Tomás Valle Villalibre
Sábado, 06 de Abril de 2019

El Cristo de los afligidos

[Img #42740]

 

 

La Semana Santa en Astorga es una  tradición arraigada, que congrega cada año a cientos de fieles para vivir la más importante exaltación de la religiosidad popular. Las calles se impregnan de un perfume ‘semanasantero’ mezcla de incienso, emoción, y silencio. Unos cuentan que es por devoción, otros que tradición y los menos religiosos dicen apreciar la belleza que desprende las imágenes que se procesionan.

 

El Viernes Santo es un día especial y esperado en nuestra ciudad, pero permítanme que mostrando mi afecto y respeto a todas las cofradías, hoy me refiera a la que llevo siendo cofrade desde que era un niño, la del Bendito Cristo de los Afligidos, del Barrio de San Andrés.

 

El Viernes Santo a las 11.15 de la mañana, es el día y hora señalados, los nervios, la ilusión e impaciencia confluyen en las miradas de los hermanos cofrades momentos antes que aparezca la talla serena del Crucificado.

 

Con una rigurosa puntualidad, saldrá del interior del cabildo, el Bendito Cristo de los Afligidos, y despertará la mañana en el barrio. El delirio se hará  presente entre los que estarán esperando su salida, como Rosa y Maruja, que el pasado año me decían: “Para mí es muy emocionante la salida” vaticinaba Rosa. Y así fue porque, con la irrupción del Cristo en la calle de la Iglesia, sus ojos se humedecieron mientras los braceros se acomodaban a las varas y la banda de cornetas y tambores entonaba los sones del Himno Nacional.

 

En mi memoria se remolinan recuerdos de hace muchos años, no acierto a recordar cuantos, cuando Emilio el gitano se apresuraba a coger una de las cruces que portaría descalzo durante todo el recorrido de la procesión. Don Faustino, el párroco. Sisebuto con su megáfono y el torrente de voz que tenía dirigiendo el Vía Crucis procesional.

 

Un cortejo lleno de detalles, perfectamente formado y numeroso, con la impronta clásica que le caracteriza, enfilará  lentamente la cuesta de la calle Postigo. Salvar esa empinada cuesta, siempre arranca las primeras emociones.

 

Desde la muralla, multitud de gente se agolpará para verla subir, como si de una vista aérea se tratara y así poder apreciar su magnánima sobriedad.

 

Abre el cortejo la pendoneta seguida por la Cruz y los ciriales, a escasos metros la banda de cornetas y tambores. Entre las filas de gente devota aparece el estandarte titular y las once cruces portadas por cofrades, seguidas por más cofrades paparrones y las Siete Palabras. El olor a incienso nos hará presagiar que se acerca El Cristo escoltado por militares, seguido por el sacerdote con capa litúrgica, las manolas, la Banda Municipal de Música y la Cruz con el Sudario, cuyo paso es portado por mujeres. Cierran la procesión las autoridades y representantes de las cofradías, hermandades y archicofradía.

 

Al pasar bajo el puente del Postigo, el Cristo clavado al madero, con el Teleno de fondo, el aire se detendrá y el Barrio de San Andrés se hará penitente. Todos, desde niños a ancianos, quieren acompañarle en su recorrido por la ciudad.

 

El silencio, solo roto por los tambores y cornetas, se hará presente mientras sesenta braceros portarán al Crucificado por las calles de Astorga, dirigiéndose a La Catedral.

 

Sobrecoge la llegada de la procesión al atrio Catedralicio, donde a ritmo de Saeta interpretada por la Banda Municipal, hacen su entrada el Bendito Cristo y la Cruz del Sudario. Ya en el atrio, el sermón de las Siete Palabras nos adentra en la figura del Dios de los pobres y afligidos, al que clavaron sin piedad de pies y manos.

 

Es un espacio de emoción y lágrimas. Las de  Antonio que tenía mucho que pedirle al Cristo de los Afligidos, las de Angelina que pese a estar enferma ha esperado este momento y las de Carmen que le pide por su padre enfermo. Tantas emociones, tanta devoción no caben en tan amplio espacio.

 

El cortejo seguirá su camino de regreso al Barrio de San Andrés, un barrio humilde y entrañable,  a la vez que orgulloso de su Cristo, en cuya iglesia se encuentra  al culto.

 

Decenas de personas esperarán en la Bajada del Postigo para aplaudir el esfuerzo que deben hacer los braceros agachándose para que pueda pasar bajo el puente la imagen del Bendito Cristo. Costaleros que un día así no entienden de clases sociales: albañiles, fontaneros, camioneros, abogados; de izquierdas y de derechas, republicanos o monárquicos, todos tienen un mismo fin “procesionar a su Cristo por las calles de Astorga, ser sus pies”.

 

Después de cuatro horas de procesión, la Cofradía llegará a su casa y sin necesidad de algarabías ni florituras de ningún tipo, sin perder las formas, se recogerá; no sin antes interceder al Cristo de los Afligidos, por todos los hermanos cofrades fallecidos.

 

Como cofrade, he ido atesorando desde mi infancia un sentimiento especial que es necesario e imprescindible para ver, entender y comprender la devoción del barrio de San Andrés y de muchos astorganos, al Bendito Cristo de los Afligidos. Me resulta muy ilusionante pensar que un año más, nuestro Cristo volverá a iluminar la mañana del Viernes Santo en nuestra ciudad.

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.