Susana Barragues. Tres poemas
![[Img #44610]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2019/5168_670-la-noche.jpg)
Inexactitud
Como si hubieras regresado a casa después de mucho tiempo
y tuvieras todas las llaves menos una: la que abre.
Como si tras responder durante horas las preguntas de un examen
te confundieras en lo elemental: escribir tu nombre.
Como si a pesar del esfuerzo en llegar a la cima
justo al coronarla se posara la niebla.
Como si dijeras la última palabra
y te mordieras después la lengua.
Así avanzo yo ahora:
no llego a lo que voy
no llevo lo que debía traer
no estoy donde debería estar en el instante en que debería ser.
En la inexactitud me persigo a mí misma.
Anatomía sin pasar por guerra
Mi cráneo es una copa sin esquirla rota por el borde.
Mi tronco una roca no cuarteada por el hielo.
Mi espalda una pátina sin mácula.
Mis piernas dos lanzas sin torcer.
No tengo cornada, grieta, cicatriz de machete.
No me han clavado la daga mortífera de Alejandro.
La espada de Damocles no me ha cercenado el cuello.
Ningún dardo me han asentado en la coronilla.
No he sido repasada con el filo de una gumía
marcada con una tea ardiente o rebanada por puñal.
No me han rapado la cabellera con cuchilla de barbero.
No está en mi brazo el tatuaje de Simbad, el punto de Buda,
el símbolo vikingo de la runa Inguz o del “Nuevo Comienzo”
ni me han tallado la estrella de David en el hueco poplíteo.
No llevo el pez de los cristianos en la frente,
ni la silueta que distingue al elegido, al esperado,
el hijo del hijo de la vaca primordial en el brazo.
Si han clavado alfileres en mi vudú, nada he notado.
Apenas cuento, en mi cartilla, con un esguince de tobillo
dos orificios en las orejas para colgar pendientes
y la marca de haber saltado una alambrada.
Gracias a la suerte,
a las Actas de Capitulación incondicional de Alemania
y a un ente en forma de viento fértil que estoy conforme en llamar Dios
estoy entera, de una pieza y en pie.
Pero mi alma es una torre de cáscaras de huevo.
Concierto para pájaros y orquesta
He de decir que no creo que, a estas alturas, ya nada.
He de decir que el viento me despeina.
He de decir todo lo que no está en siete días y doce meses.
Todo lo que no sucede en la posibilidad combinatoria
donde triunfa lo real. Reinar en ese reino.
-Pensaba aquel canario alegre, en su pequeña jaula
bien rematada en su cúpula de argolla por un lazo rosa.-
“Concierto para pájaros y orquesta” de Einojuhani Rautavaara
introducía el canto natural de las aves en la pieza musical
previamente registrado en cinta magnetofónica.
En el salón, yo encendía el reproductor con la música
y el canario coreaba a sus iguales hasta desgañitarse.
Yo no podía explicarle que los pájaros no eran reales.
¿Y qué importaba? ¿Hay derecho a interrumpir una fiesta?
Quería dignificar sus condiciones, en un acto de
respeto por la coexistencia. No sabía cómo pararle.
Le invitaba a darse un baño en verano, porque nada podía compararse
a la exaltación de aquel diminuto corazón de canario en el agua.
La bañera era una cajita para guardar mantequilla.
Tras una gran vacilación, entraba.
Batía sus alas como si fueran hélices, y luego se peinaba
las plumas durante horas, pasando el pico desde el principio
hasta el final de la última pluma caudal.
-¿Es importante recordar que había una jaula?
La existencia desbordaba por encima de sus circunstancias limitantes
pero la jaula todavía duele en el poema.-
Y su frente de pájaro permanecía mojada mucho rato, después del baño.
Si se secaba la cabeza, se la volvía a remojar.
El agua y el viento le aliviaban de no poder comprender.
Haber estado gritándole a otros pájaros, que de repente, no están.
No creo que, a estas alturas, ya no vendrán.
El viento me despeina.
Todo lo que no está en siete días y doce meses.
Inexactitud
Como si hubieras regresado a casa después de mucho tiempo
y tuvieras todas las llaves menos una: la que abre.
Como si tras responder durante horas las preguntas de un examen
te confundieras en lo elemental: escribir tu nombre.
Como si a pesar del esfuerzo en llegar a la cima
justo al coronarla se posara la niebla.
Como si dijeras la última palabra
y te mordieras después la lengua.
Así avanzo yo ahora:
no llego a lo que voy
no llevo lo que debía traer
no estoy donde debería estar en el instante en que debería ser.
En la inexactitud me persigo a mí misma.
Anatomía sin pasar por guerra
Mi cráneo es una copa sin esquirla rota por el borde.
Mi tronco una roca no cuarteada por el hielo.
Mi espalda una pátina sin mácula.
Mis piernas dos lanzas sin torcer.
No tengo cornada, grieta, cicatriz de machete.
No me han clavado la daga mortífera de Alejandro.
La espada de Damocles no me ha cercenado el cuello.
Ningún dardo me han asentado en la coronilla.
No he sido repasada con el filo de una gumía
marcada con una tea ardiente o rebanada por puñal.
No me han rapado la cabellera con cuchilla de barbero.
No está en mi brazo el tatuaje de Simbad, el punto de Buda,
el símbolo vikingo de la runa Inguz o del “Nuevo Comienzo”
ni me han tallado la estrella de David en el hueco poplíteo.
No llevo el pez de los cristianos en la frente,
ni la silueta que distingue al elegido, al esperado,
el hijo del hijo de la vaca primordial en el brazo.
Si han clavado alfileres en mi vudú, nada he notado.
Apenas cuento, en mi cartilla, con un esguince de tobillo
dos orificios en las orejas para colgar pendientes
y la marca de haber saltado una alambrada.
Gracias a la suerte,
a las Actas de Capitulación incondicional de Alemania
y a un ente en forma de viento fértil que estoy conforme en llamar Dios
estoy entera, de una pieza y en pie.
Pero mi alma es una torre de cáscaras de huevo.
Concierto para pájaros y orquesta
He de decir que no creo que, a estas alturas, ya nada.
He de decir que el viento me despeina.
He de decir todo lo que no está en siete días y doce meses.
Todo lo que no sucede en la posibilidad combinatoria
donde triunfa lo real. Reinar en ese reino.
-Pensaba aquel canario alegre, en su pequeña jaula
bien rematada en su cúpula de argolla por un lazo rosa.-
“Concierto para pájaros y orquesta” de Einojuhani Rautavaara
introducía el canto natural de las aves en la pieza musical
previamente registrado en cinta magnetofónica.
En el salón, yo encendía el reproductor con la música
y el canario coreaba a sus iguales hasta desgañitarse.
Yo no podía explicarle que los pájaros no eran reales.
¿Y qué importaba? ¿Hay derecho a interrumpir una fiesta?
Quería dignificar sus condiciones, en un acto de
respeto por la coexistencia. No sabía cómo pararle.
Le invitaba a darse un baño en verano, porque nada podía compararse
a la exaltación de aquel diminuto corazón de canario en el agua.
La bañera era una cajita para guardar mantequilla.
Tras una gran vacilación, entraba.
Batía sus alas como si fueran hélices, y luego se peinaba
las plumas durante horas, pasando el pico desde el principio
hasta el final de la última pluma caudal.
-¿Es importante recordar que había una jaula?
La existencia desbordaba por encima de sus circunstancias limitantes
pero la jaula todavía duele en el poema.-
Y su frente de pájaro permanecía mojada mucho rato, después del baño.
Si se secaba la cabeza, se la volvía a remojar.
El agua y el viento le aliviaban de no poder comprender.
Haber estado gritándole a otros pájaros, que de repente, no están.
No creo que, a estas alturas, ya no vendrán.
El viento me despeina.
Todo lo que no está en siete días y doce meses.