Texto: Víctor M. Díez. Foto: J.R. Vega
Domingo, 04 de Agosto de 2019

Tres poemas: Víctor M. Díez / Fotografía: J.R. Vega

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A mi hija escarbando con los dedos

en la tierra del patio encontré a mi hija

escarbando con los dedos en la tierra

como un eco entre el falso jazmín

y el rosal medio muerto.

                                          Tiré de ella

recién nacida como de una extraña palabra

la saqué de la tierra a mi hija hecha saliva

y la puse a secar entre cuatro cuerdas.

Ella sola se prendió al mundo

como un dibujo sonoro

de piedrecitas botones y caldo.

 

 

Ser, somos solo un manojo de miedos.

Familia ataviada de mazorcas. Antiguos

de una estirpe ronca, buscando

la canción de vuelta.

Abrimos ojos con puñales en el cartón

de la noche; casi no deja respirar

esta careta azul oscuro.

El rebaño de las cosas íntimas

nos sigue como un clima

solo nuestro. Nada sabemos

de tiempo.

 

Idos

En los que hablan solos

hay un nido de pan duro.

Ese decir, percutiendo contra la pared vacía.

Los otros, acarreamos al pasar

palabras recién hechas y rozamos

a un ser solo,

al que sobrevuelan cometas invisibles.

Murmurantes como fuentes, los idos

desembocan, abren sus gestos

ante la corriente de los escaparates.

En los que hablan solos

vamos todos, esperando soltar nuestra

frase. Somos su olvido,

la mera periferia de su melopea

con forma de enjambre.

 

 

 

 

 

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