María José Cordero
Jueves, 07 de Marzo de 2019

Mujeres sin miedo

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Su garra cruenta traspasaba los límites del miedo, la ingravidez de la mano, cuya palma abierta parecía volar hasta impactar en las mejillas: estampido del golpe, como si cientos de bisontes enfurecidos galopasen desesperados por las praderas yermas de mi vida.


Quiero creerte… pero no.


Sentir la llave en el cerrojo y cómo se cerraban todos los candados del alma. 


El orín resbalando por mis extremidades, la sensación de morirme allí mismo, de un miedo que atenazaba el ritmo de un desacompasado corazón.


Quiero creerte… pero no tengo fuerzas.


Miles de años atrás, era el misterio la única fuente de conocimiento, ahora, tú podías rasgar mis vestiduras y yo, como un pequeño gorrión deshabitado, volar sobre la náusea de todas mis heridas. Entonces, cientos de fardos cargados de plomo se desmoronaban sobre mis espaldas. No sé qué hacer sin ti…


Quiero creerte; pero no puedo, no puedo más.


Las hojas de los libros amados eran mofa de sus burlas continuas. Rasgados, quemados, pisoteados, por el mero hecho de haber estado reposando en mis manos: mis manos temblorosas, cada vez más inestables e inseguras.
Estoy sin la fértil saliva que resbala por la garganta de cualquier ser humano. No tengo esperanza en esta contienda, ni siquiera me dejan firmar un armisticio.


Me persigue tu ego implacable, la escasez de empatía, la falta de bondad...


Quiero creerte… pero me falta fe. 


No más visiones de un futuro mejor. No más “no tiene importancia, ya pasó”. No volvamos a lo mismo de siempre: te perdono-dijiste-. Perdonarme ¿de qué? ¿Qué castigo mortal vas a infligirme esta vez? ¿Qué látigo sacudirás sobre mi cuerpo, ya maltrecho, amasado en tus iras?


Déjame que vuele a otro espacio donde no haya violencia.


Te animo a ser feliz sin mí.


He desatado ya el nudo que amarró al estafermo: ¡Que la vida fluya y renazca en ti! Seamos otros, crucemos este abismo que nos doblega.


Me doblegas al oscuro espacio de la nada. Pero no.


Mi canto será un eslabón para anudar un grito: el grito común de todas las mujeres sin miedo.       

 

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