Max Alonso
Sábado, 18 de Mayo de 2019

Campañas que no interesan

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“La libertad de opinión es una farsa si la información sobre los hechos no está garantizada y si no se aceptan los hechos mismos como objeto del debate”. Estas precisas palabras de  Hannah Arendt ponen el dedo en la llaga de lo que han sumado las sucesivas campañas que estamos padecido en los últimos meses.

 

Los partidos andan enfrascados en venderse a sí mismos como los mejores y el balance han sido unas campañas que no interesan. Hacen promesas que no son nada más que mentiras. O se oponen a lo del adversario simplemente por llevar la contraria. Sin aportar soluciones a lo que les preocupa a los ciudadanos. O emplean el tiempo en pelearse entre ellos con sus diferencias personales que son de ellos y para ellos y a los demás no nos atañen. Por eso, los más sabios, más que seguirlas las han huido y aun así les han alcanzado con los fuegos cruzados.

 

A la hora de votar no se piensa en quien pueda hacerlo mejor sino en quien pueda hacer menos daño. No se vota en positivo. Para conseguir. Sino en negativo, para impedir.

 

Superamos la primera campaña, la general, y los resultados sirvieron para que algunos partidos, que se  habían creído sus propios dislates, dieran giros de ciento ochentas grados y los que habían sido sus compañeros de viaje pasaron a ser adversarios y donde decían digo dijeron Diego. Triste ha sido ese espectáculo en el que no ha habido nada más que confusión de las ideologías, como si estas, en muchos casos, sirvieran para algo, porque con la misma se puede llegar a defender lo contrario. Ejemplos vimos.

 

En las campañas posteriores, acumuladas y mezcladas, al menos no se ha disparatado como en la anterior, porque políticos hay que ganan más en cuanto callan. Las guerras han sido inferiores como si se hubieran enterrado los machetes o se hubieran desechado por mellados. A escala local las escaramuzas no han sido para tanto, afortunadamente. Ha sido más cosa de fementidos, esa preciosa palabra cada vez más en desuso y cada vez más necesaria. Decíase de quienes se mentían a sí mismos y luego, envueltos con su propia mentira, la defienden con pasión. De eso ha habido mucho. Más que ideas y argumentos  algunas lindezas u ocurrencias, por calificarlas suave.

 

Un ejemplo paradigmático de lo contario fue el debate europeo celebrado en Bruselas. Sin agresiones verbales de los candidatos,  ni asechanzas, ni ejercicios infantiles del tú más. Con un diálogo constructivo de argumentos aportados entre todos. Se podía porque los temas no eran los de casa…

 

Los parámetros de las campañas deberían  ser  otros. Está claro que el que más promete es el que más miente y algunos no hacen nada más que prometer sobre aquello que no hicieron o exhiben con orgullo los chorritos que fue lo único que construyeron. Está visto que a muchos electores es lo que les gusta. ¿No serán ellos los fementidos? No les interesan razones, que de tanto no usarlas ya ni saben lo que son.  No están para argumentos. Sólo para persuadirse de su falta de ideas y seguir sintiendo lo mismo. Es decir vivir sin pensar, que es lo más fácil y lo que más se lleva.

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