Naderías
![[Img #45167]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2019/6770_25-nov-2017-001.jpg)
Empezar un texto disculpándose por no saber puede parecer falsa modestia más que resignación sincera. Pero aquellos que no me leen por primera vez saben que me privo fácilmente de dar síntomas constantes de genialidad, como ya dijera Savater en aquel imprescindible prólogo de su autobiografía razonada.
Y me excuso porque no sé si soy de los unos o de los otros. Entendiendo por derecha los unos e izquierda a los otros. Me va situando la gente en un lado o en otro según con quien esté. No sólo es culpa de ellos, faltaría más, ya que mis argumentos van en una o en otra dirección dependiendo con quien hable. Esto se traduce, por ejemplo, en que mi familia me tiene por un ser despiadado de derechas y mis amigos por un socialdemócrata o liberal blandito. Liberal blandito me gusta y es más elegante que esa ocurrencia de derechita cobarde, etiqueta fácil que el que la alumbró tampoco es que estuviera poseído por un arrebato incontrolable de ingenio.
Ciertamente también me molesta el encasillamiento en partidos políticos. Ese “es que siempre opinas sobre x”. Me identifico cien veces más con algunos columnistas que con cualquier partido político. Y además mis favoritismos van cambiando. Por lo menos el grado de adhesión. Aunque los buenos siempre se mantienen: Arcadi Espada, Rafa Latorre, Manuel Jabois, Jorge Bustos, Juan Claudio de Ramón, Rosa Belmonte, José Antonio Montano. Me faltan más por supuesto, pero hay que abreviar. De entre esos columnistas muchos me afearán que hay poco zurdo. Mentira. Además, lo que más resalto de ellos es su prosa y sus ocurrencias y su tino para explicar sucesos que se dicen históricos pero que vistos con perspectiva son la misma mierda de siempre.
Para hacer estas distinciones primero que me digan qué entendemos por izquierda o derecha y ahí ya mojémonos. Tirémonos a la piscina, en pelotas si hace falta. Si ser de izquierdas es defender una educación pública, una sanidad pública, el matrimonio homosexual, yo seré de izquierdas. Si ser de derechas es defender la Constitución del 78 y estar en contra del nacionalismo, yo seré de derechas.
Pero, ¿saben el problema? Ser de izquierdas o de derechas no es eso. Y como creo que lo que debería de defender la derecha no me gustaría o me gustaría menos, me pongo a analizar lo que debería de defender la izquierda. Si fuera izquierda y si fuera progresista. Dos etiquetas manoseadas y que se arrogan personas como Otegi y como Rufián. O como Pablo Iglesias, o como Pedro Sánchez. Es que, si ellos son de izquierdas y progresistas, yo no lo soy.
Atinemos un poco más. Qué entiendo yo por izquierda; pues la igualdad absoluta de oportunidades con una justa redistribución de la riqueza. Acabar con la pobreza, no con los ricos. Y ojo, defendiendo al individuo, no a colectivos. No hay causa más justa que la igualdad de derechos entre un hombre y una mujer. ¿Dónde creo yo que debería estar la izquierda? Solucionando el problema que existe cuando la mujer decide ser madre. Ahí es donde más se agudiza la desigualdad. ¿Y dónde está? Primero, llamando terrorismo machista a lo que no es terrorismo. Si lo fuera ese hombre machista mataría indiscriminadamente y no sólo a su mujer. Porque no matan mujeres por el hecho de ser mujeres sino por ser la suya. No me malinterpreten, por favor. Defiendo absolutamente la igualdad entre hombres y mujeres. Como cualquiera con un mínimo de amor propio.
En cambio, para mí la derecha siempre ha sido la defensora de las tradiciones, la que tiene un fuerte sentimiento nacional e incluso nacionalista, la idea de patria por bandera y la defensa del Estado-nación exaltándolo de tal forma que intenta inculcarlo a todos los ciudadanos. Cabrían miles de matices y serían todos ellos seguramente válidos y admisibles, pero lo fundamental es eso. Y digo eso, porque no sé si he dicho lo que quería haber dicho y de la forma en qué lo he dicho.
Creo que la Constitución del 78 es lo mejor que tenemos y ahí están los cuarenta años de vigencia para demostrarlo. Pero hay que defenderla y reivindicarla. Quienes pensaban que esos consensos sólo se podían romper por un lado, el izquierdo, ahí está Vox para hacer ver que no. Me parece que fue Montano el que dio la mejor definición de lo que es Vox: Podemos a caballo. Es muy fino, así que piensen. Ambos partidos tienen muchas diferencias, pero les une la más fuerte de todas; se excitan por el más excluyente y decadente de los gregarismos: el del nacionalismo. Si no lo ven en uno de los dos casos es porque el español les parece mejor que el gallego, el vasco, el catalán…o viceversa.
Me ha quedado largo esto y espero que, de nuevo, me disculpen. Cuanto mayor es un texto menor precisión hay en él. Pero es que, y termino, otra vez con Savater, en el fondo de mi fondo no hay fondo: está el escepticismo.
Empezar un texto disculpándose por no saber puede parecer falsa modestia más que resignación sincera. Pero aquellos que no me leen por primera vez saben que me privo fácilmente de dar síntomas constantes de genialidad, como ya dijera Savater en aquel imprescindible prólogo de su autobiografía razonada.
Y me excuso porque no sé si soy de los unos o de los otros. Entendiendo por derecha los unos e izquierda a los otros. Me va situando la gente en un lado o en otro según con quien esté. No sólo es culpa de ellos, faltaría más, ya que mis argumentos van en una o en otra dirección dependiendo con quien hable. Esto se traduce, por ejemplo, en que mi familia me tiene por un ser despiadado de derechas y mis amigos por un socialdemócrata o liberal blandito. Liberal blandito me gusta y es más elegante que esa ocurrencia de derechita cobarde, etiqueta fácil que el que la alumbró tampoco es que estuviera poseído por un arrebato incontrolable de ingenio.
Ciertamente también me molesta el encasillamiento en partidos políticos. Ese “es que siempre opinas sobre x”. Me identifico cien veces más con algunos columnistas que con cualquier partido político. Y además mis favoritismos van cambiando. Por lo menos el grado de adhesión. Aunque los buenos siempre se mantienen: Arcadi Espada, Rafa Latorre, Manuel Jabois, Jorge Bustos, Juan Claudio de Ramón, Rosa Belmonte, José Antonio Montano. Me faltan más por supuesto, pero hay que abreviar. De entre esos columnistas muchos me afearán que hay poco zurdo. Mentira. Además, lo que más resalto de ellos es su prosa y sus ocurrencias y su tino para explicar sucesos que se dicen históricos pero que vistos con perspectiva son la misma mierda de siempre.
Para hacer estas distinciones primero que me digan qué entendemos por izquierda o derecha y ahí ya mojémonos. Tirémonos a la piscina, en pelotas si hace falta. Si ser de izquierdas es defender una educación pública, una sanidad pública, el matrimonio homosexual, yo seré de izquierdas. Si ser de derechas es defender la Constitución del 78 y estar en contra del nacionalismo, yo seré de derechas.
Pero, ¿saben el problema? Ser de izquierdas o de derechas no es eso. Y como creo que lo que debería de defender la derecha no me gustaría o me gustaría menos, me pongo a analizar lo que debería de defender la izquierda. Si fuera izquierda y si fuera progresista. Dos etiquetas manoseadas y que se arrogan personas como Otegi y como Rufián. O como Pablo Iglesias, o como Pedro Sánchez. Es que, si ellos son de izquierdas y progresistas, yo no lo soy.
Atinemos un poco más. Qué entiendo yo por izquierda; pues la igualdad absoluta de oportunidades con una justa redistribución de la riqueza. Acabar con la pobreza, no con los ricos. Y ojo, defendiendo al individuo, no a colectivos. No hay causa más justa que la igualdad de derechos entre un hombre y una mujer. ¿Dónde creo yo que debería estar la izquierda? Solucionando el problema que existe cuando la mujer decide ser madre. Ahí es donde más se agudiza la desigualdad. ¿Y dónde está? Primero, llamando terrorismo machista a lo que no es terrorismo. Si lo fuera ese hombre machista mataría indiscriminadamente y no sólo a su mujer. Porque no matan mujeres por el hecho de ser mujeres sino por ser la suya. No me malinterpreten, por favor. Defiendo absolutamente la igualdad entre hombres y mujeres. Como cualquiera con un mínimo de amor propio.
En cambio, para mí la derecha siempre ha sido la defensora de las tradiciones, la que tiene un fuerte sentimiento nacional e incluso nacionalista, la idea de patria por bandera y la defensa del Estado-nación exaltándolo de tal forma que intenta inculcarlo a todos los ciudadanos. Cabrían miles de matices y serían todos ellos seguramente válidos y admisibles, pero lo fundamental es eso. Y digo eso, porque no sé si he dicho lo que quería haber dicho y de la forma en qué lo he dicho.
Creo que la Constitución del 78 es lo mejor que tenemos y ahí están los cuarenta años de vigencia para demostrarlo. Pero hay que defenderla y reivindicarla. Quienes pensaban que esos consensos sólo se podían romper por un lado, el izquierdo, ahí está Vox para hacer ver que no. Me parece que fue Montano el que dio la mejor definición de lo que es Vox: Podemos a caballo. Es muy fino, así que piensen. Ambos partidos tienen muchas diferencias, pero les une la más fuerte de todas; se excitan por el más excluyente y decadente de los gregarismos: el del nacionalismo. Si no lo ven en uno de los dos casos es porque el español les parece mejor que el gallego, el vasco, el catalán…o viceversa.
Me ha quedado largo esto y espero que, de nuevo, me disculpen. Cuanto mayor es un texto menor precisión hay en él. Pero es que, y termino, otra vez con Savater, en el fondo de mi fondo no hay fondo: está el escepticismo.