Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 10 de Agosto de 2019

Buceando en la historia

[Img #45299]

 

 

Es muy interesante y aleccionante bucear en las historias de la Historia. Los que cuentan cuentan lo que quieren contar, naturalmente nadie cuenta algo en detrimento de sí mismo así que hasta las ‘memorias’ hay que ponerlas ‘en cuarentena’ porque la memoria es muy selectiva. Una misma anécdota familiar puede ser recordada de muy diferente manera por los distintos componentes de la familia, y ello puede llevar y de hecho muchas, no muchísimas, veces a las inauditas, por tremendas, peleas herenciales.

 

Mi cabeza se desvía. Yo quería hablar un tema de la Historia patria. Nuestro Protectorado de Marruecos. Algo que parece fue una importante parte de nuestra Historia Colonial pero que en realidad fue una nefasta decisión para no quedarse fuera del tablero de juego de las potencias que en ese momento gobernaban ‘el mundo’: Francia e Inglaterra.

 

A principios del siglo XX Francia estaba en su auge colonial. Hacía tiempo que se había decidido por África porque la tenía más a mano, justo enfrente, cruzando tan sólo la balsa del Mediterráneo evitando así el bravo y ancho Atlántico. En Las Américas ya no había nada que hacer, nada que rascar, estaba todo hecho, pero África  entonces se presentaba como una golosina a la puerta de un colegio. Sus riquezas eran extraordinarias y su población en estado de poca codicia. África era un tesoro en bruto demasiado apetecible para dejarlo pasar. Inglaterra estaba centrada en su Imperio del Lejano Oriente mientras que Francia se interesaba por la cercana África, continente que llegaron a controlar prácticamente la mitad.

 

Cuando Francia se quiso hacer con Marruecos, bajo el beneplácito de Inglaterra y Alemania, Inglaterra le puso una condición: que dejara la franja norte para España. Inglaterra, muy sagaz, no quería que la potencia francesa incomodara el paso del estrecho y era consciente que España contaba, a nivel de potencia, en esos momentos (1912) menos que nada  pues acababa de perder sus colonias en las Antillas y en Filipinas.

 

Francia accedió a las demandas inglesas. Negociaron sus intereses. Inglaterra se quedaba con Egipto,  Francia, que tenía las costas mediterráneas de Argelia y Túnez, se quedaba con Marruecos, y podía permitirse hacer una concesión a España de la zona norte, la menos valiosa y más conflictiva por las cabilias, pero bajo sus condiciones. España la aliada pobre y tonta.

 

Nos cuenta el profesor de Derecho Internacional J.Ramón Remacha cómo se llegó a aquel entendimiento.

 

El Convenio Hispano-Francés de 27 de noviembre de 1912, es el convenio que sienta las bases para la intervención de España en Marruecos por acuerdo con Francia. Consta de veinte artículos y comienza estableciendo el principio de que existirá una zona de influencia española por razones geográficas y que en ella "toca a España velar por la tranquilidad y prestar su asistencia al Gobierno marroquí" para la introducción de las reformas administrativas previstas en el acuerdo entre Francia y el Sultán.

 

Se trasladan al ámbito de la intervención española las obligaciones que Francia ha contraído frente a Alemania y Gran Bretaña respecto a su intervención en Marruecos. Así, por el Convenio de 4 de noviembre de 1911, firmado en Berlín, se establece la no discriminación de los intereses extranjeros, la concesión de facilidades de explotación de minerales, el mantenimiento de los tribunales consulares, la explotación y construcciones de ferrocarriles mineros conforme a la legislación francesa, la libertad de pesca y otros. Y por la Declaración franco-británica de 8 de abril de 1904 se establecen la prohibición de levantar fortificaciones en la costa del Estrecho y otras como la libertad de comercio sin discriminación y libertad de tránsito comercial. Estas limitaciones son obligatorias en la zona de influencia de España.

 

La capacidad de intervención de España resulta de lo pactado en marzo de 1912 por Francia con el Sultán y luego de lo convenido con España en noviembre del año 1912. Se trata de una cesión que hace Francia a España de su competencia para intervenir y organizar el Protectorado. El matiz es importante porque la posición de España dependerá de lo acordado entre Francia y las Potencias (Gran Bretaña y Alemania principalmente), de lo acordado entre Francia y Marruecos y de lo que Francia concierte con España.

 

Todo ello concede a Francia un protagonismo político internacional con el que España tenía que contar si aceptaba su papel auxiliar en el sistema del Protectorado.

 

“Esos territorios no le iban a aportar nada a España. España, exhausta tras la pérdida de las últimas colonias en  América (Cuba y  Puerto  Rico) y  en  Asia (islas Filipinas), no se encontraba en  condiciones de lanzarse a una nueva aventura colonial. Las ambiciones expansionistas de Francia en  Marruecos y  los  acuerdos internacionales entre las dos grandes potencias –Francia e Inglaterra-, de las que España,  por razones de prestigio,  no  quería estar ausente,  la llevaron  a entrar en  el  ‘juego  colonial’. Explica la historiadora Rosa de Madariaga en una entrevista hecha por Alexandra Dumitrascu.

 

 “El Protectorado  español en Marruecos tuvo  siempre un  marcado carácter militar. Durante mucho  tiempo,  la administración del  territorio fue ejercida directamente por los interventores militares, y, cuando después de aplastado el movimiento de resistencia rifeño liderado  por Abd el-Krim el  Jatabi en  1927,  empezaron  a nombrarse autoridades autóctonas,  éstas no eran  más que meras marionetas en  manos de las autoridades militares. En los años de la República española, de 1931 a 1936, los nuevos gobernantes intentaron  introducir reformas, moralizar la administración y sustituir las autoridades militares por autoridades civiles, pero los sectores opuestos a cualquier cambio, sobre todo  la casta militar africanista, las limitaciones presupuestarias, y la brevedad del periodo de gobierno republicano, impidieron  que muchos de los planes de la República prosperasen. No  obstante, en este periodo se crearon  cientos de escuelas y decenas de dispensarios”. 

 

“El balance es negativo porque nunca se consiguió terminar con la corrupción y el  Protectorado le salió  muy caro  a España. Como el  presupuesto de la zona resultaba siempre  deficitario, el Estado español se veía obligado a aportar millones y  más millones para completarlo”, asegura Rosa de Madariaga.

 

El desastre de Annual (julio 1921) fue terrible. La derrota de aquel enfrentamiento con los rifeños se saldó con la muerte de cerca de 15.000 hombres y miles de heridos. Un gran desastre militar pocos años después del desastre de Cuba y Filipinas. Los españoles estaban hartos de guerras y miserias.

 

Primo de Ribera, como Capitán General de Madrid,  pronuncia un discurso en noviembre de 1921 en el que expone sus razones para que España abandone  Marruecos teniendo en cuenta la situación penosa del país sin defensa en las costas, sin fabricación de armas, sin industria naval, sin instrucción… “Somos el enano de la venta, chillando sobre el pasado y el porvenir y olvidando el presente que es lo que importa y no puede ser más mísero”. Y propone hacer el cambio a Inglaterra de Ceuta por Gibraltar. Naturalmente la hidalguía nacional le tachó de antipatriota y le rebajaron de puesto de la 1ª Región Militar, Madrid, a la 4ª que era Barcelona. Desde allí se hizo fuerte y se proclamó dictador.

 

Finalmente nuestro Protectorado sirvió principalmente para que se entrenaran en las artes bélicas, en la interminable guerra contra los habitantes de esta zona de Marruecos‘ -cedida tan gentilmente’ por los franceses-, los militares españoles africanistas: Francisco Franco, Emilio Mola, Manuel Goded, Queipo de Llano, Enrique Varela, Millán-Astray, José Sanjurgo…, que ascenderían con rapidez en la escala militar gracias a sus proezas en esa región y que, posteriormente, se organizarían para cambiar el rumbo de nuestra Historia utilizando una intervención sangrienta en el país.

 

De haber abandonado aquel  Protectorado a tiempo, como proponía Primo de Rivera, seguramente no tendríamos un Ducado de Franco ni un Pazo de Meirás privado, ni tantos y tantos muertos unos enterrados en sus tumbas y otros no.

 

O témpora o mores

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.