La indagación constante
Este lunes, 13 de mayo, a las 20:15 horas, tendrá lugar en el marco de la Feria del Libro de León, en el Salón de los Reyes del viejo Consistorio (plaza de San Marcelo), la presentación del libro “La vida la pasar” (Marciano Sonoro Ediciones) del poeta y profesor astorgano Eloy Rubio Carro. El autor estará acompañado en la mesa por el escritor José Luis Puerto. Entrada libre.
Eloy Rubio Carro. La vida la pasar. San Román de la Vega; Marciano Sonoro 2018; 84 pp.
![[Img #43582]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2019/4631_escanear0001.jpg)
Varios años después de 'Pajaroquealanochesederrama', regresa Eloy Rubio Carro a la palestra poética con una nueva entrega que, como aquella, nos acerca a una poesía intensa, de lectura no siempre fácil, pero, al mismo tiempo, hipnótica y absorbente. Esta nueva edición, con el estilo cuidado al que nos viene acostumbrando 'Marciano Sonoro Ediciones', retoma el testigo dejado allí, de poesía dotada de profundidad filosófica, pero afianzándose ahora en una notable amplitud de temas que, pese al prisma alegórico en que se sustentan, no elude un sustrato de indagación personal en los recovecos de la vida y del arte.
'La vida la pasar', título de este nuevo poemario, se ofrece así como el escenario en el que asistimos a una lucha constante entre el afán de conocimiento, de comprensión de lo inexplicable de la vida, frente a la conciencia de la desaparición y el vacío como únicas certezas. El poeta confronta continuamente estos dos polos opuestos en busca de respuestas. Nos habla de lo que fue, lo que es, lo que pudo llegar a ser y no fue, lo que será y también del temor a ese futuro no escrito, a la nada triunfante en que devendrá todo hasta desvanecernos y desaparecer sin dejar huella.
En este lado, la infancia y su memoria son el refugio que encierra la esencia de lo primigenio, de la vida: “Sobre esos pies, descalzo vuelve / el que vuelva niño…”. Aunque también representan la lejana extrañeza del mundo y el tiempo que ya no se recuperará. Un mundo configurado por la naturaleza encarnada en lo animado (pájaros, mariposas…), pero también las estrellas, las flores, la primavera… Un mundo conectado a través del silencio y el recogimiento: “En el flujo del jardín / qué silencio el paisaje / del alba”. O también: “Si callara el viento / qué silencio."
![[Img #43580]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2019/6770_eloy-retrato.jpg)
En el otro lado, la oscuridad, que representa el no ser, la vida escurridiza que huye, que se nos arrebata, la soledad, la crueldad de la muerte o, incluso, el pasado que regresa inerme. También lo absurdo de la conciencia que quiere comprender y no puede. Es aquí donde la evocación de los seres amados desaparecidos provoca un dolor palpable, visible y una conciencia de finitud: “Nada importaría el dolor / si no se viese…”.
En la búsqueda de un equilibrio entre estas dos orillas (ese “arco de lunático violín” valleinclanesco que da título a uno de los poemas), que separe y, al mismo tiempo, comunique dos mundos alejados y opuestos, el poeta hallará varios elementos. La búsqueda de la belleza será uno de ellos. También la pasión en tanto estado que nos acerca a la muerte, pero genera vida, que funde el cuerpo y el espíritu, lo físico y lo anímico: “Cuando yo ya no sea, / mi leve humanidad será mendrugo, nieve sucia / cabe el almendral de tu beso”. Por ello, para el poeta, la búsqueda a través del otro, el vivir en el otro que nos piensa, dota la existencia de sentido, la transforma en un proceso mental generado por el amor: “Tú vives y me piensas y me tienes en vilo / de mi vida”.
No hay resignación, sin embargo, ante el desconcierto que todo esto provoca, sino ansia de conocimiento y por ello el poeta trata de desentrañarlo viajando al misterio que encierra cada palabra. Como en su anterior poemario, regresa el gusto por el neologismo reconocible y siempre original (“dulcedumbre”, “estrellería”), por el juego con la tipografía (“& se supura & cuela”) o por la palabra de sonoridad lejana y evocadora (“platijas”, “anélidos”, “freza”…). Son frecuentes también las antítesis en las que, tal vez, asoma la raigambre filosófica propia del pensamiento de su autor: el ser y la nada, el futuro y la eternidad, la vida y el arte, lo vivido y lo que será, o no será, surgen con frecuencia en medio de muchas de sus reflexiones: “Como la página en blanco / genera el miedo / de la escritura, / lo no vivido / el miedo de la vida”.
En conclusión, esa indagación constante de principio a fin entre dos mundos opuestos no desaparece, pero se hace asimilable a través de un pacto poético con la palabra, convirtiéndose así, para los lectores de esta nueva entrega poética, en una invitación constante al pensamiento.
Eloy Rubio Carro. La vida la pasar. San Román de la Vega; Marciano Sonoro 2018; 84 pp.
Varios años después de 'Pajaroquealanochesederrama', regresa Eloy Rubio Carro a la palestra poética con una nueva entrega que, como aquella, nos acerca a una poesía intensa, de lectura no siempre fácil, pero, al mismo tiempo, hipnótica y absorbente. Esta nueva edición, con el estilo cuidado al que nos viene acostumbrando 'Marciano Sonoro Ediciones', retoma el testigo dejado allí, de poesía dotada de profundidad filosófica, pero afianzándose ahora en una notable amplitud de temas que, pese al prisma alegórico en que se sustentan, no elude un sustrato de indagación personal en los recovecos de la vida y del arte.
'La vida la pasar', título de este nuevo poemario, se ofrece así como el escenario en el que asistimos a una lucha constante entre el afán de conocimiento, de comprensión de lo inexplicable de la vida, frente a la conciencia de la desaparición y el vacío como únicas certezas. El poeta confronta continuamente estos dos polos opuestos en busca de respuestas. Nos habla de lo que fue, lo que es, lo que pudo llegar a ser y no fue, lo que será y también del temor a ese futuro no escrito, a la nada triunfante en que devendrá todo hasta desvanecernos y desaparecer sin dejar huella.
En este lado, la infancia y su memoria son el refugio que encierra la esencia de lo primigenio, de la vida: “Sobre esos pies, descalzo vuelve / el que vuelva niño…”. Aunque también representan la lejana extrañeza del mundo y el tiempo que ya no se recuperará. Un mundo configurado por la naturaleza encarnada en lo animado (pájaros, mariposas…), pero también las estrellas, las flores, la primavera… Un mundo conectado a través del silencio y el recogimiento: “En el flujo del jardín / qué silencio el paisaje / del alba”. O también: “Si callara el viento / qué silencio."
En el otro lado, la oscuridad, que representa el no ser, la vida escurridiza que huye, que se nos arrebata, la soledad, la crueldad de la muerte o, incluso, el pasado que regresa inerme. También lo absurdo de la conciencia que quiere comprender y no puede. Es aquí donde la evocación de los seres amados desaparecidos provoca un dolor palpable, visible y una conciencia de finitud: “Nada importaría el dolor / si no se viese…”.
En la búsqueda de un equilibrio entre estas dos orillas (ese “arco de lunático violín” valleinclanesco que da título a uno de los poemas), que separe y, al mismo tiempo, comunique dos mundos alejados y opuestos, el poeta hallará varios elementos. La búsqueda de la belleza será uno de ellos. También la pasión en tanto estado que nos acerca a la muerte, pero genera vida, que funde el cuerpo y el espíritu, lo físico y lo anímico: “Cuando yo ya no sea, / mi leve humanidad será mendrugo, nieve sucia / cabe el almendral de tu beso”. Por ello, para el poeta, la búsqueda a través del otro, el vivir en el otro que nos piensa, dota la existencia de sentido, la transforma en un proceso mental generado por el amor: “Tú vives y me piensas y me tienes en vilo / de mi vida”.
No hay resignación, sin embargo, ante el desconcierto que todo esto provoca, sino ansia de conocimiento y por ello el poeta trata de desentrañarlo viajando al misterio que encierra cada palabra. Como en su anterior poemario, regresa el gusto por el neologismo reconocible y siempre original (“dulcedumbre”, “estrellería”), por el juego con la tipografía (“& se supura & cuela”) o por la palabra de sonoridad lejana y evocadora (“platijas”, “anélidos”, “freza”…). Son frecuentes también las antítesis en las que, tal vez, asoma la raigambre filosófica propia del pensamiento de su autor: el ser y la nada, el futuro y la eternidad, la vida y el arte, lo vivido y lo que será, o no será, surgen con frecuencia en medio de muchas de sus reflexiones: “Como la página en blanco / genera el miedo / de la escritura, / lo no vivido / el miedo de la vida”.
En conclusión, esa indagación constante de principio a fin entre dos mundos opuestos no desaparece, pero se hace asimilable a través de un pacto poético con la palabra, convirtiéndose así, para los lectores de esta nueva entrega poética, en una invitación constante al pensamiento.