Tomás Néstor Martínez
Domingo, 07 de Julio de 2019
ENTREVISTA / SARA G. GALLADRO, poeta

"Existen bastantes razones para sentirte extranjera"

Este viernes día 5 de julio dio comienzo el ciclo 'Poesía a Orillas del Órbigo', organizado por el Ayuntamiento de Villarejo de Órbigo. Desde hace una década esta cita llega puntual bajo la dirección de Tomás Néstor. Este año dio comienzo con la lectura de Sara R. Gallardo y continuará en sucesivos viernes con las de Mª Paz Martínez Alonso, Fermín Herrero y Néstor Rojas.

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Tomás Néstor Martínez: ¿Qué es eso de R.?

 

Es mi primer apellido. Yo no reniego de él, pero es que ya hay otra escritora argentina que se llama igual; por eso, para diferenciarme de alguna manera.

 

Profesora, traductora, periodista, freelance, poeta, crítica literaria, ciudadana de muchos mundos, pero extranjera. Una expresión que utilizas y que a mí me llama la atención es: “Soy extranjera en mi país, si es que existe.” 

 

Efectivamente. Te puedes sentir extranjera de muchas maneras, también en la acepción original de la palabra. Cuando vives fuera te sientes extranjera de muchos otros modos y de muchas otras circunstancias; precisamente ahí las pones en contraste. 

 

¿No crees que a veces y en estos contextos hay suficientes motivos para la gente más consciente de sentirse extranjeros en este país? 

 

Existen bastantes razones para sentirte extranjera. Si te refieres sobre todo a la parte política de la vida, que es toda en realidad.

 

No me refiero al pasaporte, a eso no.

 

Te sientes extranjera en el momento en que como ciudadana te tienes que ganar tus derechos; te los pueden hurtar así porque sí, y solo te queda volver a intentar recuperarlos. Y esos derechos son muy amplios. Y estoy pensando por ejemplo en lo cabreada que he estado esta semana con el tema de ‘Madrid Central’; he puesto unos ‘twits’ sobre el asunto. Y te das cuenta de la incidencia directa que tienen las decisiones políticas en la vida de las personas. Los políticos no son conscientes de esto. 

 

 

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¿Pero ellos viven en Madrid o viven en la luna?

 

Hombre no, cómo van a sufrir eso todos los días; es imposible. No, no lo viven, por eso es por lo que te sientes extranjera. Sabes que las cosas pueden ir mejor y no van por decisiones particulares, por intereses partidistas, por cosas que ocurren…

 

O por llevar la contraria...

 

O por llevar la contraria.

 

¿A ti te parece que la voz de la poeta, en este caso la tuya, es una voz antigua que, como dice Raquel Lanseros, “Susurra sin aspavientos los secretos imperecederos”? 

 

Es que no sé si mi voz es antigua…

 

No, no digo voz antigua, sino que eres heredera de.

 

Efectivamente, no sé si mi voz es antigua o es que a través de la poesía he sido capaz o he sido consciente de los silencios que se han impuesto, y de la alegría y la legitimidad que me ha dado para llegar a decir ciertas cosas. En ese sentido sí quiero verme como heredera de algo que a través de mí se ha podido llegar a decir.

 

Hay dos versos, entre otros muchos, que dan mucho de sí: “Mi  poesía es fruto del dolor, / no de la primavera”. Y, por otra parte, en ellos resuena un verso de Dante, “Quien sabe de dolor todo lo sabe”. No sé por qué encontré un cierto paralelismo.

 

Sí es verdad, esa es la idea; tiene que ver también con otra palabra que has dicho que es ‘la poeta’. Me refiero a esa tendencia que hay a encasillar la poesía hecha por mujeres como algo más bucólico, algo más frívolo.

 

 

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¿Todavía  hoy en el siglo XXI hay gente que mantiene que la poesía hecha por mujeres tiene que ser puro bucolismo y amoríos?

 

¡Bueno!. En fin vamos a dejarlo ahí. Y no solamente que tenga que ser eso, sino el modo como la juzgan. Solo hay que dar un repaso a las críticas literarias de obras escritas por mujeres para ver lo que se crítica realmente. Pues sí, a través del dolor se pueden conocer muchos mundos, a través del dolor se pueden elaborar ciertas ideas. Desde la poesía el dolor encuentra una forma distinta de elaborarse. Y eso me interesa mucho tanto en lo que yo escribo, como en lo que trabajo, como en lo que leo.

 

¿El dolor le da más vida la poesía, más vivencia?

 

 Sí, puede ser.

 

Leyendo tus poemas parece que vienen hermanados emoción y pensamiento, o viceversa.

 

Yo creo que son así como soy yo, de esa manera. Reflejo de mi forma de ser. Pero a mí no me gusta tampoco abandonarme al sentimiento, sino que siempre estoy buscando la lógica de las cosas, y es por ello por lo que en mi poesía juego con la sintaxis... Mucha de la poesía que me gusta es así, incluso la música de cantoautores que me gusta es así. Si solamente me moviera en el terreno de los sentimientos sería mucho menos interesante. Y también es cierto que la poesía más intelectual a mí no me emociona. 

 

Hay una expresión de una poeta y amiga común, Ester Folgueral, que dice de tu poesía: “En los años locos juveniles, Sara bailaba ya con la sabiduría incandescente de un lenguaje que le obedecía. ¿Es difícil modelar el lenguaje, someter el lenguaje?

 

Bueno, la cita de Esther se debe a su gran generosidad... No porque se atenga fielmente a las cosas. En este asunto mi referente es Juan Carlos Mestre. Llevo siempre por bandera la manera en que él concibe la poesía: “El lugar donde se pueden decir las que no pueden decirse de otra manera.” Y es que en someter al lenguaje es donde está toda la chicha. Eso es el trabajo de ser poeta. Someter el lenguaje. 

 

 

A raíz de esto recuerdo unas palabras de Antonio Colinas quien señala que el lenguaje poético es aquel que nace cuando el resto de los lenguajes, los de los políticos, etcétera, ya no dan más de sí.

 

Estoy totalmente de acuerdo con esa idea. La gente que a mí me pueda leer y que no esté habituada a leer poesía me comentan: “Las cosas las dices de una manera tan sencilla… Nunca había pensado en esto, nunca había ordenado las ideas de esta forma”. Esa capacidad que tiene el lenguaje, aunque sea con la palabra más común y más corriente, de subvertir la realidad y colocarla en un lugar distinto…

 

 

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Desde tus versos siempre imagino un tú, un vosotros, que están a la escucha. “Dime, dime”, “puedes llamarme”. “Despierta donde estés.” ¿Te escucha alguien? ¿Quién  te espera?

 

Así entramos en esa diatriba entre quién soy yo y a quién escribo y, una vez que el libro se publica, a quién va dirigido. Yo espero que en esa segunda parte haya gente que lo lea, y en la primera quizás esa imposibilidad, o esa duda, o esa incertidumbre sean las que muevan el propio poema. Recibir una respuesta.

 

“Nadie habla consigo mismo en su propio idioma, escribí en marzo de 2008”. ¿Pero, en qué idioma se comunica una consigo misma?

 

Esta idea es un producto de lo anterior, es un poco la incapacidad del lenguaje de decir, de decir la verdad... Está también la absoluta y expansiva capacidad que tenemos los seres humanos de autoengañarnos y de contarnos cosas que son legítimas para protegernos, para calmarnos, para liberarnos de la culpa. Pero yo en esto me doy pocas indulgencias. Es como sacarme de ahí y decirme: no, es que no estás hablando contigo en verdad.  Es otra voz la que te está contando unas cosas y transita por las vías de tu cerebro de manera repetitiva. Pero, bueno, no eres tú. Es lo que has aprendido,...

 

¿A ti la locura y el extravío te parecen clarividencia y lucidez?

 

No, me parecen asuntos bastante políticos, me parece que la locura se usa en el sentido común y que ocurre con ella algo insólito. Absolutamente todas cosas son capaces de despertar el humor, la gracia, la frivolidad, etcétera. Creo que hay muchísimas realidades, algunas de ellas un poco incomprensibles, o un poco distantes, que aunque se pueda hacer bromas con ellas, o que la gente bromee con ellas, siempre está presente la referencia real. Mientras que con eso no pasa. La referencia está totalmente difuminada. Creo que reivindicar la locura como un asunto verdaderamente político consigue, sobre lo que venimos hablando, poner las palabras exactas a lo que es.

 

 

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¿Y el yo poético, a pesar tuyo, prosigue siempre su conversación. “Me queda la tierra, la tierra me llama…”, y poco después añades o añade el yo poético: “La tierra nos llama en cualquiera de sus formas…”.  Estos versos de 'Berlín no se acaba en un círculo' me sugieren la siguiente pregunta: ¿Qué  te dice a ti la tierra? ¿De qué habláis la tierra y tú?  

 

La segunda parte de ‘Berlín no se acaba en un círculo’ está claramente inspirada por el hecho de sentirme distante de mi país, y que esa distancia me permitiera reflexionar sobre las vidas de mis antepasados, de las personas como mis abuelos a los que prácticamente no conocí, salvo a uno de ellos... Por una parte está todo el mito de la tierra, todo el carácter telúrico de la tierra. Como, en mi caso, el Bierzo, la tierra tira de ti... Y por otra parte, el hecho de poner tierra de por medio, que te lleva a una tierra que te es desconocida, pero que ya no es solo la tierra de ese país al que te has ido sino también la tierra donde están tus muertos. De pronto te das cuenta de que esa tierra te resulta ajena.

 

Y escribir poemas ¿es un viaje para hacer cuentas, un viaje para retroceder?

 

Es más bien un viaje para reelaborar. Hacemos cuentas en el momento en el que todo lo que te rodea, tanto las vivencias o el pasado, las historias que te preceden, lo conviertes en materia prima y la pasas por el ojal de lenguaje. Entonces, claro que rindes cuentas, porque descubres cosas  inesperadas, que no sabías. Ordenas las cosas de otra manera.

 

De alguna manera esto también es retroceder. Si vas a rendir cuentas tienes que retroceder.

 

Si, así es.

 

Tú primer poemario es ‘Epidermia’, luego aprovechado por el 'Ballet Contemporáneo de Burgos' para hacer un montaje.

 

Bueno, no aprovechado exactamente sino que a través de ciertos versos de ‘Epidermia’ reescribí el texto del ballet-teatro. El  germen era ‘Epidermia’, pero los textos eran originales.

 

Llegó ‘Berlín no se acaba en un círculo’ tres años después. Numerosos  artículos en diarios nacionales, colaboraciones en revistas literarias, en seminarios, en cursos. ¿Qué significa la primera piedra que puso Berlín en ti ?

 

Berlín, a pesar de lo mucho que me hizo sufrir, consiguió que yo fuera feliz. Por ese simple hecho ya me ganó en todo. Es una ciudad con la que me identifico mucho. Yo creo que no podría vivir en otra ciudad de Alemania que no fuera Berlín. La primera piedra no es más que esa primera piedra de aceptar el deseo, el deseo como concepto psicoanalítico de aceptar el propio deseo y reconocerte en calles y en lugares y en situaciones, y saber que estás bien, que eres feliz.

 

 

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Ya tenemos a la vista próxima libro ¿no?

 

 Sí, para dentro de poco. Hoy [por el viernes] leeré alguno de los poemas del nuevo.

 

¿Y van en la misma línea que los de ‘Berlín…'?

 

Escogiendo los poemas para la lectura de hoy me di cuenta de que a pesar de que yo pensaba que no se parecían en nada, sí tienen un aire de familia. Todavía soy yo. A pesar de todo, todavía soy yo.

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