ENTREVISTA / Tacho de la Calle, cámara de TVE
Tacho de la calle: "Estamos adaptando la democracia a la información que nos conviene, no a la que realmente necesitamos"
El nuevo ciclo 'Panorama desde la muralla', organizado por el periodista Max Alonso, ha comenzado con el histórico cámara de TVE Tacho de la Calle, que informó a través de imágenes sobre la Guerra del Sinaí en 1973 o las retransmisiones de la Vuelta Ciclista a España sobre una moto.
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Eloy Rubio Carro: Tacho de la Calle inicia su carrera periodística en 1965 como ayudante de cámara y enseguida realiza reportajes internacionales de actualidad y programas informativos especiales como la Guerra del Chad, la Guerra de Bangladesh, la del Sinaí, el terremoto de Managua, etcétera. ¿Cómo se trabajaba por aquel entonces los reportajes de las guerras y catástrofes?
Tacho de la Calle: A pelo en tanto en cuanto primero era con cámaras de cine de 16 milímetros.
¿Cuánto pesaban aquellas cámaras?
Una cámara grande pesaría 12 o 13 kg y no eran ergonómicas. Debíamos tener un conocimiento bastante profundo de la técnica fotográfica, ya que no veíamos lo que estábamos grabando. Además trabajábamos en negativo y no veíamos nada hasta que se revelaba. Nunca tenías la seguridad de si aquello que habías grabado había salido o no. A un bombardeo tenías que ir con la cámara, y la cámara llevaba dos chasis, uno lo tenías ya preparado para cuando se acabara la película quitarlo y poner el otro. Al acabarse el segundo tenías que volver a cargar los chasis de película, y para cargarlos había que quitar los otros. Eso se hacía con un saco, para poderlo hacer a oscuras. Imagínate en medio del desierto, debajo de un camión mientras están bombardeando, o en la selva, donde la película se te puede deshacer en las manos. En estas condiciones hacíamos 3000 o 4000 metros de película, y lo traíamos a España a revelar. La verdad es que se adquiría mucha experiencia y hacíamos verdaderas maravillas con las cámaras.
Pero qué calidad...
Lo importante no era ya tan solo llegar a los sitios, a zonas muchas de ellas restringidas; lo más importante era volver para contarlo y tener material para poderlo hacer. Un producto ciertamente objetivo pero que impresionase al espectador, que le removiera un poco la conciencia. Allí aprendí que nuestro oficio era gestionar emociones. Cuando informas estás gestionando emociones, porque tratas de remover resortes para que llegue la información. En el caso de la imagen es lo mismo. Proporcionas un plano detrás de otro y ese es nuestro oficio. El orden de los factores sí altera el producto. Aprendíamos a editar prácticamente desde la cámara para que cuando llegaste al laboratorio se revelase y se emitiera, sin procesos intermedios de montaje. Tuve la suerte de asumir perfectamente ese concepto de relatar con imágenes e informar con imágenes y me sentía como pez en el agua. Además lo que me gustaba era dar pellizcos al espectador: esto voy a hacerlo para que le duela, esto para que baile. Aprendí a trabajar el ritmo, el tempo, el diálogo psicológico con al espectador, a que le llegase lo que tú querías que le llegase. Se trataba de un periodismo muy crudo, pero muy enriquecedor.
Usted sostiene que la televisión es una caja mágica que gestiona emociones y que la estrella de la televisión es el espectador. Cuándo dice esto estará pensando en un espectador tipo. Hoy abundan los programas basura, debates de ignorantes incontinentes y opinadores profesionales a sueldo. ¿Cuál cree usted que es el concepto de espectador que poseen los directivos de los medios donde abundan los sensacionalismos y esas coberturas de sucesos sin ningún tipo de respeto por las víctimas? Hoy [por el viernes, día que se realizó la entrevista] estamos viendo la que está cayendo en redes sociales a Susana Griso, presentadora del programa 'Espejo Público' de Antena 3, porque en la entrevista a Ángel Hernández, marido de María José Carrasco a la que ayudó a morir, le ha preguntado si grabó el vídeo para incidir en la campaña electoral. ¿Cuál es el concepto de espectador que tienen ahora mismo en los medios audiovisuales?
Pienso que ahora mismo la televisión general, empezando por la pública, piensa más en la cantidad que en la calidad. Cuando la pública se pone la minifalda más corta que las hijas, cuando la madre se pone la minifalda más corta que las hijas, hay que empezar a preocuparse. Las televisiones tenemos la obligación de informar y las comerciales sobre todo la obligación de informar y no comercializar con la información. Para eso ya están los programas de entretenimiento. Nos hace falta a todos la reflexión de la humildad y ser conscientes de que la estrella de la televisión es el espectador. Fracasamos en el momento en que doña María mira el reloj. Y yo creo que en este momento tenemos una contaminación en este país, brutal. Se trata de una contaminación política y periodística. La sociedad está excesivamente influida por una conducción de la opinión y por una contaminación que sobrepasa lo razonable. El periodismo de televisión y de otros medios está orientado hacia los políticos, porque el lenguaje no es el lenguaje de la calle, y los políticos están legislando para los periodistas para tener titulares. Al final te encuentras con que las conversaciones con las personas en la calle son como de barra de bar, de titular; luego si pellizcas no les ves profundidad, no tienen conocimiento, carecen de criterio.
Creo que, sobre todo las televisiones públicas, tendrían la obligación de obviar el tema de las audiencias y realmente luchar por la calidad. ¿Por qué la BBC ha llegado a donde ha llegado? Por la calidad. En España, teniendo la historia que tenemos, con la creatividad y profesionalidad que poseemos... Creo que la información es importante, qué duda cabe que hay que estar informado, pero cuando digo informados es informados, no manejados. Informados. Y estamos manejando mucho… Hace poco, por ejemplo, vi como se daba más importancia a cuatro heridos israelíes por un cohete palestino que a cinco muertos palestinos por un misil israelí. Entonces le pregunté al autor de la información ¿sabes cuál es la diferencia entre un misil y un cohete? Pues no, me respondía, no hay ninguna diferencia. Claro, ese es el problema, que además de no estar informado estás manipulado y además tú ideología la estás trasladando al espectador. He tenido muchos problemas por esto, porque, claro, te hierve la sangre. Yo no pertenezco a ningún partido, soy muy independiente. El único partido que me preocupa es el espectador. Y lo único que me importa es la televisión, que creo que es de lo único que no me he divorciado.
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Dice el periodista Diego Armario que coincide con usted en que hay que recuperar otra forma de hacer televisión, en la que la información aporte credibilidad y prestigio, y que la creatividad se recree en el arte de las cosas bien hechas y mejor contadas. ¿Cuáles son sus propuestas a este respecto?
Desde que empecé a hacer televisión me importó sobre todo el espectador. Tampoco debemos ufanarnos de que enseñamos. Yo no soy quien para enseñar a nadie. Pero, cuando yo veía una carrera de motos lo que me interesaba era hacer que el espectador la viera, que le fascinasen las motos, de la misma manera que, cuando veía a alguien al que le habían pegado un tiro una guerra yo quería que al espectador le doliera. Las emociones en plano corto. Y cuando enseñabas un plano corto de un cadáver duele. La gente decía: "qué asco, es que nos lo ponen a la hora de comer". Sí, eso era, para que nos diéramos cuenta de lo cafres que somos. Lo que no me parece de recibo es estar enseñando las desgracias de una guerra o de un conflicto o de una catástrofe cualquiera y el plano siguiente sea de un dentífrico o vaya usted en este coche para que se cumplan sus sueños. Me parece insolente. Pienso que al espectador hay que tenerle mucho más respeto. El espectador es como el toro en la lidia, hay que quererlo mucho, hay que tutearle, que darle todo lo que realmente se merece como espectador. Hay que salir del escenario a hombros. Al espectador lo tienes que entusiasmar. Incluso con las ‘mamachichos’, un programa que hice yo también, nunca veía culos ni tetas, etcétera, veía únicamente televisión. Eso era lo que pretendía darle al espectador, darle televisión. Ver color, ver alegría. A esa familia que llega a casa: "vamos a reírnos un rato". La televisión tiene que ser un compañero más. Desgraciadamente hemos sustituido la chimenea por la televisión y se ha acabado. Como mucha vida. Lejos de que la televisión sea creativa, lo que estamos es destruyendo. La televisión ha sido muchas veces cómplice de muchas de las aversiones que están ocurriendo en este país. Las dos Españas se están volviendo a crecer mucho con todo esto. Conozco lo que es la censura y sé lo que es estar en un país oprimido, en la dictadura, donde los medios estábamos muy controlados.
¿Qué es lo que estamos haciendo ahora? Pues resulta que en la televisión pública están poniendo un programa como ‘Prodigy’, prodigios, que es un programa de niños frikis de música clásica. Lo están poniendo a las 22:30 horas, mientras que yo tenía en la segunda cadena un programa de creación propia que era ‘Clásicos e irreverentes’, pero la Televisión Española se gasta la pasta comprando ese formato a unos franceses, cuando lo teníamos aquí 20 veces mejor y sin tener que recurrir a niños.
Se dice que la televisión está en crisis, también se dice de los periódicos tradicionales que ahora tienen la competencia de los digitales con la mentalidad de las redes sociales del todo gratuito. La publicidad se desploma y solo la publicidad institucional los mantiene vivos, pero exige su contrapartida. Ya solo los pobres pueden mantenerse independientes. En estas condiciones, ¿No le parece que hasta el más excelente medio podría albergar una pretensión de excelencia en el engaño?
Hay más maestros en el engaño que en la verdad. Existe el dicho que señala que es más creíble la mentirosa guapa que la verdadera fea. Y aquí somos maestros del engaño. ¿Cómo se llama la muleta en el toreo? El engaño, ¿no? Hay maestros en el engaño porque no ha habido nadie que les haya pegado un pescozón, que les diga con claridad que eso no va por ahí. La escuela de periodismo que teníamos nosotros era con maestros del periodismo. Tipos como Manuel Martín Ferrand, Alfredo Amestoy... Fui un reportero muy conocido y apreciado, y un día Manuel Martín Ferrand me encarga hacer el resumen de un partido de fútbol. Consigo unas imágenes alucinantes, en cámara lenta, contraluces, del público, y entonces le entrego la película. Al rato Manolo me llama y me dice: “muchacho ven para acá”, pensando que se iba a poner de rodillas, y va y me dice, haz lo que se te ponga en las narices con esa cinta, esto es una mierda"; digo: "¿cómo?, pero si son imágenes bellísimas". "Exacto", dijo, "son unas imágenes bellísimas, pero no son lo que yo te he pedido. Yo te he pedido un resumen del partido de fútbol. Fíjate, son dos cosas distintas". Eran dos cosas distintas. Luego he trabajado con reporteros como Miguel de la Quadra Salcedo, Alberto Vázquez Figueroa, un escritor notabilísimo. Afortunadamente con los mejores, con diferencia. El periodismo que nosotros hacíamos era un periodismo que no permitía poner burro con 'v' porque te soltaban un soplamocos. Pues ahora se escribe burro con v y huevo sin h.
![[Img #42749]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/9762_dsc_5227.jpg)
En la actualidad el periodismo y la imagen periodística son un vehículo por el que transita fácilmente el engaño, las falsas verdades, las verdades mentirosas. ¿Seguirá siendo como se ha dicho el periodismo un elemento imprescindible para crear y mantener sociedades democráticas?
Creo que sí, lo bonito que tiene el periodismo es eso. Sin información de calidad y transparente no hay democracia. El problema es que estamos adaptando la democracia a la información que nos conviene, no a la que realmente necesitamos. Y eso es triste, porque al final es la democracia la que está al servicio de la información y no, como debiera ser, la información al servicio de la democracia. Lo peor es que los profesionales entramos a ese trapo. Estamos muy atrincherados, metemos ideología en un informativo. Hace poco he visto a una serie de empresarios que se habían propuesto no aplaudir al presidente en una intervención. Al poner la clausura del acto ponen unos aplausos que no le estaban dedicados. Seamos serios informando. La información es poder. Por desgracia estamos ejerciendo más poder que información.
¿Recuerda el bombardeo que sufrió con González Green, recién estrenado como reportero en la guerra del Sinaí?
Con González-Green estuve en la guerra del Sinaí nada más acabar la mili. Hay un vídeo de Televisión Española, accesible hoy desde Google, en el que ponen unas imágenes mías y la voz de Florencio Solchaga diciendo que Televisión Española quiere dedicar este programa a Tacho de la Calle, recién licenciado en el servicio militar, y que ha demostrado un valor formidable en su tarea de información con la cámara y es que lo estás viendo y parece un epitafio. Así lo interpretaron mis padres por aquel entonces. La verdad es que lo primero que piensas es que este tío la ha cascado.
Como había que pasar censura, yo me escondí aquella película del Sinaí, quitada la bobina, en los testículos, y fue la manera de sacarla de allí. Era la primera vez que se daban imágenes así en Televisión Española.
Eloy Rubio Carro: Tacho de la Calle inicia su carrera periodística en 1965 como ayudante de cámara y enseguida realiza reportajes internacionales de actualidad y programas informativos especiales como la Guerra del Chad, la Guerra de Bangladesh, la del Sinaí, el terremoto de Managua, etcétera. ¿Cómo se trabajaba por aquel entonces los reportajes de las guerras y catástrofes?
Tacho de la Calle: A pelo en tanto en cuanto primero era con cámaras de cine de 16 milímetros.
¿Cuánto pesaban aquellas cámaras?
Una cámara grande pesaría 12 o 13 kg y no eran ergonómicas. Debíamos tener un conocimiento bastante profundo de la técnica fotográfica, ya que no veíamos lo que estábamos grabando. Además trabajábamos en negativo y no veíamos nada hasta que se revelaba. Nunca tenías la seguridad de si aquello que habías grabado había salido o no. A un bombardeo tenías que ir con la cámara, y la cámara llevaba dos chasis, uno lo tenías ya preparado para cuando se acabara la película quitarlo y poner el otro. Al acabarse el segundo tenías que volver a cargar los chasis de película, y para cargarlos había que quitar los otros. Eso se hacía con un saco, para poderlo hacer a oscuras. Imagínate en medio del desierto, debajo de un camión mientras están bombardeando, o en la selva, donde la película se te puede deshacer en las manos. En estas condiciones hacíamos 3000 o 4000 metros de película, y lo traíamos a España a revelar. La verdad es que se adquiría mucha experiencia y hacíamos verdaderas maravillas con las cámaras.
Pero qué calidad...
Lo importante no era ya tan solo llegar a los sitios, a zonas muchas de ellas restringidas; lo más importante era volver para contarlo y tener material para poderlo hacer. Un producto ciertamente objetivo pero que impresionase al espectador, que le removiera un poco la conciencia. Allí aprendí que nuestro oficio era gestionar emociones. Cuando informas estás gestionando emociones, porque tratas de remover resortes para que llegue la información. En el caso de la imagen es lo mismo. Proporcionas un plano detrás de otro y ese es nuestro oficio. El orden de los factores sí altera el producto. Aprendíamos a editar prácticamente desde la cámara para que cuando llegaste al laboratorio se revelase y se emitiera, sin procesos intermedios de montaje. Tuve la suerte de asumir perfectamente ese concepto de relatar con imágenes e informar con imágenes y me sentía como pez en el agua. Además lo que me gustaba era dar pellizcos al espectador: esto voy a hacerlo para que le duela, esto para que baile. Aprendí a trabajar el ritmo, el tempo, el diálogo psicológico con al espectador, a que le llegase lo que tú querías que le llegase. Se trataba de un periodismo muy crudo, pero muy enriquecedor.
Usted sostiene que la televisión es una caja mágica que gestiona emociones y que la estrella de la televisión es el espectador. Cuándo dice esto estará pensando en un espectador tipo. Hoy abundan los programas basura, debates de ignorantes incontinentes y opinadores profesionales a sueldo. ¿Cuál cree usted que es el concepto de espectador que poseen los directivos de los medios donde abundan los sensacionalismos y esas coberturas de sucesos sin ningún tipo de respeto por las víctimas? Hoy [por el viernes, día que se realizó la entrevista] estamos viendo la que está cayendo en redes sociales a Susana Griso, presentadora del programa 'Espejo Público' de Antena 3, porque en la entrevista a Ángel Hernández, marido de María José Carrasco a la que ayudó a morir, le ha preguntado si grabó el vídeo para incidir en la campaña electoral. ¿Cuál es el concepto de espectador que tienen ahora mismo en los medios audiovisuales?
Pienso que ahora mismo la televisión general, empezando por la pública, piensa más en la cantidad que en la calidad. Cuando la pública se pone la minifalda más corta que las hijas, cuando la madre se pone la minifalda más corta que las hijas, hay que empezar a preocuparse. Las televisiones tenemos la obligación de informar y las comerciales sobre todo la obligación de informar y no comercializar con la información. Para eso ya están los programas de entretenimiento. Nos hace falta a todos la reflexión de la humildad y ser conscientes de que la estrella de la televisión es el espectador. Fracasamos en el momento en que doña María mira el reloj. Y yo creo que en este momento tenemos una contaminación en este país, brutal. Se trata de una contaminación política y periodística. La sociedad está excesivamente influida por una conducción de la opinión y por una contaminación que sobrepasa lo razonable. El periodismo de televisión y de otros medios está orientado hacia los políticos, porque el lenguaje no es el lenguaje de la calle, y los políticos están legislando para los periodistas para tener titulares. Al final te encuentras con que las conversaciones con las personas en la calle son como de barra de bar, de titular; luego si pellizcas no les ves profundidad, no tienen conocimiento, carecen de criterio.
Creo que, sobre todo las televisiones públicas, tendrían la obligación de obviar el tema de las audiencias y realmente luchar por la calidad. ¿Por qué la BBC ha llegado a donde ha llegado? Por la calidad. En España, teniendo la historia que tenemos, con la creatividad y profesionalidad que poseemos... Creo que la información es importante, qué duda cabe que hay que estar informado, pero cuando digo informados es informados, no manejados. Informados. Y estamos manejando mucho… Hace poco, por ejemplo, vi como se daba más importancia a cuatro heridos israelíes por un cohete palestino que a cinco muertos palestinos por un misil israelí. Entonces le pregunté al autor de la información ¿sabes cuál es la diferencia entre un misil y un cohete? Pues no, me respondía, no hay ninguna diferencia. Claro, ese es el problema, que además de no estar informado estás manipulado y además tú ideología la estás trasladando al espectador. He tenido muchos problemas por esto, porque, claro, te hierve la sangre. Yo no pertenezco a ningún partido, soy muy independiente. El único partido que me preocupa es el espectador. Y lo único que me importa es la televisión, que creo que es de lo único que no me he divorciado.
Dice el periodista Diego Armario que coincide con usted en que hay que recuperar otra forma de hacer televisión, en la que la información aporte credibilidad y prestigio, y que la creatividad se recree en el arte de las cosas bien hechas y mejor contadas. ¿Cuáles son sus propuestas a este respecto?
Desde que empecé a hacer televisión me importó sobre todo el espectador. Tampoco debemos ufanarnos de que enseñamos. Yo no soy quien para enseñar a nadie. Pero, cuando yo veía una carrera de motos lo que me interesaba era hacer que el espectador la viera, que le fascinasen las motos, de la misma manera que, cuando veía a alguien al que le habían pegado un tiro una guerra yo quería que al espectador le doliera. Las emociones en plano corto. Y cuando enseñabas un plano corto de un cadáver duele. La gente decía: "qué asco, es que nos lo ponen a la hora de comer". Sí, eso era, para que nos diéramos cuenta de lo cafres que somos. Lo que no me parece de recibo es estar enseñando las desgracias de una guerra o de un conflicto o de una catástrofe cualquiera y el plano siguiente sea de un dentífrico o vaya usted en este coche para que se cumplan sus sueños. Me parece insolente. Pienso que al espectador hay que tenerle mucho más respeto. El espectador es como el toro en la lidia, hay que quererlo mucho, hay que tutearle, que darle todo lo que realmente se merece como espectador. Hay que salir del escenario a hombros. Al espectador lo tienes que entusiasmar. Incluso con las ‘mamachichos’, un programa que hice yo también, nunca veía culos ni tetas, etcétera, veía únicamente televisión. Eso era lo que pretendía darle al espectador, darle televisión. Ver color, ver alegría. A esa familia que llega a casa: "vamos a reírnos un rato". La televisión tiene que ser un compañero más. Desgraciadamente hemos sustituido la chimenea por la televisión y se ha acabado. Como mucha vida. Lejos de que la televisión sea creativa, lo que estamos es destruyendo. La televisión ha sido muchas veces cómplice de muchas de las aversiones que están ocurriendo en este país. Las dos Españas se están volviendo a crecer mucho con todo esto. Conozco lo que es la censura y sé lo que es estar en un país oprimido, en la dictadura, donde los medios estábamos muy controlados.
¿Qué es lo que estamos haciendo ahora? Pues resulta que en la televisión pública están poniendo un programa como ‘Prodigy’, prodigios, que es un programa de niños frikis de música clásica. Lo están poniendo a las 22:30 horas, mientras que yo tenía en la segunda cadena un programa de creación propia que era ‘Clásicos e irreverentes’, pero la Televisión Española se gasta la pasta comprando ese formato a unos franceses, cuando lo teníamos aquí 20 veces mejor y sin tener que recurrir a niños.
Se dice que la televisión está en crisis, también se dice de los periódicos tradicionales que ahora tienen la competencia de los digitales con la mentalidad de las redes sociales del todo gratuito. La publicidad se desploma y solo la publicidad institucional los mantiene vivos, pero exige su contrapartida. Ya solo los pobres pueden mantenerse independientes. En estas condiciones, ¿No le parece que hasta el más excelente medio podría albergar una pretensión de excelencia en el engaño?
Hay más maestros en el engaño que en la verdad. Existe el dicho que señala que es más creíble la mentirosa guapa que la verdadera fea. Y aquí somos maestros del engaño. ¿Cómo se llama la muleta en el toreo? El engaño, ¿no? Hay maestros en el engaño porque no ha habido nadie que les haya pegado un pescozón, que les diga con claridad que eso no va por ahí. La escuela de periodismo que teníamos nosotros era con maestros del periodismo. Tipos como Manuel Martín Ferrand, Alfredo Amestoy... Fui un reportero muy conocido y apreciado, y un día Manuel Martín Ferrand me encarga hacer el resumen de un partido de fútbol. Consigo unas imágenes alucinantes, en cámara lenta, contraluces, del público, y entonces le entrego la película. Al rato Manolo me llama y me dice: “muchacho ven para acá”, pensando que se iba a poner de rodillas, y va y me dice, haz lo que se te ponga en las narices con esa cinta, esto es una mierda"; digo: "¿cómo?, pero si son imágenes bellísimas". "Exacto", dijo, "son unas imágenes bellísimas, pero no son lo que yo te he pedido. Yo te he pedido un resumen del partido de fútbol. Fíjate, son dos cosas distintas". Eran dos cosas distintas. Luego he trabajado con reporteros como Miguel de la Quadra Salcedo, Alberto Vázquez Figueroa, un escritor notabilísimo. Afortunadamente con los mejores, con diferencia. El periodismo que nosotros hacíamos era un periodismo que no permitía poner burro con 'v' porque te soltaban un soplamocos. Pues ahora se escribe burro con v y huevo sin h.
En la actualidad el periodismo y la imagen periodística son un vehículo por el que transita fácilmente el engaño, las falsas verdades, las verdades mentirosas. ¿Seguirá siendo como se ha dicho el periodismo un elemento imprescindible para crear y mantener sociedades democráticas?
Creo que sí, lo bonito que tiene el periodismo es eso. Sin información de calidad y transparente no hay democracia. El problema es que estamos adaptando la democracia a la información que nos conviene, no a la que realmente necesitamos. Y eso es triste, porque al final es la democracia la que está al servicio de la información y no, como debiera ser, la información al servicio de la democracia. Lo peor es que los profesionales entramos a ese trapo. Estamos muy atrincherados, metemos ideología en un informativo. Hace poco he visto a una serie de empresarios que se habían propuesto no aplaudir al presidente en una intervención. Al poner la clausura del acto ponen unos aplausos que no le estaban dedicados. Seamos serios informando. La información es poder. Por desgracia estamos ejerciendo más poder que información.
¿Recuerda el bombardeo que sufrió con González Green, recién estrenado como reportero en la guerra del Sinaí?
Con González-Green estuve en la guerra del Sinaí nada más acabar la mili. Hay un vídeo de Televisión Española, accesible hoy desde Google, en el que ponen unas imágenes mías y la voz de Florencio Solchaga diciendo que Televisión Española quiere dedicar este programa a Tacho de la Calle, recién licenciado en el servicio militar, y que ha demostrado un valor formidable en su tarea de información con la cámara y es que lo estás viendo y parece un epitafio. Así lo interpretaron mis padres por aquel entonces. La verdad es que lo primero que piensas es que este tío la ha cascado.
Como había que pasar censura, yo me escondí aquella película del Sinaí, quitada la bobina, en los testículos, y fue la manera de sacarla de allí. Era la primera vez que se daban imágenes así en Televisión Española.