Mario Paz González
Domingo, 10 de Marzo de 2019

Un viaje a la memoria

Enrique Santiago Viñas Duque  Malý zošit sloven?iny  [Pequeño cuaderno de eslovaco]  León: Eolas. 2018  Páginas: 94

 

 

 

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El poemario galardonado con el Antonio González de Lama en otoño de 2018, Pequeño cuaderno de eslovaco de Enrique Santiago Viñas Duque, presenta un marcado tono confesional que dota a esta autobiografía poética de una extraordinaria y serena vitalidad. En él, su autor nos propone un viaje en el que rescata, a través del poder de la memoria, las impresiones recopiladas a lo largo de su estancia durante seis años en el país centroeuropeo. 

 

El conjunto está organizado en tres partes (“Pasado”, “Presente” y “Futuro”) en las que una cierta narratividad enlaza los recuerdos sirviendo para, como apunta el texto que a modo de poética abre el libro, “salvar de la memoria / no solo las palabras” para “continuar preguntándonos, / una vez más, por aquello / definitivamente / perdido para siempre”. A lo largo del poemario, el tono íntimo y confesional de la voz poética se desdobla en unas ocasiones hacia un tú autorreflexivo, en otras se transforma en un nosotros que busca suturar el recuerdo haciéndonos partícipes de sus experiencias, de sus interrogantes acerca del sentido de las cosas. Ahí el anhelo de luz y de claridad, símbolos de la vida, la libertad y la esperanza, son una constante. Parecen querer invocar la advocación de la memoria cuando todo se vuelve confuso y la vida se muestra como un espectáculo vacío, observado desde fuera de nosotros mismos. En ocasiones esa lúcida confidencia se carga de ironía o de crítica, como cuando evoca el crepúsculo en el barrio Lunik Devät, en Košice, donde los gitanos viven aislados tras un muro de hormigón de más de tres metros de altura que los separa del resto de la población. 

 

Tanto en la primera parte, 'Pasado', como en la segunda, 'Presente', la nieve es otro símbolo, en este caso de la nostalgia y del anhelo de un regreso imposible, no tanto a un lugar como a un tiempo, tal vez idealizado, porque el poeta conoce las trampas del recuerdo que lo invitan a huir del presente hacia “una cierta conciencia de otro mundo”. Resulta difícil no ver algo de expiatorio en esa evocación de los tranvías, trenes o barcos que encarnan el deseo irresistible de abandonar la futilidad de un ahora hueco hacia esa otra vida evocada. Es, sin embargo, en esta parte del libro donde la ironía o la autoironía sirven como salvaguarda y elemento desmitificador para intentar marcar una distancia con el pasado: “Tras la lucha tenaz con la memoria, / la llegada de un simple eco / dispuesto, acabada la comida, / a recoger los platos de la mesa / y, mientras va fregando las sartenes, / a restregar de añoranza el vacío.” Pero al final, de nada sirven los simulacros, el poeta sabe que es necesario elegir entre lo corpóreo del presente y lo intangible del recuerdo. La vida o la literatura. La disyuntiva dará paso a una serena aceptación, una tenue esperanza encarnada en un tú que habita “esas calles oscuras del recuerdo”, “ese absurdo arrabal de la memoria” o “ese callejón torpe de mis días”. 

 

Los poemas que integran el tercer bloque configuran una larga recapitulación o despedida en la que se conjugan, a través de un tono crepuscular y casi elegiaco, la tristeza y la pérdida de esa Ítaca soñada con la esperanza, el consuelo y la asimilación final del paso del tiempo. Así, el poeta cobra conciencia de que, al cabo, solo lo salvará de la nostalgia eterna la recreación fragmentaria del pasado a través del poder iluminador de la palabra. Solo así podrá preservar como único asidero posible esos pequeños detalles evanescentes que el tiempo y la incertidumbre del porvenir irán desdibujando: “sueño que una nave atraca otra vez en la ansiada ínsula / y que allá en su umbral una luz se enciende / y que sus pupilas de nuevo lloran / por Ulises, que vuelve.”

 

Además de esta división en tres partes, la propuesta de Enrique Santiago Viñas Duque presenta como originalidad el hecho de que, tanto el título del libro como los de los poemas que lo integran, están en eslovaco, aunque aparecen también traducidos, a modo de subtítulo, entre corchetes. Formalmente, abundan los versos heptasílabos y endecasílabos, tan comunes en la poesía experiencial, que el poeta maneja con sobrada maestría. En ocasiones, al final del poema, la extensión de estos u otros metros se ve interrumpida por un verso breve de urgente y enorme contundencia, como si la voz poética quisiera recalcar en nuestra memoria la consigna que encierra el mensaje global del texto. Tanto la intensidad del conjunto, su esencialidad, así como la poderosa madurez de su propuesta, en la que la vivencia personal sirve como serena reflexión sobre la ambivalente fascinación de la memoria, justifican, sobradamente sin duda, que arrebatara ese más que merecido galardón a los más de ciento veinte participantes de esta última edición del González de Lama. 

 

 

 

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