[Img #41865]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2019/110_pilar-dolorosaescanear0010.jpg)
Leyendo semanas atrás cómo la tropa virtual, pletórica de buenos deseos nuevoañeros, se despachaba contra el asesino de Laura Luelmo igual que lo hizo antaño contra los de Diana Quer o Marta del Castillo y, más antaño aún contra las reinas Magas y la carroza de la diferencia``, contra los taurinos o los animalistas, los catalanes y los españolazos, los carnívoros o los veganos, los nacionalistas fachas y los fetén, los ‘maduros’ o los que aún están verdes, los del Sevilla o del Betis, humanos o replicantes… y no de cualquier manera sino con virulencia, amenazas de muerte, admoniciones de quebrantos y torturas y la más variada gama de descalificaciones, pienso en cuántos justos podría salvar hoy de aniquilación ese Dios que no existe o tiene la cara vuelta, que diría Valle Inclán.
He visto a los que insultaban salvajemente a una chica que ofrecía en adopción a su perro por no poderlo atender debidamente.
Desear la muerte más horrible a un niño enfermo que soñaba con ser torero.
Desear una violación en grupo a una adversaria política.
Desear que la hija de doce años de un asesino reciba la misma muerte que la víctima de su padre.
Masticar con odio e incitación al odio palabras como balas: maricón, botifler, puta, fascista, feminazi, machirulo, podemita, español/moro/negro/terrorista/catalán…de mierda, dirigidas a personas a las que no se conoce de nada y que en la mayoría de los casos en nada habían ofendido a los antedichos expeledores de insultos, como no fuera por el mero hecho de existir.
Los ejemplos son interminables. Hieren profundamente.
¿Con qué sensación se irá esa gente a la cama? ¿Cómo besarán a sus hijos, cuán buenas personas se considerarán ante sus espejos enfermos? ¿Con cuánta frustración viven sus pobres vidas?
Son los mismos que acudían en masa a las ejecuciones públicas, que llevaban a sus niños a hombros para que no se perdieran ni una gota de sangre, ni un grito desgarrador, ni una secuencia del descuartizamiento; los que arrimaban leña a la pira, apedreaban a la adúltera, al tonto del pueblo, a los perros culpables de fornicio; los que ahora se agolpan frente a los juzgados para insultar a quienes salen, a quienes entran, más felices si son vecinos o figuras públicas que poder arrojar a patadas del pedestal que ellos mismos contribuyeron a erigir.
Puro ‘La vida de Brian’ pero sin pizca de gracia.
Y son los mismos que, cuando un desgraciadísimo accidente pone a unos padres ante la desolación de perder a otro hijo, buscan puntos oscuros con que saciar su afán de maldad, esparcen bulos para agudizar el dolor, piensan mal sin acertar nunca. O afilan sus colmillos para clavarlos en los cuellos más frágiles en nombre del derecho a la información, tantas veces confundida con la difamación.
Existen. No los veíamos, no los oíamos hasta que las redes les dieron la palabra, pero no la paz.
Triste destino tras tan largo viaje. Como el de los derechos sociales expoliados y la cultura jibarizada hasta la nanoexpresión. Algo tendrá que ver. Y tal vez que callar.
El horror se hizo verbo y habita entre nosotros.






