Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 01 de Junio de 2019

Las cosas bien hechas bien parecen

[Img #43952]

 

 

Las cosas bien hechas bien parecen. Esta es una frase que repetía con bastante frecuencia mi suegro, impresor, que había estudiado en Alemania y había inventado una tipografía. Siempre contaba, como dato histórico, que no de entusiasmo emocional, que había hablado con Hitler (bueno esto que cuento es una anécdota que no viene al caso pero que me ha brotado de la memoria al hablar del suegro y Alemania).

 

Esta introducción viene al caso porque recuerdo con mucha frecuencia esta frase que aunque realmente lo que sentencia es algo muy obvio no parece que se tenga en cuenta a la hora de hacer las cosas. Y con este preámbulo voy al grano.

 

Últimamente he frecuentado, a mi pesar, el nuevo (ya no tan nuevo) ambulatorio de la ciudad de Astorga, y cada vez que tengo que atravesar esa notablemente amplia, completamente enlosada y acentuadamente minimalista grand place, con su arbolito en medio de la nada, me da la sensación de que el arquitecto no debía de estar muy bien informado y quizás pensó que estaba construyendo un museo de arte moderno y no un lugar al que acude gente (fundamentalmente mayor) enferma. Atravesar ese gran espacio de síntesis imperfecta entre la ajustada estética y la inadecuada practicidad, en un estado de salud precario para llegar, a la entrada del edificio es altamente improcedente.

 

Una vez atravesado ese gran espacio zen pero nada razonable te distribuyen a la consulta correspondiente, en la planta de arriba. Las escaleras arrancan con un largo de escalón adecuado para la subida de dos personas a la vez (la señora mayor y su acompañante, por ejemplo) y poder cruzarse con las personas que bajan, Ah, pero … hay truco. Pasado el primer tramo amplio, la escalera hace un giro, ya no se ve desde la planta baja, y, entonces, comienzan lo siguientes tramos cuyos escalones han reducido su largura a casi la mitad. La cosa queda así: si suben dos no baja uno; o si bajan dos no sube uno ¿? ¿Ética o estética?

 

Ya en la planta de arriba los pasillos son increíblemente anchos y espaciosos, como una Gran Vía. Un gusto tanta amplitud pero… esos pasillos no son para pasar la tarde de paseo, son la sala de espera de los distintos despachos médicos, y como de espera se trata, y se espera mucho, a veces muchísimo, es lógico considerar que las personas tienen que sentarse hasta que les toque su turno. Y aquí nos encontramos en otro trance: series de cuatro sillas colocadas muy estéticamente para no romper el amplio espacio pero… con gran frecuencia hay más personas que sillas en estado de espera. Espacio, espacio que no falte pero ¿y las sillas?  ¿? Ética o estética.

 

Otra cuestión que me sorprende es que en esta época en la que estamos de lucha por la sostenibilidad, por la energía sostenible, la planta de arriba de los largos y anchos pasillos, que es donde están los distintos despachos médicos, utiliza sólo en los dos pasillos ochenta lámparas encendidas todo el día. Las acompañan dos o tres pequeños lucernarios a modo de idea ingeniosa pero no demasiado práctica ya que iluminan un muy pequeño tramo. No hay más plantas encima ¿por qué no se ha aprovechado esa posibilidad de aprovechar la luz natural cenital para toda la planta? ¿O acaso utiliza placas solares para el alumbrado? humm creo que no es el caso. Ética o estética.

 

Inaugurado este Ambulatorio en el  2013 y con ocho millones y medio de presupuesto declarado, no parece que les hayan llegado los dineros, o acaso han sido las mientes las que no han llegado a un pequeño pero importantísimo detalle, el de poner un perchero, un sencillo colgadero (que se puede comprar en los chinos), para poder desembarazarse del abrigo y/o bolso en esos momentos de incómodo embarazo que suele advenir en los lavabos y servicios públicos. Es un pequeño y humilde detalle pero de primerísima necesidad, utilísimo, que no es admisible que se pase por alto y menos en un Ambulatorio y mucho menos en un Ambulatorio de nueva factura.

 

Y pasamos a la sección de Urgencias. Las urgencias siempre son urgentes, claro. El que va a urgencias normalmente (y aquí dejo un suspendido por aquellos que lo usan sin urgencia) acude en distintos grados de mal estado, pero siempre en mal estado. La accesibilidad a la entrada en este departamento sanitario debería ser fácil y ágil. Curiosamente la entrada en este caso es un cul de sac, es decir un tramo sin salida y, además, corto y estrecho. Si tienes la suerte de que esté despejado de algún coche o alguna ambulancia podrás llegar con el coche a la puerta para poder bajar al enfermo y salir corriendo para llevarte rápidamente el coche a otro lado a buscar aparcamiento porque bloquea. Un solo coche bloquea. Y si el enfermo está muy enfermo te encuentras con la tesitura de tener que abandonarle a su suerte en una silla de la sala para retirar el coche. Si hay ambulancia, u otro coche cuando llegas, tienes que aparcar donde puedas e ir arrastrando al enfermo hasta la recepción. Lo más chocante es que delante de esta angosta entrada de las Urgencias han dispuesto una especie de jardincito sin jardín, quiero decir, un espacio insólito de cemento y piedras con algún banco, un espacio yermo y áspero para solaz de no se sabe quién. Un espacio tremendamente feo y poco propicio para su uso.  Ni ético ni estético.

 

Y si seguimos con las “cosas bien hechas” en esta ciudad nuestra podríamos hablar de la costosa restauración de la Casa Panero cuya finalidad era (¿y es?) la celebración de actos culturales, pero cuando hay alguno apenas cabe el público en los cuartitos ‘de mesa camilla’ que han dejado, como si los responsables no estuvieran muy seguros del guion establecido sobre la simbiosis astorganos y cultura. No hay una sala adecuada donde quepamos todos. Lo realizado en esta larga y onerosa obra no parece que coincida ni favorezca el propósito y la finalidad de la misma.

 

Y seguimos. El Teatro Gullón. Ay… el esperado Teatro Gullón. Después de una larga, dificultosa y encarecida obra, el nuevo, modernísimo y arregladísimo Teatro resulta que su arquitecto se olvidó de que al teatro se va a oír lo que dicen los actores pero también, y sobre todo, a ver lo que hacen. Y este gran artista se olvidó de que los asientos tienen que tener una inclinación y una altura suficiente para poder ver, admirar y disfrutar de lo que pasa en el escenario. Pues NO. Se olvidó de ese pequeño pero importantísimo dato. Así que, después de todo: dineros, espera, emoción, ruinas romanas sepultadas, y grandes expectativas de entretenimiento cultural, el espectador sentado en un sillón requetelucído ‘no ve un carajo’. ¿Para qué sirve un teatro en el que no se ve el escenario? ¿Quién diseña un teatro sin visibilidad desde las butacas? Quizás no he estado muy atenta pero no he oído ningún ‘mea culpa’. El Ayuntamiento parece que se desentiende porque pagó Diputación. Y Diputación parece que soltó el dinero y se desentendió de resultados lejanos. Y unos por otros la casa sin barrer y en el Gullón sin poder ver.

 

O témpora o mores

 

PD. Hay más “cosas bien hechas” pero de momento ahí lo dejo

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.