Amigo gorrión
![[Img #42742]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/8531_ma-jose-cordero-escanear0096.jpg)
Hoy estoy triste, amigo gorrión. Llevo un par de veranos que no escucho tu insistente gorjeo, tu singular presencia en el paisaje que atesoro. ¿Dónde has ido? El campo no es el mismo sin ti. Mi vida queda reducida y más pobre sin tu presencia.
¿Recuerdas aquella vez que te salvé, siendo un bebé, al caer del nido? Me confundiste con tu madre y seguías mis pasos por toda la casa. Eras un miembro más de la familia y, en la hora del desayuno, frente a tu platito de alpiste, compartías ese rato con nosotros: la familia se había agrandado felizmente.
A veces, te pasaba un tímido dedo por el lomo, en señal de caricia, y tu espalda se erguía agradecida.
¡Parece un milagro! – decía mi vecino.
El milagro, ahora, es encontrarte, sentir tu cantarina voz entre los árboles y frutales del huerto. Tantos pesticidas sobre el pobre campo han ido exterminando tantas cosas…Y seguimos, los inhumanos, empeñados en destruir el planeta, el pequeño mundo que nos rodea, las aves, las aguas, las plantas, los bosques…Nada se le resiste a los que, por pura avaricia, comercian con los venenos sin pararse a pensar en todo lo que arrasan a su paso, sólo acaparando un desesperado y descontrolado beneficio económico.
Cuando mis hijas eran pequeñas y les leía cuentos bajo el manzano, absortas escuchaban, sin pestañear, cada una de mis palabras y vosotros, los gorriones, nos hacíais compañía atendiendo también, e incluso entendiendo el final de la narración. La pequeña decía: ¡Mira mamá cómo escucha el gorrión! ¡Seguro que lo siente todo! Y tú, pequeño duende pardo de alas luminosas, ladeabas la cabeza, unas veces a la derecha y otras hacia la izquierda, como si sopesases los avatares de la fábula, entonces, tus pequeños ojos inquietos parecían derramar destellos en el aire.
Hoy estoy triste, pequeño gorrión.
¡Vuelve! No nos dejes tan huérfanos de ti, querido amigo: ¡Vuelve!
Hoy estoy triste, amigo gorrión. Llevo un par de veranos que no escucho tu insistente gorjeo, tu singular presencia en el paisaje que atesoro. ¿Dónde has ido? El campo no es el mismo sin ti. Mi vida queda reducida y más pobre sin tu presencia.
¿Recuerdas aquella vez que te salvé, siendo un bebé, al caer del nido? Me confundiste con tu madre y seguías mis pasos por toda la casa. Eras un miembro más de la familia y, en la hora del desayuno, frente a tu platito de alpiste, compartías ese rato con nosotros: la familia se había agrandado felizmente.
A veces, te pasaba un tímido dedo por el lomo, en señal de caricia, y tu espalda se erguía agradecida.
¡Parece un milagro! – decía mi vecino.
El milagro, ahora, es encontrarte, sentir tu cantarina voz entre los árboles y frutales del huerto. Tantos pesticidas sobre el pobre campo han ido exterminando tantas cosas…Y seguimos, los inhumanos, empeñados en destruir el planeta, el pequeño mundo que nos rodea, las aves, las aguas, las plantas, los bosques…Nada se le resiste a los que, por pura avaricia, comercian con los venenos sin pararse a pensar en todo lo que arrasan a su paso, sólo acaparando un desesperado y descontrolado beneficio económico.
Cuando mis hijas eran pequeñas y les leía cuentos bajo el manzano, absortas escuchaban, sin pestañear, cada una de mis palabras y vosotros, los gorriones, nos hacíais compañía atendiendo también, e incluso entendiendo el final de la narración. La pequeña decía: ¡Mira mamá cómo escucha el gorrión! ¡Seguro que lo siente todo! Y tú, pequeño duende pardo de alas luminosas, ladeabas la cabeza, unas veces a la derecha y otras hacia la izquierda, como si sopesases los avatares de la fábula, entonces, tus pequeños ojos inquietos parecían derramar destellos en el aire.
Hoy estoy triste, pequeño gorrión.
¡Vuelve! No nos dejes tan huérfanos de ti, querido amigo: ¡Vuelve!