Poemas: Mareva Mayo / Fotografía: Amando Casado
'VERsos de verano' es el título genérico de una sección que se abre este domingo hasta mediados de septiembre. Cada domingo publicaremos tres poemas de cada uno de los siguientes poetas: Ana Conejo, Tirso Priscilo, Eloísa Otero, Antonio Manilla, Luis Artigue, Jorge Pascual, Sara R. Gallardo, Mareva Mallo, Pilar Blanco, Susana Barragués, Delfín Nava y Víctor M. Díez. Los poemas, al menos uno inédito, vendrán acompañados de un poema visual que realizarán en cada caso uno de los fotógrafos que a continuación se detallan: Amando Casado, Antonio Martínez, Óscar García Bárcena, Domingo Vela y J.R. Vega. Elena Rodríguez, Andrés Palmero, Julia Liébana, Marc GreenBase, Carmen Coque, etc.
Comenzamos con los poemas de Mareva Mayo y el poema visual de Amando Casado
![[Img #44503]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2019/3377_img_0994.jpg)
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perseguimos el furor, la belleza, la libertad
cuando la tierra dejó de alumbrar el paso
cuando sus cadáveres clamaban justicia donde ninguna vida ni palabra había llegado
hundimos nuestros cuerpos en el fuego
cuando el fuego nos arrancó los ojos de la gente que nos hacía gente
caminamos entonces, el olvido, el cénit del absurdo, el duelo difunto de lo amado frente a esa muerte impetuosa de negarnos
y en el éxtasis de la negación
como campo estéril
clamamos entonces esa flor clandestina
que llevaba en su semilla
nuestra ausencia, nuestra pobreza, nuestra nada
y levantamos desde la alucinación
y la angustia de haber crecido sin raíces en una tierra violada por los que deciden, por los que dicen que saben
el aullido de esa insurrección
de no ser, antes que ser tuya, antes que ser de la muerte
y navegamos esos mares que sólo son de los que son nada
de los que no tienen nada
de los que no saben
y en su galerna
como madres del secano
como madres de la caduca fe de los desheredados
fuimos, raíz del todo
viento
la razón, para acabar con los dueños
para que el hueso, aun en la asfixia, aun en la inmemoria
se rebele
del dios
de la patria
del gobierno y su policía y su justicia
de la genética
de la sombra
del instinto y sus simas de fusil y hambre
de la cultura, del capitalismo, del estómago
y en la insurrección de nuestro no ser
vivirá el poema que nos siga
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Lo he oído muchas veces.
Que si me peine. Que si me engalane el barriobajo de la muerte.
Que si haga como que va conmigo la cosa.
Que si amolde mi voz, el fango y juegue en los mercados a sacar adelante mi producto.
Que si esconda la mierda de mi casa.
Que si trate de venderla entre socavones de silencio como un don.
Que si no me eche otro trago, que si apague el cigarro, que si ande recta, que si el aro y el desayuno con hacienda, que si baje la voz, que si no meé ahí, que si me ponga la ropa, que si una chica no hace eso, que si conjugue mejor el diccionario y el tiempo, que si haga algo con mi vida, que si sea productiva, contribuyente, que si vaya a ir algún sitio, que si guarde para mañana, que si conozca el réquiem a la hora del réquiem, que si el guardar del luto y de las maneras, que si de rodillas, que si el sentido común, que si soy demasiado neurótica, demasiado perruna, demasiado nadie para tanto humo. Que la soledad no es buena. Que si mis malas compañías cuando no abre ni cierra la puerta. Que si la ley. Que si el mundo es como es. Que yo no puedo hacer nada. Que otros deciden y reparten. Otros gobiernan. . Que si la muerte se despacha con los que ríen demasiado alto. Que te caerá encima la policía. Que si cruzas esa línea dormirás en el manicomio. Que si la enfermedad y las farmacéuticas, que si tu hipocondría es capitalista y rentable, que si tus muertos son 2000 euros para las funerarias S.A. Que si sólo pago los impuestos con mis cadáveres. Que si soy una parásita. Una pandemia. Un error de cálculo. Que si mi casa es una orgía de ratas y de agujeros. Que si mi cuerpo no cabe en la fotografía y es demasiado amorfo para que me hagas una copia de tus llaves. Que se mi lágrima no puede secar la resina de los pinos. Ni mis muertos descansar en paz. Que si tu madre nunca me querrá para ti. Que si no sirvo para nada. Que si pienso humo, sangro madera quemada y llevo dentro el vacío. Que no tengo cobertura. Que he perdido tus papeles y los míos no hablan con el cielo. Que la primera piedra que tiré contra nosotros sigue en el aire. Que moriré y tu amor no podrá evitar nada. Que sólo la luna habrá sabido.
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La oscuridad del etanol de aquellos sótanos del manicomio, me acercan la perpendicular del cuchillo sobre las estatuas de sal que oculto tras el espejo. Pero son infieles. Me desagarran porque alguna vez me tomaron por la fuerza, vapulearon todos mis huesos en el esnifar de la luz sobre las máscaras vencidas de la noche. Con sus articulaciones de marfil escribieron contra tu pared el otro lado de mi escritorio. Hoy son del polvo. Amarra desavenida de los mares de fuego.
Su certeza en mi cicatriz es el exilio de una palabra, no es carne de cañón, no es mi túnel de la gravedad.
Deambulo las mil mujeres que soy con ella famélica del Lete en la carcajada de la cueva.
Nada me duele porque el verbo es un fractal que enjuaga mi pobreza en la belleza de la intemperie.
Soy mendiga de cada calle que transité. Soy ladrona de los desechos que sobre mi cabeza me enseñaron a gritar.
Me hice el vudú dentro de tu tumba. Y el réquiem desgañitado de mi carne sobre el quebranto de haberte perdido abrió mil constelaciones la ausencia donde ningún pronombre se quedaría esperando nada.
Adquirí forma gaseosa cuando la línea divisoria ahogaba mis escombros en tus labios.
Mentí el gesto al reflejo oblicuo que atragantaba mi llanto en la hoguera oculta de las flores.
Pernocté y chantajeé el fin de la palabra en la bala despiadada de los marchitos.
Fui asesinada por la belleza que mi piano desolado expiaba en los bosques nocturnos.
Fui el rebote de un golpe seco en la espada del sol.
Hoy no me hago de suelos ni de límites el alarido.
Soy inalterable del cambio radical del espacio que pernocta en tus crepúsculos. Mi tiempo es el agujero negro que el útero amamanta con el amor inadmisible de la lejanía. Y en sus senos la más profunda de las ternuras me dispone a la muerte como una milonga.
Tengo una sombra. De la goma que apretaba Alicia en el antebrazo para picarse la brecha del cielo.
Del tango etílico de los caminos que acababan volando por los aires, debajo de tu almohada como la asfixia, navegando tu sexo, como la dinamita del vocablo de la primera persona destruyendo todos los rostros.
Albergo la sombra del exilio. Moratones de naipe y manicomio. Pelea perpendicular y a sangre abierta, contra la pared, contra el existo, contra el dudo, contra tu ojo bajando por mi escalera y mi mirada comida del polvo cósmico, salpicando la ausencia.
También soy el vudú de mi escenario, traicionándome la obra, haciendo con mi guión bucle de tu despedida, réquiem, impostura. Chupándome de la voz, el jadeo que emito en tu cobertura, como túnel de hielo, como pozo de llama.
Llevo conmigo todos mis despojos, mis sueños, mi perturbabilidad, la orilla, la descendencia de ese sueño rojo y negro, desfalleciéndome las bestias como epidemias por la lengua libre, sucia, acorralada o carro de combate. Cuando detrás de ti, ninguno de los dos sobrevivimos. Cuando las calles empiojaron mi andar paria como animal desbocado por la grieta de mi humanidad.
Comenzamos con los poemas de Mareva Mayo y el poema visual de Amando Casado
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perseguimos el furor, la belleza, la libertad
cuando la tierra dejó de alumbrar el paso
cuando sus cadáveres clamaban justicia donde ninguna vida ni palabra había llegado
hundimos nuestros cuerpos en el fuego
cuando el fuego nos arrancó los ojos de la gente que nos hacía gente
caminamos entonces, el olvido, el cénit del absurdo, el duelo difunto de lo amado frente a esa muerte impetuosa de negarnos
y en el éxtasis de la negación
como campo estéril
clamamos entonces esa flor clandestina
que llevaba en su semilla
nuestra ausencia, nuestra pobreza, nuestra nada
y levantamos desde la alucinación
y la angustia de haber crecido sin raíces en una tierra violada por los que deciden, por los que dicen que saben
el aullido de esa insurrección
de no ser, antes que ser tuya, antes que ser de la muerte
y navegamos esos mares que sólo son de los que son nada
de los que no tienen nada
de los que no saben
y en su galerna
como madres del secano
como madres de la caduca fe de los desheredados
fuimos, raíz del todo
viento
la razón, para acabar con los dueños
para que el hueso, aun en la asfixia, aun en la inmemoria
se rebele
del dios
de la patria
del gobierno y su policía y su justicia
de la genética
de la sombra
del instinto y sus simas de fusil y hambre
de la cultura, del capitalismo, del estómago
y en la insurrección de nuestro no ser
vivirá el poema que nos siga
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Lo he oído muchas veces.
Que si me peine. Que si me engalane el barriobajo de la muerte.
Que si haga como que va conmigo la cosa.
Que si amolde mi voz, el fango y juegue en los mercados a sacar adelante mi producto.
Que si esconda la mierda de mi casa.
Que si trate de venderla entre socavones de silencio como un don.
Que si no me eche otro trago, que si apague el cigarro, que si ande recta, que si el aro y el desayuno con hacienda, que si baje la voz, que si no meé ahí, que si me ponga la ropa, que si una chica no hace eso, que si conjugue mejor el diccionario y el tiempo, que si haga algo con mi vida, que si sea productiva, contribuyente, que si vaya a ir algún sitio, que si guarde para mañana, que si conozca el réquiem a la hora del réquiem, que si el guardar del luto y de las maneras, que si de rodillas, que si el sentido común, que si soy demasiado neurótica, demasiado perruna, demasiado nadie para tanto humo. Que la soledad no es buena. Que si mis malas compañías cuando no abre ni cierra la puerta. Que si la ley. Que si el mundo es como es. Que yo no puedo hacer nada. Que otros deciden y reparten. Otros gobiernan. . Que si la muerte se despacha con los que ríen demasiado alto. Que te caerá encima la policía. Que si cruzas esa línea dormirás en el manicomio. Que si la enfermedad y las farmacéuticas, que si tu hipocondría es capitalista y rentable, que si tus muertos son 2000 euros para las funerarias S.A. Que si sólo pago los impuestos con mis cadáveres. Que si soy una parásita. Una pandemia. Un error de cálculo. Que si mi casa es una orgía de ratas y de agujeros. Que si mi cuerpo no cabe en la fotografía y es demasiado amorfo para que me hagas una copia de tus llaves. Que se mi lágrima no puede secar la resina de los pinos. Ni mis muertos descansar en paz. Que si tu madre nunca me querrá para ti. Que si no sirvo para nada. Que si pienso humo, sangro madera quemada y llevo dentro el vacío. Que no tengo cobertura. Que he perdido tus papeles y los míos no hablan con el cielo. Que la primera piedra que tiré contra nosotros sigue en el aire. Que moriré y tu amor no podrá evitar nada. Que sólo la luna habrá sabido.
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La oscuridad del etanol de aquellos sótanos del manicomio, me acercan la perpendicular del cuchillo sobre las estatuas de sal que oculto tras el espejo. Pero son infieles. Me desagarran porque alguna vez me tomaron por la fuerza, vapulearon todos mis huesos en el esnifar de la luz sobre las máscaras vencidas de la noche. Con sus articulaciones de marfil escribieron contra tu pared el otro lado de mi escritorio. Hoy son del polvo. Amarra desavenida de los mares de fuego.
Su certeza en mi cicatriz es el exilio de una palabra, no es carne de cañón, no es mi túnel de la gravedad.
Deambulo las mil mujeres que soy con ella famélica del Lete en la carcajada de la cueva.
Nada me duele porque el verbo es un fractal que enjuaga mi pobreza en la belleza de la intemperie.
Soy mendiga de cada calle que transité. Soy ladrona de los desechos que sobre mi cabeza me enseñaron a gritar.
Me hice el vudú dentro de tu tumba. Y el réquiem desgañitado de mi carne sobre el quebranto de haberte perdido abrió mil constelaciones la ausencia donde ningún pronombre se quedaría esperando nada.
Adquirí forma gaseosa cuando la línea divisoria ahogaba mis escombros en tus labios.
Mentí el gesto al reflejo oblicuo que atragantaba mi llanto en la hoguera oculta de las flores.
Pernocté y chantajeé el fin de la palabra en la bala despiadada de los marchitos.
Fui asesinada por la belleza que mi piano desolado expiaba en los bosques nocturnos.
Fui el rebote de un golpe seco en la espada del sol.
Hoy no me hago de suelos ni de límites el alarido.
Soy inalterable del cambio radical del espacio que pernocta en tus crepúsculos. Mi tiempo es el agujero negro que el útero amamanta con el amor inadmisible de la lejanía. Y en sus senos la más profunda de las ternuras me dispone a la muerte como una milonga.
Tengo una sombra. De la goma que apretaba Alicia en el antebrazo para picarse la brecha del cielo.
Del tango etílico de los caminos que acababan volando por los aires, debajo de tu almohada como la asfixia, navegando tu sexo, como la dinamita del vocablo de la primera persona destruyendo todos los rostros.
Albergo la sombra del exilio. Moratones de naipe y manicomio. Pelea perpendicular y a sangre abierta, contra la pared, contra el existo, contra el dudo, contra tu ojo bajando por mi escalera y mi mirada comida del polvo cósmico, salpicando la ausencia.
También soy el vudú de mi escenario, traicionándome la obra, haciendo con mi guión bucle de tu despedida, réquiem, impostura. Chupándome de la voz, el jadeo que emito en tu cobertura, como túnel de hielo, como pozo de llama.
Llevo conmigo todos mis despojos, mis sueños, mi perturbabilidad, la orilla, la descendencia de ese sueño rojo y negro, desfalleciéndome las bestias como epidemias por la lengua libre, sucia, acorralada o carro de combate. Cuando detrás de ti, ninguno de los dos sobrevivimos. Cuando las calles empiojaron mi andar paria como animal desbocado por la grieta de mi humanidad.