Tres poemas: Luis Artigue / Fotografía: Gonzalo Hervás
![[Img #45022]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2019/1851_670-gonzalohervas-como-tu-quieras-vuelve.jpg)
EL JAZZ ESTRIDENTE COMO SIGNIFICANTE POLÍTICO Y COMO METÁFORA DE LUCHA CONTRA LA PÉRDIDA DE SOBERANÍA SOMÁTICA
Sembrando algo en la memoria, que es el centro de mi ser,
su cuerpo sentado para siempre
me recuerda a una fábrica ya abandonada
por cuyos cristales que rompí de niño
se escapa aún ahora una historia oscura, virulenta, gótica,
la voz enunciativa del dolor sin drama.
Pero está lo que late, la personalidad, la dignidad, la clase,
el don integrador de la aceptación
(que, como la rebeldía,
opera en el dominio de la producción política),
la amistad con protocolos de expresión emocional,
esa espuma impropia de la conversación cómplice
robada dulcemente a los vasos de cerveza
y la sonrisa (casi paradoja del ciclo de la vida)
en el rostro con firma de alguien irrepetible
que sabe aunque olvida
que nada hay más cruento que la noria de la suerte…
Sí, he conocido a héroes;
gente confinada en sillas de ruedas
avanzando por la vieja carretera comarcal
que conduce a uno mismo
extenuados y brillando tras resumir el día
en su épica lucha por la normalidad:
aprender a vivir de otra manera
sin esos nudos mentales que cuesta desatar
es como una oscuridad
teñida hermosamente
de rojo por el fuego.
Eso, audacia con brújula,
héroes rodando
igual que ovillos de lana;
gente entronizada que me grita en sueños
que el presente es hoy, y que en lo ordinario
está la felicidad, que todo se rompe, que todo se lucha,
que algunos instantes valen la existencia
porque lo infinito brilla en cada instante.
Héroes con aura de luz de neón
semejantes a una sonoridad armónicamente disidente
en la que lo perfecto se desdibuja, y cuyo ejemplo
recarga mi aprecio por la vida. Avisos. Consignas.
Revisión de lo humano… ¡La fuerza de lo lírico!
Héroes confirmando
que existe una quietud llena de ritmo.
LA POESÍA NO ES UNA TÉCNICA DE PRODUCIÓN DE SUSTANCIA EMOCIONAL SINO GASOLINA DE AVENTURA Y LADRILLOS CON LOS QUE HACER BARRICADAS DE SENTIDO
En Oporto
existe un promontorio
desde el que abarcar el mundo
cuando la emoción demanda
nuestra comparecencia.
Hay un lugar
parecido al instante
en el que dije a la poesía
me casaré contigo.
Y un día renové el ámbito
de mi percepción allí, entre la vida
más allá del distrito
de las casas nuevas,
las tiendas de pianos relucientes,
los cafés, las bodegas
y aquel puente nervioso
y exacto de Gustave Eiffel.
Por los siglos
de los siglos y los sueños
me casaré contigo,
palabra ingrávida,
mujer morena, eco
de toda dignidad
preestablecida.
Contigo en la salud,
la enfermedad,
el beso obrero en armas
frente al determinismo social,
pero anexo al vino dulce.
Cuidad mirando al río.
Desde el andén fluvial
y casi como un modo
de repensar lo irracional
me embargó la tristeza
de mi primer poema
en Oporto.
Un nudo de autopista
en el cuello
y sol diluíble en gris.
Extiende la mirada
sobre el lecho nupcial
del horizonte amante.
Contigo, corazón
de manzana;
palabra abierta
a lo múltiple.
Sí, intercambiemos
huellas dactilares
en la hoguera
de la noche
de nuestro desposorio.
Oporto.
Luz de Elena:
la radiografía
del alba.
Partituras de fados
dentro de una maleta
y el viento
lento. El viento.
El primer beso en el centro
de la mujer de nadie.
Este poema
escrito con letra de borracho
en el reverso de un mapa
para saber de dónde vengo
además
de saber ir.
Al infinito
nos llevan de la mano
la mirada, la ciudad,
y este poema
con el que nos atrevemos a casarnos
mediante ese sagrado para siempre
de la página impresa…
Por el poder
que me confiere
la naturaleza
yo os declaro unidos
como dos siameses
con las almas adheridas.
CANCIÓN DE CUNA PARA ADULTOS AL LÍMITE
A mi hermano César.
Voy a dejarte escrito este poema
antes de que se enfríe; que te enfríes.
Hace viento (dentro de mí, no dentro
de este recinto blanco como un escalofrío
pero a su vez exento de la sobredosis
de imágenes no efectistas que caracterizan el film
de la vida diaria), y a estas horas ya todo
bien parece una plegaria desesperada y limítrofe
frente al estupor y el enigma devenidos del sueño
no elegido, pero, ¿qué podemos perder?
Mamá ha llorado a mares (ya sé que el llanto es su acto
de emancipación emocional y hasta cognitiva,
pero a mí me conmueve y me remueve)
aunque tal vez podamos recoger lo derramado
cuando vuelvas. Sí, tal vez.
Hoy le he hablado de ti a una loca niña jazz
de pelo equivocado y desaliño bachiller
a la que yo amo un cuarenta y dos por ciento más
que su novio: le he dicho algunas cosas
iconoclastas o reactivadoras recién salidas todas
de mi conciencia herida puesta en juego,
pero las prácticas de resistencia verbal a la normalización
como discurso organizador de la rabia social
no están de moda… Venga, vuelve
que es demasiado pronto.
Da otro sorbo
de aire como quien pide otra copa:
gin con labios cremosos
y no hace falta hielo; ya me entiendes.
Sé que insiste el infierno
pero no estarás sólo.
¿Sabes? Te escribo raudo
en esta habitación color memoria
que tú mismo pintaste hace algún tiempo.
Ahora miro mis manos
y me río de los libros.
En otro tiempo yo como naturalizando el delirio
te leía historias fantásticas
sobre buques fantasma o amores mitológicos
que parecían conformar de modo único
nuestro bagaje autodocumental,
pero hoy de qué te sirve el sudor de la tinta
en la cárcel del sueño.
El médico nos habla de tiempos de gangrena
y el paro me da igual desde que no respiras.
Hace varias semanas crujientes que ese lecho
te sabe de memoria. ¡Yo protesto!
La rebeldía no cura pero ahora
qué podemos perder.
Papá dice que voy muy poco a verte
pero ese box de urgencias huele igual que La Antártida
y desde ahí yo miro al mar
con empatía.
Aún soy mayor que tú
y conozco los nombres
de todas tus heridas
(al pegar mi oído en tierra
mido tus taquicardias).
Vuelve, que el dolor no habla,
y si no estás de acuerdo
vuelve y lo discutimos.
Ven sonámbulo,
gritándole a la vida
hasta quedarte ciego, desprendido,
con marcas de ataduras en la mente
de tanto estar gastado de vagar.
Vuelve sin equipaje o rumbo. En tren. A nado.
Guiado por sirenas y el goteo del suero. Deslizándote...
¡Como tú quieras vuelve!
Guardo para ese instante algunas lunas llenas
dentro de tu petaca de plata, y un abrazo
ansioso y de juguete; de mentira.
Lo escribió Jeannete Winterson: “te quiero
siempre es una cita”.
Por no hacerle reproches a esta casa de nieve
ahora que los letreros de la noche están locos
voy a dejarte escrito este poema
en tu almohada materna
antes de que te enfríes;
que se enfríe.
EL JAZZ ESTRIDENTE COMO SIGNIFICANTE POLÍTICO Y COMO METÁFORA DE LUCHA CONTRA LA PÉRDIDA DE SOBERANÍA SOMÁTICA
Sembrando algo en la memoria, que es el centro de mi ser,
su cuerpo sentado para siempre
me recuerda a una fábrica ya abandonada
por cuyos cristales que rompí de niño
se escapa aún ahora una historia oscura, virulenta, gótica,
la voz enunciativa del dolor sin drama.
Pero está lo que late, la personalidad, la dignidad, la clase,
el don integrador de la aceptación
(que, como la rebeldía,
opera en el dominio de la producción política),
la amistad con protocolos de expresión emocional,
esa espuma impropia de la conversación cómplice
robada dulcemente a los vasos de cerveza
y la sonrisa (casi paradoja del ciclo de la vida)
en el rostro con firma de alguien irrepetible
que sabe aunque olvida
que nada hay más cruento que la noria de la suerte…
Sí, he conocido a héroes;
gente confinada en sillas de ruedas
avanzando por la vieja carretera comarcal
que conduce a uno mismo
extenuados y brillando tras resumir el día
en su épica lucha por la normalidad:
aprender a vivir de otra manera
sin esos nudos mentales que cuesta desatar
es como una oscuridad
teñida hermosamente
de rojo por el fuego.
Eso, audacia con brújula,
héroes rodando
igual que ovillos de lana;
gente entronizada que me grita en sueños
que el presente es hoy, y que en lo ordinario
está la felicidad, que todo se rompe, que todo se lucha,
que algunos instantes valen la existencia
porque lo infinito brilla en cada instante.
Héroes con aura de luz de neón
semejantes a una sonoridad armónicamente disidente
en la que lo perfecto se desdibuja, y cuyo ejemplo
recarga mi aprecio por la vida. Avisos. Consignas.
Revisión de lo humano… ¡La fuerza de lo lírico!
Héroes confirmando
que existe una quietud llena de ritmo.
LA POESÍA NO ES UNA TÉCNICA DE PRODUCIÓN DE SUSTANCIA EMOCIONAL SINO GASOLINA DE AVENTURA Y LADRILLOS CON LOS QUE HACER BARRICADAS DE SENTIDO
En Oporto
existe un promontorio
desde el que abarcar el mundo
cuando la emoción demanda
nuestra comparecencia.
Hay un lugar
parecido al instante
en el que dije a la poesía
me casaré contigo.
Y un día renové el ámbito
de mi percepción allí, entre la vida
más allá del distrito
de las casas nuevas,
las tiendas de pianos relucientes,
los cafés, las bodegas
y aquel puente nervioso
y exacto de Gustave Eiffel.
Por los siglos
de los siglos y los sueños
me casaré contigo,
palabra ingrávida,
mujer morena, eco
de toda dignidad
preestablecida.
Contigo en la salud,
la enfermedad,
el beso obrero en armas
frente al determinismo social,
pero anexo al vino dulce.
Cuidad mirando al río.
Desde el andén fluvial
y casi como un modo
de repensar lo irracional
me embargó la tristeza
de mi primer poema
en Oporto.
Un nudo de autopista
en el cuello
y sol diluíble en gris.
Extiende la mirada
sobre el lecho nupcial
del horizonte amante.
Contigo, corazón
de manzana;
palabra abierta
a lo múltiple.
Sí, intercambiemos
huellas dactilares
en la hoguera
de la noche
de nuestro desposorio.
Oporto.
Luz de Elena:
la radiografía
del alba.
Partituras de fados
dentro de una maleta
y el viento
lento. El viento.
El primer beso en el centro
de la mujer de nadie.
Este poema
escrito con letra de borracho
en el reverso de un mapa
para saber de dónde vengo
además
de saber ir.
Al infinito
nos llevan de la mano
la mirada, la ciudad,
y este poema
con el que nos atrevemos a casarnos
mediante ese sagrado para siempre
de la página impresa…
Por el poder
que me confiere
la naturaleza
yo os declaro unidos
como dos siameses
con las almas adheridas.
CANCIÓN DE CUNA PARA ADULTOS AL LÍMITE
A mi hermano César.
Voy a dejarte escrito este poema
antes de que se enfríe; que te enfríes.
Hace viento (dentro de mí, no dentro
de este recinto blanco como un escalofrío
pero a su vez exento de la sobredosis
de imágenes no efectistas que caracterizan el film
de la vida diaria), y a estas horas ya todo
bien parece una plegaria desesperada y limítrofe
frente al estupor y el enigma devenidos del sueño
no elegido, pero, ¿qué podemos perder?
Mamá ha llorado a mares (ya sé que el llanto es su acto
de emancipación emocional y hasta cognitiva,
pero a mí me conmueve y me remueve)
aunque tal vez podamos recoger lo derramado
cuando vuelvas. Sí, tal vez.
Hoy le he hablado de ti a una loca niña jazz
de pelo equivocado y desaliño bachiller
a la que yo amo un cuarenta y dos por ciento más
que su novio: le he dicho algunas cosas
iconoclastas o reactivadoras recién salidas todas
de mi conciencia herida puesta en juego,
pero las prácticas de resistencia verbal a la normalización
como discurso organizador de la rabia social
no están de moda… Venga, vuelve
que es demasiado pronto.
Da otro sorbo
de aire como quien pide otra copa:
gin con labios cremosos
y no hace falta hielo; ya me entiendes.
Sé que insiste el infierno
pero no estarás sólo.
¿Sabes? Te escribo raudo
en esta habitación color memoria
que tú mismo pintaste hace algún tiempo.
Ahora miro mis manos
y me río de los libros.
En otro tiempo yo como naturalizando el delirio
te leía historias fantásticas
sobre buques fantasma o amores mitológicos
que parecían conformar de modo único
nuestro bagaje autodocumental,
pero hoy de qué te sirve el sudor de la tinta
en la cárcel del sueño.
El médico nos habla de tiempos de gangrena
y el paro me da igual desde que no respiras.
Hace varias semanas crujientes que ese lecho
te sabe de memoria. ¡Yo protesto!
La rebeldía no cura pero ahora
qué podemos perder.
Papá dice que voy muy poco a verte
pero ese box de urgencias huele igual que La Antártida
y desde ahí yo miro al mar
con empatía.
Aún soy mayor que tú
y conozco los nombres
de todas tus heridas
(al pegar mi oído en tierra
mido tus taquicardias).
Vuelve, que el dolor no habla,
y si no estás de acuerdo
vuelve y lo discutimos.
Ven sonámbulo,
gritándole a la vida
hasta quedarte ciego, desprendido,
con marcas de ataduras en la mente
de tanto estar gastado de vagar.
Vuelve sin equipaje o rumbo. En tren. A nado.
Guiado por sirenas y el goteo del suero. Deslizándote...
¡Como tú quieras vuelve!
Guardo para ese instante algunas lunas llenas
dentro de tu petaca de plata, y un abrazo
ansioso y de juguete; de mentira.
Lo escribió Jeannete Winterson: “te quiero
siempre es una cita”.
Por no hacerle reproches a esta casa de nieve
ahora que los letreros de la noche están locos
voy a dejarte escrito este poema
en tu almohada materna
antes de que te enfríes;
que se enfríe.