José Luis Puerto
Sábado, 23 de Febrero de 2019

Castorina: una poética de la materia

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Hay artistas que lo son porque llevan el espíritu creativo en su alma e implican su existir en aquello que crean, de modo que vida y obra se vinculan en ellos de modo coherente, irradiando una luz que se vuelve ejemplar y benéfica.

 

A tal estirpe de creadores pertenece –así lo sentimos– Castorina. En ella, el ser, la persona no desmiente en absoluto la obra, sino que la afirma y la potencia. Siempre que hemos entrado en contacto con ella, hemos percibido a Castorina como un ser de luz, como una persona luminosa, que irradia siempre una estela, un hálito que crea cosmos, armonía, allí donde se encuentra.

 

Ahora, tras una vida plena, madura, entregada, generosa, dedicada a la creación escultórica y plástica, se nos acaba de marchar, con esa discreción, con esa humildad, con ese quitarse importancia que la caracterizaba.

 

No es ahora el momento de analizar su escultura, pero sí de indicar que, en todas las obras suyas que conocemos, percibimos lo que podríamos llamar una poética de la materia. La escultura de Castorina está atravesada por la poesía, por la ternura, por el afecto, por la afirmación de la vida.

 

Esas madres protectoras con sus niños, esos rostros que se estrechan entre sí, esas superficies lisas, suaves, apacibles de algunas de sus obras, que invitan a la caricia, a la plenitud del tacto… suponen una implícita propuesta de vincular belleza con humanización.

 

Muy emblemáticas suyas son esas maternidades, verdaderos universales o arquetipos, que ella va creando y recreando a través de variantes que apuntan siempre al centro de lo humano y que constituyen uno de sus temas más emblemáticos.

 

A tales maternidades podríamos aplicarles las palabras que, en su ‘Diario’, expresa Katherine Mansfield, cuando alude a “esta extraña expresión de seguridad que observamos en las jóvenes madres, que están libres de todo último estado del sentimiento, ya que tienen un niño en los brazos.”

 

Castorina pervivirá siempre y estará siempre con nosotros a través de sus obras. Ha sido modelo de una artista verdadera, aquella que se mantiene en el territorio de su existir, fiel a su creación, fuera de los focos, de la hoguera de las vanidades, de cualquier engreimiento. Algo que nunca necesitan –como le ocurriera a ella– los verdaderos creadores.

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