Max Alonso
Sábado, 04 de Mayo de 2019

La guerra no ha terminado

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Cuando se está conmemorando el final de la Guerra Civil en el mes de abril tras su 80 aniversario, nos fuimos a comer a Castrocontrigo. Después paseamos por el pueblo y ante la ermita curiosa que hay con una pequeña espadaña de ladrillo contemplamos el monumento a los Caídos que de una forma tan anacrónica como ilegal se conserva en la plaza.

 

Luego proseguimos por la Valdería contemplando el paisaje con un cielo de nubes  algodonosas y abigarradas con diversos tonos de blanco y tras pasar por la Bañeza nos encaminamos a Astorga. Paramos a ver el puente romano de Valimbre y su bucólico paraje en el meandro del Tuerto. Allí descubrí el memorial humilde y voluntarioso, en homenaje a los muertos paseados y abandonados en el lugar. El que hace pocos días apareció profanado al rebufo de la aparición de Vox en Andalucía. Entre un monumento y el otro había muchas diferencias. Frente a la opulencia del de Castrocontrigo, levantado con dinero público, la modestia  del de Valimbre. Frente a la ostentación y la ilegalidad la humildad franciscana.

 

Todo eso en el mismo día, en el aniversario del final de la Guerra Civil y tras 80 años, pude apreciar la realidad: la guerra no ha terminado. Los dos monumentos lo proclaman y más cuando se sigue propugnando que no puedan recuperar los huesos de sus familiares los vencidos. Los herederos de los vencedores, mantienen su desatino impidiéndolo. El monumento de Castrocontrigo luce provocativo homenajeado a los unos, los muertos de los vencedores,  mientras el otro permanece en la humildad de su simbolismo en paraje hermoso y lejano. Los vencidos tienen el apoyo de la ONU y sus recomendaciones. Como el reconocimiento del papa a su dolor.

 

No pude menos que recordárselo a quien me acompañaba, mi amigo, que me contestó porque en alguna radio ultramontana lo había escuchado:

- El argentino mejor estaba callado.

 

El papa ya no era infalible.

 

La guerra no ha terminado mientras, como ocurre en los países civilizados, no se homenajee a todas las víctimas de las guerras en los monumentos de en medio de las plazas, como al soldado desconocido,  y en las guerras civiles a los de uno y otro bando, y cuando no sea así no se violen los monumentos del otro bando, porque eso no es victoria sino vergonzoso escarnio.

 

Cuando eso se siente como una necesidad hay que seguir dudando de que la razón le asista a quien  lo impone.

 

Argumentar que con eso se reabren las heridas es confirmar que ellos siguen sumidos en el oprobio por no asumir sus malas acciones, que es de lo que libera el reconocimiento. La terapia está a su alcance y seguir negando a los otros, con tan falsos argumentos, sus derechos a enterrar a sus muertos, es abuso de poder para impedirles acabar con su duelo

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