El Paso
![[Img #45296]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2019/4142_el-paso-memorial-01-gty-jt-190807_hpmain_2_4x3_992.jpg)
En días pasados hemos conocido uno de los actos más horribles a manos de una persona desequilibrada y alimentada por el fanatismo racista contra el extranjero procedente del sur de Estados Unidos. El suceso ocurría en el centro comercial Walmart de El Paso, la ciudad prototipo de aglomeración fronteriza, limítrofe a la vez entre México y Estados Unidos y entre los estados de Texas, Arizona y Nuevo México así como con la aglomeración mexicana de Ciudad Juárez.
Hace unos años asistí a un congreso internacional sobre fronteras en El Paso, organizado por la Universidad de Texas, y de este modo por vía aérea llegué a la ciudad y tuve la oportunidad de conocer directamente, de un lado, los problemas y desafíos a las que se enfrenta este amplio espacio fronterizo regional –conocido allí como the Mexico border o La Línea- que proceden del endurecimiento de la normativa de control de flujos migratorios, incrementado por la imagen negativa de la valla (conocida como la tortilla wall), y, de otro lado, la inseguridad, los tráficos clandestinos y la violencia en los puntos de paso, en particular en el caso de Ciudad Juárez, unida a su vecina El Paso por varios puntos de tránsito aduanero -uno de ellos reservado para los vecinos de ambas ciudades que son habituales ‘pasantes’ a un lado y otro, donde los trabajadores de las maquiladoras industriales se suman a los estudiantes y universitarios- al igual que en las otras ciudades y aglomerados binacionales de esta frontera.
Está aquí representada, a la vez, la línea de frontera que separa el Norte del Sur y un territorio convergente y de cooperación, entre lo legal y lo ilegal, lo formal y lo informal: Es la macrorregión bautizada como Amexica, a lo largo del border line de unos tres mil kilómetros de faja, desde Tijuana/San Diego en el Pacífico hasta Matamoros en el Golfo de México, donde aparecen vacíos desérticos y de estepas junto a procesos y formas urbanas explosivas integradas en una red de ciudades de distinta talla, donde destacan las metrópolis dobles de San Diego/Tijuana y El Paso/Juárez, con un reconocido interés de sus gestores y de sus ciudadanos por la cooperación y la planificación conjunta de sus territorios.
En este marco tan sensible y frágil, donde el mundo hispano predomina ya en cifras poblacionales, se está fraguando una de las experiencias culturales y socioeconómicas más interesantes y punteras entre todas las regiones de fronteras-borde del mundo y que traspasa su influencia a los estados de un lado y otro de la línea, por lo que cualquier acto de fanatismo atenta contra lo que ya es una realidad, la sociedad y la ciudad binacional, a pesar de la línea de borde fronteriza. Todo un modelo de referencia impulsado por la propia voluntad y actividad de los ciudadanos residentes en ella y que mantiene su propia identidad. De ahí que la denominación anterior de ‘El Paso del Norte’ sea de hecho un faro, por su animada historia en el Far West en el siglo XIX, por su centralidad en la faja fronteriza, como por su representativa vida cultural, fruto de una ciudad de frontera.
En días pasados hemos conocido uno de los actos más horribles a manos de una persona desequilibrada y alimentada por el fanatismo racista contra el extranjero procedente del sur de Estados Unidos. El suceso ocurría en el centro comercial Walmart de El Paso, la ciudad prototipo de aglomeración fronteriza, limítrofe a la vez entre México y Estados Unidos y entre los estados de Texas, Arizona y Nuevo México así como con la aglomeración mexicana de Ciudad Juárez.
Hace unos años asistí a un congreso internacional sobre fronteras en El Paso, organizado por la Universidad de Texas, y de este modo por vía aérea llegué a la ciudad y tuve la oportunidad de conocer directamente, de un lado, los problemas y desafíos a las que se enfrenta este amplio espacio fronterizo regional –conocido allí como the Mexico border o La Línea- que proceden del endurecimiento de la normativa de control de flujos migratorios, incrementado por la imagen negativa de la valla (conocida como la tortilla wall), y, de otro lado, la inseguridad, los tráficos clandestinos y la violencia en los puntos de paso, en particular en el caso de Ciudad Juárez, unida a su vecina El Paso por varios puntos de tránsito aduanero -uno de ellos reservado para los vecinos de ambas ciudades que son habituales ‘pasantes’ a un lado y otro, donde los trabajadores de las maquiladoras industriales se suman a los estudiantes y universitarios- al igual que en las otras ciudades y aglomerados binacionales de esta frontera.
Está aquí representada, a la vez, la línea de frontera que separa el Norte del Sur y un territorio convergente y de cooperación, entre lo legal y lo ilegal, lo formal y lo informal: Es la macrorregión bautizada como Amexica, a lo largo del border line de unos tres mil kilómetros de faja, desde Tijuana/San Diego en el Pacífico hasta Matamoros en el Golfo de México, donde aparecen vacíos desérticos y de estepas junto a procesos y formas urbanas explosivas integradas en una red de ciudades de distinta talla, donde destacan las metrópolis dobles de San Diego/Tijuana y El Paso/Juárez, con un reconocido interés de sus gestores y de sus ciudadanos por la cooperación y la planificación conjunta de sus territorios.
En este marco tan sensible y frágil, donde el mundo hispano predomina ya en cifras poblacionales, se está fraguando una de las experiencias culturales y socioeconómicas más interesantes y punteras entre todas las regiones de fronteras-borde del mundo y que traspasa su influencia a los estados de un lado y otro de la línea, por lo que cualquier acto de fanatismo atenta contra lo que ya es una realidad, la sociedad y la ciudad binacional, a pesar de la línea de borde fronteriza. Todo un modelo de referencia impulsado por la propia voluntad y actividad de los ciudadanos residentes en ella y que mantiene su propia identidad. De ahí que la denominación anterior de ‘El Paso del Norte’ sea de hecho un faro, por su animada historia en el Far West en el siglo XIX, por su centralidad en la faja fronteriza, como por su representativa vida cultural, fruto de una ciudad de frontera.