La semana profana
![[Img #43309]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2019/9479_158.jpg)
Ser político es duro. Tienes que ser actor, pensador, cordial, tenaz, dialogante, abrazador, amante de vacas etc. Ya que se ha acabado La Semana Santa (mayúsculas respetuosas), fiesta pre-Reforma idólatra donde las cofradías - astrofísicos, ginecólogos, bioquímicos, cirujanos cardiovasculares, biólogos evolucionarios, sexólogos, filósofos, lexicógrafos, poetas, politólogos, informáticos, ingenieros aeronáuticos, etc. – sacan los muebles sacros a pasear por las calles y los barrios de sus infancias indoctrinadas, podemos dedicarnos plenamente a la temporada de las elecciones durante estas semanas profanas restantes de abril y mayo, empezando con las generales.
Entiendo que las tradiciones son, precisamente, tradiciones, porque no cambian con los tiempos. De ahí nace el maldito sentimiento: ¡Viva la fiesta! Sin embargo, La Semana Santa sí tiene algo en común con esta semana profana: todos somos creyentes pendientes de las promesas de los profetas de los debates. Respeto a los indecisos tanto como a los agnósticos: no descartan nada, porque saben muy poco. Y no es culpa suya: la información real es escasa y las interpretaciones son abrumadoramente abundantes. Habrá mentiras, verdades a medias, estadísticas tergiversadas, temas no tocados (el cambio climático, la importancia de la CE, pateras, cementerios para dictadores, etc.), juegos semánticos, y sobre todo el baile entre los programas y la auténtica fuerza de las arcas del Estado.
Todo el mundo sabe – y aquí coincide la sabiduría popular con las percepciones de los peritos, profesores y los cuatro poderes del Estado democrático – que, como vivimos en una civilización avanzada bastante consolidada (si la comparamos con Brunei, por ejemplo) la gran preocupación de la mayoría es llegar a fin de mes, y más si tienes hijos. Jesús iba destinado a la Cruz independientemente de la bandera imperial/nacionalista de turno.
Sé que el cinismo es el mayor cordón sanitario a la hora de pactar el culo con el sofá, pero no votar merma la sensación de pertenecer (cosa que también une la tradición y la modernidad) y la democracia es la gran hermandad de todos los gremios, todas las cofradías y todas las libertades. Sólo un vago dirá que los políticos son todos iguales. Y sólo un pasota tendrá que callarse al pasar La Virgen de La Realidad.
Ser político es duro. Tienes que ser actor, pensador, cordial, tenaz, dialogante, abrazador, amante de vacas etc. Ya que se ha acabado La Semana Santa (mayúsculas respetuosas), fiesta pre-Reforma idólatra donde las cofradías - astrofísicos, ginecólogos, bioquímicos, cirujanos cardiovasculares, biólogos evolucionarios, sexólogos, filósofos, lexicógrafos, poetas, politólogos, informáticos, ingenieros aeronáuticos, etc. – sacan los muebles sacros a pasear por las calles y los barrios de sus infancias indoctrinadas, podemos dedicarnos plenamente a la temporada de las elecciones durante estas semanas profanas restantes de abril y mayo, empezando con las generales.
Entiendo que las tradiciones son, precisamente, tradiciones, porque no cambian con los tiempos. De ahí nace el maldito sentimiento: ¡Viva la fiesta! Sin embargo, La Semana Santa sí tiene algo en común con esta semana profana: todos somos creyentes pendientes de las promesas de los profetas de los debates. Respeto a los indecisos tanto como a los agnósticos: no descartan nada, porque saben muy poco. Y no es culpa suya: la información real es escasa y las interpretaciones son abrumadoramente abundantes. Habrá mentiras, verdades a medias, estadísticas tergiversadas, temas no tocados (el cambio climático, la importancia de la CE, pateras, cementerios para dictadores, etc.), juegos semánticos, y sobre todo el baile entre los programas y la auténtica fuerza de las arcas del Estado.
Todo el mundo sabe – y aquí coincide la sabiduría popular con las percepciones de los peritos, profesores y los cuatro poderes del Estado democrático – que, como vivimos en una civilización avanzada bastante consolidada (si la comparamos con Brunei, por ejemplo) la gran preocupación de la mayoría es llegar a fin de mes, y más si tienes hijos. Jesús iba destinado a la Cruz independientemente de la bandera imperial/nacionalista de turno.
Sé que el cinismo es el mayor cordón sanitario a la hora de pactar el culo con el sofá, pero no votar merma la sensación de pertenecer (cosa que también une la tradición y la modernidad) y la democracia es la gran hermandad de todos los gremios, todas las cofradías y todas las libertades. Sólo un vago dirá que los políticos son todos iguales. Y sólo un pasota tendrá que callarse al pasar La Virgen de La Realidad.