Luis Miguel Suárez
Domingo, 24 de Febrero de 2019

La poesía en su sitio

Daniel Fernández Rodríguez, Las cosas en su sitio, Sevilla, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2018, 58 pp.

 

 

 

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Con su primer poemario, Las cosas en su sitio (2018), el joven profesor de la Universidad de Valencia Daniel Fernández Rodríguez (Barcelona, 1988) obtuvo el IV Premio de Poesía Joven Antonio Colinas. El tono elegiaco anunciado por los versos de Fernández Villarroel que le sirven de lema—“Las cuatro estaciones del año / son tres: / tristeza y desengaño”— se confirma ya en la composición inicial, ‘Querido compañero’, donde un sujeto escindido contempla en el espejo su “rostro soñoliento y triste y solo” (p. 13). Asimismo, la imagen del espejo, luego reiterada (p. 33), sugiere cierto componente metapoético que vuelve a aparecer en otros textos. Más adelante se insinúa la idea de la literatura como ficción autobiográfica en un poema significativamente titulado ‘Novelistas’: “Urdamos, como buenos novelistas, / verdad, ficción, olvido, anhelo, en eso / que de común acuerdo, fingiremos haber vivido” (p. 14). Y, en cierto sentido, no resulta arbitraria esta alusión a la novela, pues el poemario no carece de destacados rasgos narrativos; incluso en su conjunto puede leerse como una historia con su planteamiento, su nudo  y su desenlace.

 

Otros núcleos temáticos destacables son el paso del tiempo —perceptible en los propios títulos, que aluden al discurrir temporal: ‘Octubre’ (p. 18), ‘Otoño’ (p. 19), ‘Domingo’ (p. 23), ‘Tarde de invierno’ (p. 27)…—; el amor —más deseado que efectivamente vivido, según se puede observar en ‘La playa’ (p. 22) o ‘Adolescencia’ (p. 38)—; y los recuerdos, en los que vuelven a mezclarse anhelo y realidad. De manera particular, la evocación de la infancia trae a veces recuerdos luminosos —‘Tejerina’ (pp. 25-26); ‘Verano del 94’ (p. 30)—, aunque no falta su contraposición irónica a la madurez ‘Adultos’ (p. 15). Un leve tono irónico, propio del desengaño, se deja entrever también en otras composiciones.

 

Este itinerario por la soledad, la tristeza y los recuerdos se cierra, bajo la advocación de Gil de Biedma, con un firme propósito de enmienda que permita un cambio de rumbo en la vida del sujeto poético: “proclamo (…) / mi última y más firme / resolución /: que voy a ser feliz” (p. 53). Sin embargo, ese nuevo rumbo, por empeño propio, no conduce a  otro lugar que: “a la luz que ya declina, / o al mar, que espera lejos” (p. 54).

 

En cuanto a los ecos literarios, estos casi siempre se hacen explícitos. Así, se rescriben viejos tópicos, como el de la rosa —‘Rosa, rosae’ (p. 17)—, y se cultiva el arte de la glosa o de la variación: sobre  Borges en ‘La playa’ (p. 22); sobre Keats, con un cierto toque machadiano, en ‘Tarde de invierno’ (p. 27); sobre Vicente Aleixandre en ‘Océano’ (p. 42); o incluso sobre Lope en ‘Veredas (I)’ (p. 47); ejemplos a los que hay que añadir la ya citada variación final inspirada en Gil de Biedma, autor al que, como advierte Luis Alberto De Cuenca en la contraportada del libro, se aproxima la estética de Daniel Fernández. 

 

En el plano estilístico, hay que destacar que su lenguaje poético combina de forma apropiada la sobriedad y la pulcritud, en un equilibrio clásico que se distancia tanto del engolamiento y del barroquismo como de la expresión coloquial. No renuncia el autor, sin embargo, a los juegos fónicos —“Tus labios silban sílabas de besos” (p. 31)—, que en algún caso, como en ‘Tres tristes tigres’ (p. 34), se erigen en el eje del poema. Igualmente, adapta estructuras de la tradición clásica como la priamel en ‘Verano del 94’ (p. 30). Por otra parte, resulta indudable el dominio del ritmo, que con frecuencia busca la regularidad métrica a través del verso blanco (heptasílabos eneasílabos y endecasílabos, sobre todo, combinados a veces entre sí), aunque no faltan poemas asonantados (en octosílabos o eneasílabos) e incluso la estructura más estricta del tanka oriental (pp. 43-44).  

 

En definitiva, coherencia temática, contención, equilibrio, pulcritud expresiva y dominio de la técnica son las notas dominantes en Las cosas en su sitio, notas que acreditan su indudable interés.

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