Daniel Franco
Domingo, 11 de Agosto de 2013
La gran comedia mafiosa
Con la fiebre estival decorando nuestra frente, y oyendo el silbido del choque de hielos en el café de cada mañana, los periódicos no nos cuentan nada que no nos hayan contado durante el primer semestre del año. Estos dos meses, con sus 34, 35 o 36 grados, son bastante tediosos en materia de información y lo único que hacen es dispararnos balas que ya habían sido disparadas, envenenarnos con el mismo veneno ya empleado y cabrearnos en forma de enfado heredado del existente en los meses invernales.
Desde el inicio de la crisis, los escándalos de corrupción (bueno, presunta corrupción: ¡hay que ser serios!) recorren los medios de información. Desde la Casa Real hasta La Moncloa, desde la Comunidad Valenciana hasta Galicia, desde los ERE hasta Gürtel… Llegará un momento en que los turistas, cansados de tanta historia y monumento, decidan hacer un tour por los rincones del despropósito español. ¿Estáis preparados?, dirá el guía. Lunes: Aeropuertos que nadie sabe para que se construyeron. Martes: Las playas de ladrillo como negocio a no exportar. Miércoles: Visita a las puertas de los juzgados para ver entrar a los imputados. Jueves: Conferencia sobre la historia de la corrupción en España con la intervención, mediante videoconferencia carcelaria, de Luis Bárcenas. Viernes: Visita al Salón de la Fama del Político Corrupto, financiado, como no, con dinero negro. De regalo: una botella de pacharán, un par de puros y un bote de gomina.
España, queriendo volver a esa época en la que el desierto de Almería era digno de las pisadas de un vaquero llamado Clint Eastwood, se está convirtiendo en un gran plató de ficción. Una ficción íntimamente real que devora, como si de un montón de termitas se tratase, las vigas de madera de una adolescente democracia. Hay serias dudas sobre el género que se está formando. Elementos mafiosos, está claro, hay un buen puñado de ellos. La comedia, también está presente. Un comedia rancia y pasada de moda como la que aparece, media docena de veces al año (siendo benévolo), en la verdadera ficción nacional. La realidad vuelve a ganar el combate a la ficción. En treinta segundos vence por KO.
Parece bastante difícil imaginarse a Bárcenas, o alguno de esos tipos de la Gürtel, como invitados a la boda de la hija de Vito Corleone, cenando en el Nuevo Vesubio acompañados de Tony Soprano o intentando hacerse un hueco en el mundillo del crimen recorriendo los pasillos de Uno de los nuestros. Estos tipos, españoles de pura cepa, como les gusta denominarse, solo recuerdan en el aspecto físico a los protagonistas de las películas de gansters. Tipos elegantes y engominados que caminaban por las calles de sus ciudades como si el suelo por el que transcurrían estuviese unos centímetros por encima del que pisaban el resto de los ciudadanos. Lo siento, Bárcenas, si un día intentas apuntarme con una pistola en la sien…que no te moleste que me ría.
Estos mafiosillos ibéricos están más cerca de ser secundarios en Torrente. Tampoco en este caso tenemos una buena comedia tipo Annie Hall o El apartamento. Defensores de patrias y profetas de la Marca España que, al mismo tiempo, delinquen cutremente hasta que son pillados, para después, el circo se expande, convertirse en estrellas matinales o nocturnas de los buitres televisivos.
Todos los elementos están puestos sobre la mesa. Los actores son reales y no son actores. Las cámaras escupen imágenes en blanco y negro. Los guiones podían haber sido escritos en la época de La Restauración o en la dictadura de un tal Franco. El público está dividido. Un bando indignado abandonó las palomitas hace tiempo y lee la prensa con el cuchillo entre los dientes. En el lado contrario, y no son pocos, están los que desearían parecerse a dichos protagonistas engominados y que, en el caso de poder hacerlo, esperan volver a votar por ellos. Ya está en marcha. Sí. Ya está en macha La gran comedia mafiosa española.
No hay duda. La corrupción, desgraciadamente, mantiene viva la llama informativa en el verano. La gran comedia mafiosa que se está rodando en España es la gran infamia nacional. Para poder despedir, es decir, para poder patear a la crisis económica, es necesario tomar conciencia de la crisis institucional que, como una gran nube negra, reposa sobre los chiringuitos de playa. La clase política, teniendo una elevada responsabilidad en tal fin, parece minusvalorar o, directamente, ignorar los efectos negativos que tiene esta realidad sobre la imagen de un país que, económicamente, es un desierto lleno de cadáveres. Todo no se arregla con un “me equivoqué y no volverá a suceder”. Las dimisiones, aunque sean animales mitológicos, deben producirse: las decisiones siempre tienen un responsable.
Con la fiebre estival decorando nuestra frente, y oyendo el silbido del choque de hielos en el café de cada mañana, los periódicos no nos cuentan nada que no nos hayan contado durante el primer semestre del año. Estos dos meses, con sus 34, 35 o 36 grados, son bastante tediosos en materia de información y lo único que hacen es dispararnos balas que ya habían sido disparadas, envenenarnos con el mismo veneno ya empleado y cabrearnos en forma de enfado heredado del existente en los meses invernales.
Desde el inicio de la crisis, los escándalos de corrupción (bueno, presunta corrupción: ¡hay que ser serios!) recorren los medios de información. Desde la Casa Real hasta La Moncloa, desde la Comunidad Valenciana hasta Galicia, desde los ERE hasta Gürtel… Llegará un momento en que los turistas, cansados de tanta historia y monumento, decidan hacer un tour por los rincones del despropósito español. ¿Estáis preparados?, dirá el guía. Lunes: Aeropuertos que nadie sabe para que se construyeron. Martes: Las playas de ladrillo como negocio a no exportar. Miércoles: Visita a las puertas de los juzgados para ver entrar a los imputados. Jueves: Conferencia sobre la historia de la corrupción en España con la intervención, mediante videoconferencia carcelaria, de Luis Bárcenas. Viernes: Visita al Salón de la Fama del Político Corrupto, financiado, como no, con dinero negro. De regalo: una botella de pacharán, un par de puros y un bote de gomina.
![[Img #4822]](upload/img/periodico/img_4822.jpg)
España, queriendo volver a esa época en la que el desierto de Almería era digno de las pisadas de un vaquero llamado Clint Eastwood, se está convirtiendo en un gran plató de ficción. Una ficción íntimamente real que devora, como si de un montón de termitas se tratase, las vigas de madera de una adolescente democracia. Hay serias dudas sobre el género que se está formando. Elementos mafiosos, está claro, hay un buen puñado de ellos. La comedia, también está presente. Un comedia rancia y pasada de moda como la que aparece, media docena de veces al año (siendo benévolo), en la verdadera ficción nacional. La realidad vuelve a ganar el combate a la ficción. En treinta segundos vence por KO.
Parece bastante difícil imaginarse a Bárcenas, o alguno de esos tipos de la Gürtel, como invitados a la boda de la hija de Vito Corleone, cenando en el Nuevo Vesubio acompañados de Tony Soprano o intentando hacerse un hueco en el mundillo del crimen recorriendo los pasillos de Uno de los nuestros. Estos tipos, españoles de pura cepa, como les gusta denominarse, solo recuerdan en el aspecto físico a los protagonistas de las películas de gansters. Tipos elegantes y engominados que caminaban por las calles de sus ciudades como si el suelo por el que transcurrían estuviese unos centímetros por encima del que pisaban el resto de los ciudadanos. Lo siento, Bárcenas, si un día intentas apuntarme con una pistola en la sien…que no te moleste que me ría.
Estos mafiosillos ibéricos están más cerca de ser secundarios en Torrente. Tampoco en este caso tenemos una buena comedia tipo Annie Hall o El apartamento. Defensores de patrias y profetas de la Marca España que, al mismo tiempo, delinquen cutremente hasta que son pillados, para después, el circo se expande, convertirse en estrellas matinales o nocturnas de los buitres televisivos.
Todos los elementos están puestos sobre la mesa. Los actores son reales y no son actores. Las cámaras escupen imágenes en blanco y negro. Los guiones podían haber sido escritos en la época de La Restauración o en la dictadura de un tal Franco. El público está dividido. Un bando indignado abandonó las palomitas hace tiempo y lee la prensa con el cuchillo entre los dientes. En el lado contrario, y no son pocos, están los que desearían parecerse a dichos protagonistas engominados y que, en el caso de poder hacerlo, esperan volver a votar por ellos. Ya está en marcha. Sí. Ya está en macha La gran comedia mafiosa española.
![[Img #4823]](upload/img/periodico/img_4823.jpg)
No hay duda. La corrupción, desgraciadamente, mantiene viva la llama informativa en el verano. La gran comedia mafiosa que se está rodando en España es la gran infamia nacional. Para poder despedir, es decir, para poder patear a la crisis económica, es necesario tomar conciencia de la crisis institucional que, como una gran nube negra, reposa sobre los chiringuitos de playa. La clase política, teniendo una elevada responsabilidad en tal fin, parece minusvalorar o, directamente, ignorar los efectos negativos que tiene esta realidad sobre la imagen de un país que, económicamente, es un desierto lleno de cadáveres. Todo no se arregla con un “me equivoqué y no volverá a suceder”. Las dimisiones, aunque sean animales mitológicos, deben producirse: las decisiones siempre tienen un responsable.






