Tomás Valle Villalibre
Sábado, 10 de Agosto de 2019

Tontos contemporáneos

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Estoy casi seguro de que todos ustedes conocen a algún personaje, de los que forman esa remesa que pueblan oficinas, bares, hogares y ayuntamientos, que se creen los más listos y guapos, despreciando al resto de los humanos por ser indignos de su atención, por no hacer las cosas tan bien como las hacen ellos o por no pertenecer a su imaginario pelaje. Emiten juicios fulminantes y jamás reconocen un error debido a la alta valoración que tienen de ellos mismos, y por lo tanto nunca piden disculpas.

 

Transitan por la vida con la cabeza tal alta que el menor día se estampan contra alguna farola. Son soberbios, arrogantes y bastante tontos.

 

Hace años, el periodista y escritor Luis Carandell, del que solo se acordarán los más viejos, instituyó un premio para estos tristes mamíferos, consistente en una tiza, al que dio en llamar premio a ‘El tonto contemporáneo’. En realidad no era un premio si no una distinción, algo que marca una sutil diferencia.

 

En nuestro país tenemos, por supuesto, una riquísima y amplia variedad de tontos, con presencia en todas las áreas sociales. Tontos en la política, en la farándula, en la cultura, en los deportes…Y es que muchas veces no hay que ir a ninguna oficina o muy lejos para encontrarlos; te los encuentras o te los encuentras. Puede ser en el ascensor, en el supermercado, en el parque o en el bar en el que desayunamos.

 

Huelen a resentimiento, a envidia, a fracaso y de sus labios salen lecciones magistrales que  tienen la maestría de crispar el ambiente.

 

Remitiéndome a la escalada de tontunas que se han venido registrando entre nosotros, debo decir que coincido con aquellos que aseguran que los tontos son muy, muy numerosos. Vamos, que abundan e incluso parece que van a más.

 

Antes el tonto del pueblo asumía su papel, su lugar en la comunidad y nunca se metía con nadie. Ahora, entra en la carrera política para poner todo tipo de obstáculos a la inteligencia y de paso tener un alto nivel retributivo que jamás habría alcanzado en la empresa privada.

 

Seguro que si rebuscamos en nuestra memoria, no nos supondrá mucho esfuerzo encontrar algún personaje de este tipo que hayamos podido sufrir en tiempos no muy lejanos, aunque siempre habrá alguien que lo haya jaleado por haber pensado que al ser un simple tonto no suponía peligro. Grave error, ya que estos ‘tontos contemporáneos’ solo se preocupan en hacer méritos a diario para ganarse un lugar destacado en la historia perdiendo totalmente el sentido del ridículo, fracasando en su intento  de aportar algo interesante a la sociedad y poniendo de manifiesto que no ha sido precisamente la inteligencia la que los ha llevado hasta sus cargo, sino su falta de escrúpulos y de capacidad para corromper y dejarse corromper.

 

En lo que va del año yo no tendría ninguna duda del personaje al que otorgaría el premio al tonto contemporáneo y lo haría sobre todo por no hacer caso a las sabias palabras del filósofo Emergencio: ”Cuando todo el mundo corre en dirección contraria, frena en seco y vuelve a mirar el mapa”.

 

No quisiera que se entendiera este artículo como un ataque personal contra nadie, entre otras cosas porque estoy seguro de que todos ellos tienen alguna virtud, lo que pasa es que la tienen muy escondida, dejando  sobresalir solamente su tontura manifiesta.

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