Abel Aparicio
Domingo, 21 de Julio de 2019

Tras los pasos de Ramón Carnicer

Hace ya varios años que un cabreirés de adopción, Gsus Bonilla, y una cabreiresa de sangre, Mónica, ambos de Pozos, me recomendaron la lectura del libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera”, escrito por Ramón Carnicer. Este invierno, por recomendación de un descendiente de Cunas, Samuel Castro, leí Antonio B. el Ruso”, de Ramiro Pinilla. Esas dos lecturas, más varias conversaciones con Iván Martínez Lobo, hijo de La Cuesta y uno de los mayores impulsores de la dignificación de la cultura de esta comarca, me empujaron a seguir los pasos de Ramón Carnicer.

 

En la estación de tren de Quereño, cincuenta y siete años después de que lo hiciera el escritor Villafranquino, Álvaro y yo seguimos los pasos de la persona que en plena dictadura denunció la situación de toda una comarca a través de un libro. Aquello hizo que la Diputación de León y el Obispado de Astorga vieran refleja su pésima gestión, algo que cabreó a dicho obispo, hasta el punto que intentó llevar a los tribunales, sin éxito, al escritor berciano. El viaje lo dividimos en dos días, haciendo noche en Encinéu. La ruta en bicicleta, de 141 km de distancia y un desnivel positivo de 3.903 metros, reflejó en nuestras piernas el abrupto terreno de esta comarca.

 

 

[Img #44740]

 

 

A menos de un kilómetro de distancia de Quereño y a 376 metros de altitud se sitúa A Ponte, primer pueblo de León llegando desde la vecina Galicia. Desde aquí, por una carretera que discurre paralela al río Cabreira, nos dirigimos a As Veigas, Castro, Pombriegu y Santalavilla, última localidad ésta a la que se llega subiendo una cuesta de gran desnivel. A la entrada, se puede observar a mano derecha como los ancestros aprovecharon los cortes de la tierra para construir sus casas en una especie de cuevas. En lo alto del pueblo, en un merendero, nos detuvimos a comer. El calor apretaba y era un buen momento para disfrutar de las vistas que nos regalaba esta localidad. En una de las casas observamos un dragón, que desafiante, descansaba en la chimenea. Álvaro y yo nos preguntamos si el único hijo de DaenerysTargaryen habría volado hasta Cabreira para residir en esta comarca hasta el fin de sus días.

 

 

[Img #44741][Img #44742]

 

 

Las tres de la tarde de un día de julio no es la mejor hora para subir las cuestas que llevan a Llamas. Por suerte, una fuente a modo de oasis a la salida del pueblo nos sirvió de avituallamiento y de lugar de descanso durante unos cuarenta y cinco minutos. Decir que en dicha fuente nace y muere una ruta para conocer los canales romanos que llevaban agua hasta las Médulas. Recuperados y continuando con la ascensión, llegamos a la ermita de La Virgen del Valle, uno de los lugares icónicos de la comarca.

 

 

[Img #44743][Img #44744]

 

 

Entre la ermita y Oudoyu, varios ascensos y descensos nos fueron enseñando como es la orografía de esta comarca. O subes o bajas, no hay llanos que de un respiro. En una de esas subidas vimos una explotación de pizarra abandonada, algo de lo que Álvaro y yo hablamos largo y tendido al día siguiente, concretamente en el Llagu de La Baña. Cuando llegamos a Oudoyu, ya sin agua y con las fuerzas diezmadas, una furgoneta con la inscripción Alfresco hizo que nos planteáramos la existencia de los milagros. El repartidor, un ponferradino que recorre cada día de la semana una comarca, a saber: Cabreira, Senabria, Maragatos, La Cepeda y El Bierciu, nos ofreció un refresco y tres nectarinas que nos supieron como el mejor de los manjares. Bebidos y comidos, continuamos la ruta hasta una de las capitales de municipio de la comarca, Castriellu. A pocos kilómetros pero mediante una fuerte subida se llega a Ñoceda. Las pedaladas nos llevaron a Saceda, donde una especie de mirador a los pies de la ermita del Cristo nos regala una bella estampa de este pueblo. Allí le recité a Álvaro el refrán propio de estos pueblos: Castrillo, Noceda, Saceda y Marrubio, cuatro lugares en los que Cristo no anduvo. Quizá por eso le dedicaron una ermita, para que se dignara a conocer esta parte de Cabreira. Desde aquí y después de nuevas subidas y bajadas, llegamos a Ñogare, donde un vecino nos ofreció una botella de agua bien fresca. Sobre el puente de piedra de Ñogare y bajo la atenta mirada de un perrocariñoso, le comenté a Álvaro que fue en este pueblo donde conocí a un cabreirés ilustre, Xepe Valle, autor del libro “Mitoloxía y simbolísmu de Cabreira”.

 

 

[Img #44745][Img #44746]

 

 

Una vez en marcha y ascendiendo el curso de río, llegamos hasta Robréu, pueblo que acoge unos palomares de estructura circular bien estudiados por Irma Basarte. El siguiente pueblo en el que paramos a descansar plácidamente en la terraza de su bar fue Quintaniella de Llousada, a medio kilómetro de Ambasaguas. En su terraza me hice una foto con la bandera de la Ponferradina que presidía el lugar. Fueron muchos los pueblos que adornaban sus calles con la bandera de este equipo que regresa de nuevo a la Segunda División del fútbol español. Desde Quintaniella de Llousada y de nuevo remontando el río, llegamos a Encinéu, donde hicimos final de etapa. Mientras esperábamos la cena, vimos como hacía su entrada el repartidor de Oudoyu, diciéndole al dueño del negocio: ¡Güelu, dale bien de cenar a estos rapaces! Así fue, una buena cena, paseo por el pueblo y a dormir, que las piernas lo necesitaban y al día siguiente tocaba más de lo mismo.

 

 

[Img #44747][Img #44748]

 

 

 

 

A las ocho y media estábamos de nuevo montados en las bicicletas. Bajamos una cuesta y subimos otra, para variar. En pocos kilómetros atravesamos LLousadiella y un poco más adelante, La Baña, capital mundial de la pizarra, o al menos ese título le otorgamos Álvaro y yo. Aquí se rodó parte de un documental Asina falamos, donde entre otros, un grupo de rapaces de este pueblo hablan en su lengua, el cabreirés, variante en esta comarca del asturllionés.

 

De La Baña y hasta el desvío al Llagu, tenemos una fuerte ascensión por carretera. A partir de aquí, entramos en una especie de paisaje lunar. Entiendo que la pizarra sea una fuente de ingresos para esta zona tan castigada durante demasiados años, pero si no se restaura, si no se repara la zona una vez explotada, si no se regenera, se volverá a repetir la historia en esta provincia, como ocurre con los cielos abiertos de Tremor de Arriba, Fabero o Santa Lucía de Gordón. Las empresas llegan, se enriquecen y se van, dejando en el camino una zona arrasada que solo les importa mientras produce beneficios. La población de Cabreira trabaja, gana su jornal y no está obligada a emigrar, pero si no le exigen a las empresas pizarreras respeto por su entorno, dentro de varios años, cuando ya no interesen las montañas de su pueblo para explotar sus recursos naturales, el resultado será el mismo que en varios países de América Latina o África.

 

El Llagu nos produjo una pequeña decepción. El primero estaba seco del todo y el segundo, el famoso, apenas tenía un cuarenta por ciento de su capacidad. Varios vecinos de la zona le echan la culpa a las pizarreras, que destrozan todos los acuíferos y no miden el alcance de las explotaciones. Esto debe ser un tema a tratar a nivel estatal antes de que sea demasiado tarde.

 

 

[Img #44749][Img #44750][Img #44751]

[Img #44752]

 

 

Desde el Llagu, vuelta sobre nuestros pasos y a subir Las Gobernadas, puerto que con sus 1.440 metros separa La Baña de Silván. En Silván preguntamos si tenían bar y nos dijeron que el siguiente estaba en Sigüeya, pueblo al que llegamos previo paso por Llomba. En el bar de Sigüeya, donde nos detuvimos casi una hora, tuvimos ocasión de hablar con sus parroquianos, observando que ese bar se había convertido en el punto de encuentro de los habitantes de varios pueblos. Algún día se debería estudiar la labor social de los bares en las zonas con una densidad de población muy baja.

 

Ya en ruta, ascendimos a Piedrafita, último puerto de este recorrido emprendido por Carnicer, eso sí, sin un solo cartel que lo señalizara. Creo que la cultura y el turismo deben ser parte importante de la economía de una zona.

 

Desde Piedrafita bajamos por una fuerte pendiente hasta Benuza, otra cabecera de municipio. De Benuza a Robledo hay una bajada hasta el río y su consiguiente ascensión. De Robledo a Castro el terreno depara una fuerte bajada y desde aquí, cerrando el círculo, de nuevo A Ponte y Quereño, donde dimos por finalizado este viaje de dos días por Cabreira.

 

En el bar de Quereño hablamos sobre lo vivido, una comarca muy despoblada, con una gran cantidad de recursos naturales que deben ser explotados con criterio. En este punto le comenté a Álvaro que siempre comparo Cabreira con una de las comarcas leonesas más sureñas, me refiero a La Alberca, en Salamanca. Allí saben sacarle rendimiento a sus recursos, su idiosincrasia, su paisaje y su paisanaje. Estoy convencido de que el Instituto de Estudios Cabreireses, con apoyo, llevará a cabo parte de esa labor.

 

Antes de marchar, brindamos por Ramón Carnicer. Él nos abrió el camino, nosotros solo seguimos sus huellas.

 

[Img #44755]

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.